La versión del agresor se reforzaba en la imposibilidad de Noelia, que estaba al borde de la muerte, de manifestar que jamás había pensado en quitarse la vida más allá del calvario que atravesaba desde hacía un año y medio. “Siempre había sido una persona alegre, con iniciativas y muchas ganas de hacer cosas. Pero con él me convertí en un ente. Llegó un momento en que no experimentaba otra cosa que pánico. Cada aspecto de mi vida estaba atravesado por el terror y no hacía más que aislarme, mientras él también me aislaba de mi gente. Sin embargo no logró destruir mi autoestima y ese mismo día había empezado a pensar en escapar. Y a pesar de que lo recibí con galletitas cuando él arrancó con los insultos, y con lo de siempre, le rompí el papel de la unión convivencial en la cara y todo se precipitó”, recuerda la mujer de 43 años sobre ese día crucial.
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Ese recuerdo fue el último sobre su vida con quien quiso matarla. “Sé que estaba sentada en el inodoro y después me desperté en el (Hospital de Emergencias) Clemente Alvarez”, cuenta sobre una experiencia que su memoria no pudo retener en virtud del shock que le provocó. Así fue tratada como una suicida hasta que su familia se enteró al día siguiente de que estaba internada y entonces asomaron las alertas sobre una relación violenta que definieron un cambio de encuadre en la investigación que quedó en manos de la fiscal Gisela Paolicelli. Una investigación que, a falta de los datos fundamentales que no pudo aportar la víctima sobre lo sucedido, se valió de un detallado trabajo de reconstrucción de la mecánica del hecho como del contexto previo para concluir que se había tratado de un femicidio fallido.
Los días después
Un mes y 22 días después de haber ingresado al Heca con el 15% del cuerpo quemado Noelia se encontró con una nueva vida en la que no podía atarse los cordones. Tuvo que resetear su vida cotidiana con sus capacidades “totalmente limitadas” en cuanto a sus movimientos, por un lado, y las graves secuelas que sufrió por las quemaduras. “Me tuve que reconstruir de nuevo en lo emocional, con lo que había quedado de mí. No podía trabajar, pero tampoco podía realizar acciones básicas como peinarme, bañarme. Tuve que empezar de nuevo, con acompañamiento terapéutico y psicológico, y luego una rehabilitación kinesiológica que me resultó fundamental porque necesitaba poder manejarme sola”, recuerda sobre un lapso de tiempo en el que acumuló catorce operaciones.
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Sin embargo ese proceso de recuperación no puede verse como un camino que progresa linealmente sino como una suerte de montaña rusa que sube y baja, frenética, ofreciendo progresos y también recaídas ya que mientras algunas lesiones se fueron curando por afuera otras alumbraron nuevas complicaciones adentro de su cuerpo; secuelas vinculadas al hecho de haber inspirado o tragado fuego que le generaron problemas respiratorios, violentos cuadros de alergia y una imposibilidad de deglutir alimentos sólidos que apareció dos años después del incidente, con un nuevo cuadro que combinaba pánico, incapacidad para comer y una alergia vinculada a las quemaduras más fuertes que sufrió en el rostro.
“La recuperación durante los dos primeros años fue muy buena, estaba resolviendo problemas de movimientos y acciones cotidianas pero justo empecé a tener ataques de pánico. Después empecé a vomitar lo que comía, pensé que era por el pánico pero en realidad se me había cerrado la tráquea. Es que el fuego me había quemado por dentro, lo respiré, la quemadura me estaba dificultando la capacidad de deglutir”, explica sobre un problema que también está logrando superar a base de flan, yogur y puré, los alimentos más sólidos que su cuerpo está pudiendo aceptar.
En un camino no exento de sobresaltos: como el día que comió “una tarta riquísima con nuez moscada” que le había preparado una tía y a raíz de la alergia se le cerró la glotis. “Desde mediados del año pasado tuve hasta cuatro internaciones en un mes”, calcula mientras suma a su rutina nueve horas semanales de rehabilitación y la obligación de mantener su peso en 54 kilos a pesar de todas esas restricciones alimentarias.
