La violencia callejera en Rosario tiene muchos matices. Cada hecho, con sus características particulares, construye un mapa que puede dar cuenta de cómo fue que este año se superó la cifra máxima de homicidios dolosos registrados en un año. El más reciente se suma a una modalidad que con el tiempo no solo se sostuvo, sino que aumentó. Franco Gastón Batalla, de 27 años, fue asesinado a balazos por vivir en el mismo pasillo en el que hay una casa que es utilizada como aguantadero por un grupo que maneja el narcomenudeo en esa zona del barrio Triángulo. Vivía con su hermano, su madre y su padre, con quien arreglaba un auto de la familia en la vereda cuando fue atacado por dos personas que pasaron en moto y dejaron un cartel amenazante firmado por "la mafia".
La alegría generalizada que viven los argentinos por la coronación en el Mundial de Qatar lógicamente había alcanzado a la familia Batalla. El domingo al mediodía se juntaron con otros parientes en su casa de Uruguay al 5900, barrio Triángulo, para comer unos pollos a la mostaza y mirar el partido. Después del triunfo, algunos quisieron salir a festejar, pero la mayoría estaban cansados y con calor, prefirieron quedarse en casa en una celebración más íntima. El lunes, ya descansados, Franco salió a trabajar con su hermano y su padre. Volvieron a la tarde, con la camioneta Dodge 200 de la familia cargada de chatarras. Después el muchacho se encontró con su hija Uma, de 7 años, contentos los dos porque a la nena le habían dado en la escuela la libreta con buenas notas para pasar a tercer grado.
La cotidianidad tranquila de esta familia de barrio, laburante, se despedazó al anochecer del lunes. Pasadas las 21 Franco salió de su casa para darle una mano a su padre, que estaba en la vereda arreglando su auto, un Peugeot 505. El hombre le pidió a su hijo que pusiera el vehículo en marcha cuando de repente aparecieron dos tipos armados en una moto. Sin reparos, y sin un objetivo puntual, los agresores abrieron fuego.
El padre de Franco alcanzó a refugiarse detrás del auto y cuando pudo reponerse encontró a su hijo agonizando, herido con varios disparos. Sus familiares llamaron a la ambulancia, pero ante la demora y la desesperación, un vecino lo llevó al Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca), donde murió al cabo de unos minutos.
En el lugar del hecho quedaron al menos 18 vainas servidas calibre 9 milímetros, según informó la policía que trabajó en la escena del crimen. También hallaron una nota amenazante escrita con lápiz. "Berraco hacé caso gil que la mafia no te va a perdonar", decía el mensaje, que ya es material para la investigación que quedó a cargo de la fiscal de Homicidios Georgina Pairola. "Berraco" es un apodo que se masificó en el último tiempo, importado de las series y películas acerca de narcos, sobre todo de Colombia, y en distintas causas judiciales aparece como el sobrenombre de muchos pibes vinculados al delito.
Un búnker en el pasillo
La familia Batalla vive en una casa de pasillo ubicada a mitad de la cuadra de Uruguay al 5900. En el fondo hay una vivienda que es un búnker, funciona como punto de acopio de drogas de unos transeros que manejan el narcomenudeo en la zona. Según una versión barrial, hay una disputa vinculada a ese negocio, por la cual esta familia quedó atravesada por el solo hecho de compartir pasillo.
Ese es el contexto del ataque que acabó con la vida de Franco. Sin embargo, no se conoce con certeza por qué los disparos fueron dirigidos a él. Pudo tratarse de un error, es decir que es posible que el objetivo del ataque fuera otra persona. También pudo haber sido baleado con el único fin de dejar un muerto, cualquiera sea, en un lugar que es terreno de disputa. En ese sentido, las consecuencias fueron inmediatas: después del hecho el lugar quedó vacío, lo que a priori obliga a sus administradores a movimientos que implican riesgos y pérdida económica.
En tanto, fuentes de la investigación tienen en cuenta una posible amenaza previa contra la familia para que abandonaran su vivienda. En ese marco analizan versiones de que hubo otros hechos violentos antes de lo ocurrido este lunes.
Este martes por la mañana los Batalla se acompañaban en el dolor mientras el padre de Franco hacía los trámites correspondientes en el Instituto Médico Legal para que le entreguen a su hijo y poder velarlo. En el pasillo de Uruguay al 5900 la familia recibió a La Capital e hicieron un pedido: "Que quede limpio el nombre de Gasti", como le decían cariñosamente al chico por su segundo nombre. "Él era un laburante, no tenía problemas con nadie, pregúntenle a los vecinos, no metan todos en la misma bolsa", pidió María, la madre del joven.
"Hacía 40 grados y él se iba con el padre a los pueblos a buscar fierro. Y estos vienen y te arrebatan la vida", contó la mujer. En ese sentido, una vecina agregó que en el barrio es sabido que la casa del fondo del pasillo se utiliza como punto de acopio de drogas. "Pero la policía ayer estuvo acá y ni se metió. Se quedaron en la vereda nomás", manifestó.
"Es un aguantadero. Vienen en auto, tocan bocina, salen de la casa, dan la plata, les entregan el paquete y se van. Después de esto se fueron, quedó vacía", dijo la vecina. En esos comentarios se refleja una realidad de los barrios rosarinos: el narcomenudeo se desenvuelve a la vista de los vecinos. Es posible porque con el tiempo se afianzó esa lógica: una suma de miedo infundido, violencia e impunidad que posibilita que esa maquinaria funcione. En ese marco, por ejemplo, se explica el disgusto de la madre de Franco cuando dijo: "A nosotros nos dejaron desamparados acá. Nos mataron a mi hijo y no dejaron nada de seguridad. No pasó ni un comando".
Zona en conflicto
El crimen de Franco Batalla ocurrió en una zona, jurisdicción de la comisaría 19º, que en el último tiempo acumuló otros homicidios que, al menos según sus versiones preliminares, ocurrieron en contexto de disputas por la venta de drogas.
El 12 de octubre, en el playón municipal de los Fonavi de Rouillón y Seguí, a tres cuadras de donde fue el crimen de este lunes, asesinaron a balazos a Laureano Lionel Pena, de 16 años. "¿Vos vendés?", preguntó el homicida cuando tuvo al chico de frente, según un relato de los hechos. Cuando Laureno dijo que sí, y sin que medien más palabras, lo mató con tres balazos.
El 5 de noviembre, después de estar internado por un ataque a balazos el 30 de octubre, murió Ramón Gudiño, de 62 años. Había recibido disparos en la cabeza y en el pecho al quedar en medio de una balacera en el ingreso de un pasillo de Cerrillos al 3900, un punto del barrio Vía Honda en el que según vecinos funciona un punto de venta de drogas. En ese hecho también fue herida una niña de 8 años.
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El 24 de noviembre, a metros de allí y dentro del Fonavi, ocurrió el doble crimen de Valentín Solís y Eric Galliz, de 14 y 15 años. Los chicos estaban con un tercer joven, que según la investigación del hecho era a quien buscaban los homicidas por pretender salirse del grupo para el que vendía drogas. Valentín y Eric fueron acribillados al pie de una de las torres y por ese hecho hay dos detenidos, uno menor de edad.
El 1º de diciembre, por último, fue asesinado Jorge Raúl Gerez, de 57 años. El hombre estaba en Cullen al 3400 cuando, según sus familiares, quedó en medio de un ataque a balazos destinado a un punto de venta de drogas ubicado en esa zona. Los agresores se movían en una camioneta que minutos después fue interceptada por efectivos del Comando Radioeléctrico que detuvieron a un menor de edad que llevaba una pistola 9 milímetros.