La familia de Alejandra Soledad García, la mujer de 34 años asesinada 14 horas después de mudarse con su pequeño hijo y su marido a una modesta casa de Virasoro y Felipe Moré rociada a balazos el miércoles 4 de julio en un presunto ataque dirigido a los anteriores ocupantes de la vivienda, atraviesan horas de dolor y mastican angustia. Además de exigir que se esclarezca el caso, prometieron batallar hasta que se limpie el buen nombre de Alejandra, una errada e injustificada víctima de la sangrienta disputa entre bandas que ganan espacios a sangre y fuego.
En torno a la mesa familiar de un departamento de zona sur Daniel y Marcos, dos de los seis hermanos de Alejandra, accedieron junto a sus esposas a charlar con La Capital.
Se describen como "gente trabajadora", ajena a cualquier conflicto, con una vida normal que se inició en barrio Molino Blanco donde todos se criaron con el empuje de un padre operario del frigorífico Sugarosa, y una madre ama de casa dedicada a sus ocho hijos y que falleció en 1992.
Después, en 2007, murió el jefe de familia. Y los hermanos mayores debieron cuidar de los más pequeños. Unidos salieron adelante y cada uno formó una familia. Ahora, el menor tiene 27 años y el mayor 40. Por eso el dolor de saber que Alejandra ya no formará parte de las reuniones donde abundaban sobrinos y tíos.
"Esta unión que ellos tienen es terrible, porque de alguna manera se acostumbraron a vivir sin los padres desde chicos, pero no sin un hermano", explica con sencillez en una ronda de mates la mujer de Marcos, lo cual permite entender el inmenso dolor que genera la ausencia.
Un trueque con trampa
Alejandra y Jonathan se mudaron con un hijo de 5 años a la casa de barrio Triángulo el martes 3 de julio, y al otro día, cuando salieron a ver el paso del tren recibieron una ráfaga de disparos desde el otro lado de la vía. La mujer falleció tres días después por una herida de arma de fuego que le atravesó el abdomen. Habían cambiado mano a mano la casa con sus anteriores dueños por una que ocupaban ellos en la zona de 27 de Febrero y Circunvalación.
Daniel recordó que un rato antes de saber lo de su hermana, miraba por televisión lo que ocurrió con Maite Ponce, la nena de 5 años asesinada en Ávalos al 1800. "Vimos que a un periodista le tiraron piedras y lo amenazaron. Lo vi desde afuera y me lamentaba, siempre paga gente inocente, dije. El viernes otro crimen por ajuste. Entonces decís «parece que se matan entre ellos». Pero que no la ligue más gente inocente", suplica.
Con un montón de preguntas sin respuestas y dudas que brotan de un sensato análisis, se esfuerzan para aferrarse a lo que hoy les parece más lógico. "Creemos en la Justicia. Y veo en general que la policía encuentra cosas, pero el día que falleció mi hermana también me enteré que investigan a personal de la Policía de Investigaciones (PDI) porque se apoderaron de un arma en un allanamiento", coteja.
Daniel hace el análisis del ciudadano común. "Quiero creer en la Justicia pero me cuesta. Queremos limpiar el nombre de mi hermana y el nuestro, no tenemos nada que ver con esa gente (las bandas narcos). Somos de trabajo, que quede claro", insiste.
Además dijeron no tener rencor. "No tenemos maldad con nadie y no vamos a tomar represalias porque sabemos como es ésto. Por eso vamos a tener que creer en la Justicia y esperemos que no cajoneen el caso. Es el camino legal que tomamos", insisten. Y prometen constituirse como querellantes en la causa que investiga la fiscal Georgina Pairola.
Damnificados de los coletazos de las sangrientas pujas barriales parecen resignarse: "¿Estamos peor que antes? Decían que si agarraban a Los Monos íbamos a estar mejor. Pero hay cada vez más muertes".
Corrimiento voluntario
Mientras analizan organizar una marcha para que el caso no quede impune ni en el olvido, refieren y se lamentan por casos de víctimas como Alejandra (ver aparte). Y ahí surge la paradoja elocuente sobre el corrimiento al que se ven obligados muchos vecinos acorralados primero y luego expulsados de barriadas tomadas por grupos delictivos.
Daniel contó que su hermana estaba un poco cansada de unos "transas" cercanos a su anterior casa. "Ella era una persona noble y con convicciones. Defendía lo suyo. Siempre derecha. Si veía algo que no le gustaba se imponía. Ellos se fueron de esa casa porque Alejandra cada tanto discutía con gente que vendía droga. Le dejaban las motos en la puerta de su casa y una vez le robaron todo. Entonces decidieron irse para no tener problemas y estar mejor. Así surgió la posibilidad del barrio Triángulo, pero ahora entendemos la urgencia de la mujer que vivía allí. Mirá lo que pasó, cayeron en el lugar equivocado y la mataron".
"Estamos todos muy shockeados. Somos muy unidos y ésto fue muy duro. También estamos buscando una solución para nuestros sobrino Nery, de 5 años. El tiene una historia muy particular y lo queremos ayudar como a nuestro cuñado Jonathan", refiere Marcos, que habla menos pero al que se le llenan los ojos de lágrimas cuando recuerda el esfuerzo que hicieron de pequeños para mantener los lazos afectivos.
Mientras se hacen decenas de preguntas en voz alta ( si la policía fue a buscar a los antiguos dueños de la casa, si se trataba de un búnker o si se indagó sobre los sospechosos) quieren dejar en claro lo que para ellos es fundamental: "Alejandra fue una víctima accidental y errada", una más de la puja entre bandas que disputan territorios a los tiros.