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Podría parecer suficiente, pero la recuperación de Noelia todavía presenta más desafíos. Para poder volver a utilizar sus manos deben estirarles las falanges y eso requerirá diez operaciones sobre las cuales lo único que sabe es que serán dolorosas. “Puede ser que necesite injertos en algunas falanges, pero hay buenas expectativas porque tengo buena aprehensión en las manos y no perdí la sensibilidad de las falanges”, explica minuciosamente y sabiendo que más allá de lo que pueda hacer la medicina su evolución dependerá, como siempre y en gran parte, de la suerte.
Cierre
La rehabilitación que aún debe afrontar requería, en cierta medida, poder cerrar un capítulo en el que no sólo casi había perdido la vida sino que tenía que escuchar cómo había personas que pretendían culparla de ello. Tal vez por eso decidió participar activamente del juicio oral contra esa persona a la que no llama por su nombre. Si era inevitable padecer más dolores, parecía muy vital _—en toda la acepción de esa palabra— poder exponer la verdad. Esa necesidad de contar su historia, sobre la cual su certeza mayor era que no se había querido matar, la impulsó a declarar dos veces en el juicio oral.
“Fui con un vestido de mangas cortas, quería mostrar las cicatrices. La segunda vez declaré para derribar el alegato de la defensa. Yo considero que una persona que se quiere prender fuego no se va a parar tres años después frente a un tribunal. Hay estudios que indican que las personas que se quieren quitar la vida rara vez recurren al fuego y si hubiera sido ese mi caso no sé si habría salido del Heca con vida o si todavía estaría llorando en vez de estar cebándole mate a la fiscal en medio del juicio”, resume la docente sobre la culminación de un proceso en el que sufrió, tal como remarcó el tribunal que condenó a Maliandi, una continua revictimización.
“No entendía por qué no querían entender que no me quise matar. En vez de que el imputado tuviera que demostrar su inocencia yo tenía que demostrar que no me quise matar. Y además escuchar cosas que inventaban, que me había querido matar otras veces”, remarca sobre aquello que fue a buscar al juicio. “La instancia judicial fue aclarar todo lo que había pasado. Participar de las audiencias me hizo muy bien, poder escuchar a los peritos, a los testigos, poder ser escuchada en un marco en el que las pericias no podían ser concluyentes porque la escena del crimen estaba absolutamente contaminada. A todos les faltaban elementos e incluso la defensa terminó planteando una duda razonable sobre lo ocurrido. Pero el tribunal dijo que si hubo cosas que no se pudieron comprobar fue porque el imputado alteró la escena, pero estaba muy claro que me prendió fuego”.
El juicio también le sirvió a Noelia para ser testigo de cómo el imputado “se había dedicado a sembrar mentiras” sobre ella. A medida que transcurría percibía un cambio de actitud hasta en los defensores del acusado, como si “se hubieran dado cuenta de quién era yo. Si yo no podía recordar algo no quería decir que estuviera mintiendo. Lo que no recordaba tampoco lo iba a inventar”.
Más vida
La recuperación de Noelia parece ser parte de su vida cotidiana. No espera que llegue un día mágico en el que todo haya quedado atrás para volver a vivir. Simplemente se levanta y lo hace. Meses atrás comenzó a dar clases particulares a domicilio para alumnos de primaria y secundaria. A los más chicos les da varias materias y a los más grandes matemáticas.
“Me gusta trabajar y siempre trabajé, necesito hacer cosas productivas. Me hace bien la confianza de las familias que me abren las puertas de sus casas”, comenta, e inmediatamente vuelven a aparecer en escena sus "manos en forma de garras”. Porque se supone que las marcas que la violencia de esa persona a la que no nombra en ningún momento dejó en su cuerpo deberían ser un detalle no menor al momento de vincularse con otras personas. O no tanto.
“Al final nunca sentí que eso me impidiera vincularme bien con mis alumnos, hay muchas cosas que una piensa sobre lo que creen los demás que a veces no tienen nada que ver con la realidad. Me pasó cuando volví a ver a Glenda, el 11 de septiembre de 2021, todavía estaba en la unidad de quemados del Heca. Pensé que ella se iba a impresionar al verme y nada que ver. Se acostó en mi cama y estuvimos abrazadas todo el día. Me ayudó mucho que ella entendiera que eso pasó pero la vida sigue”, recuerda sobre ese día y sobre otro, en marzo o abril de 2022, cuando en el trayecto entre el sanatorio donde se atendía y el centro pasó casualmente por la escuela donde trabajaba. “Me encontré con chicos y chicas que habían sido mis alumnos. Me tomaban las manos, me acariciaban. Celebraban que estuviera viva”.
Los chicos, sobre todo su hija, son parte de la rutina más luminosa que vive Noelia por estos días en los que también aprovecha para tomar cafés con quienes le quedaron charlas pendientes. “Tengo en el tintero momentos para compartir con amigas. Con Glenda salimos a caminar por el barrio, vamos al Mercado del Patio. No quiero que su vida gire alrededor de lo que me pasó porque la mía tampoco lo hace. Una vez que escuché el veredicto dejé de ser una víctima. Ese fue un papel que cumplí para la Justicia, una cuestión legal”, explica sobre lo que piensa sobre los roles o papeles que la sociedad suele dispensar a las personas que atraviesan determinadas circunstancias; en su caso haber sobrevivido a un ataque como el que sufrió.
“No me gusta rotular, creo que los rótulos primero nos los ponemos nosotros solos. No quiero que me vean como víctima, soy Noelia, mujer, madre, docente, compañera, soy otra cosa. Uno se pone en determinado rol y es una forma de no progresar. Y la única forma de que cambie la realidad es hacer algo distinto”, sostiene, y agrega: “Tampoco soy sobreviviente, todos tenemos problemas en la vida, algunos más complicados que otros”.
Sin embargo, más allá de escapar de los rótulos Noelia entiende lo que implica haber sobrevivido al intento de asesinato. Como cuando se encontró en una actividad en la que se exponían fotos de 300 víctimas de femicidio “y la única viva era yo. Ver a mis familiares declarando en el juicio fue muy emocionante. Estos temas no son difíciles sólo para quien los sufrió sino también para sus familias. Y eso que estoy viva. Hay mucha gente que ya no puede abrazar a sus hijos, hermanos, padres”.
Voces
“Por estos días estoy dedicada a los medios”, se ríe Noelia, abocada a cerrar esa etapa de su historia. “Creo que es una forma de retribuir el apoyo que sentí desde la difusión de mi historia. Las notas que hubo en ese momento y desde entonces sirvieron para que el caso no quedara en el olvido. Estoy en una instancia de gratitud de devolver lo recibido. Agradezco a algunos medios y a mucha gente que hayan sido mi voz cuando yo no podía hablar”.
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Al respecto no quiere dejar de mencionar “la importancia de la perspectiva de género” para abordar casos como el suyo, que “siguen ocurriendo”. Y también distingue entre quienes no la asistieron como era debido por falta de preparación y herramientas de aquellos que directamente obraron mal pudiendo haberlo evitado. Cuenta sobre los pedidos de disculpas que recibió, sobre maltratos que sufrió alguna vez cuando debió realizar algún trámite laboral en el ministerio donde trabajaba su agresor y le duele la respuesta “siempre nula” del colegio donde trabajaba y aún sigue con licencia médica.
“Pudieron ayudarme y no lo hicieron. No lo digo con resentimiento, simplemente es la verdad. Supe de madres de alumnos que intentaron ayudarme y no les dieron bolilla. No me parece que se trate de perdonar, no tiene que ver con eso. Son cosas inaceptables”, define sobre lo que considera que no tiene que seguir pasando.
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“Siempre me autoproclamaba como muy buena detectando psicópatas ajenos. Pero cuando el violento te mete en su red, cuando todo es idílico, por ahí no te das cuenta. Hay personas que detectan en qué aspecto alguien es vulnerable para ver por dónde entrar”, afirma convencida de querer seguir participando de actividades para luchar contra la violencia.
Y se embarca en más proyectos, en general vinculados con la docencia, con el deseo de volver a un aula "llena de abrazos y cosas para descubrir con los chicos", así como el interés en estudiar ciencias de la educación “para estimular la mente y seguir creciendo”. Pero antes, avisa, por estos días volverá a dar clases particulares. “Hice una pausa de un mes para dedicarme al juicio, pero mis alumnos ya me están reclamando que vuelva”.