Una mujer fue condenada a 11 de años de prisión efectiva por el delito de homicidio agravado por la relación de pareja mediando circunstancias extraordinarias de atenuación.
Una mujer fue condenada a 11 de años de prisión efectiva por el delito de homicidio agravado por la relación de pareja mediando circunstancias extraordinarias de atenuación.
La sentencia cayó sobre Celina Aidé Herrera, quien estaba acusada de asesinar el 5 de julio de 2020 a Roberto Ascurra, quien por entonces era su pareja. El violento episodio se
Los Jueces de Primera Instancia Román Lanzón, Ismael Manfrin y Nicolás Vico Gimena condenaron a Herrera luego de que el fiscal del caso, Alejandro Ferlazzo, le atribuyera la muerte del folklorista de 50 años y pidiera prisión perpetua.
La noche de la muerte de Ascurra el vecindario se sobresaltó por los gritos de la mujer: "Hinqué a mi novio, no sé si está muerto, que venga una ambulancia", gritó. Una pareja de vecinos le prestó un celular para que llamara al 911. Cuando terminó la llamada les dijo: "Merezco ir presa por lo que hice, soy una mala persona".
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Cuando la policía llegó al lugar, en el comedor de la vivienda yacía el cuerpo del folklorista con un puntazo en el tórax y otro en el ojo izquierdo. Si bien la pareja no convivía, los vecinos aseveraron que el hombre se afincaba en la casa todos los fines de semana. Desde esa noche Herrera estaba detenida en la unidad penitenciaria número 5, la cárcel de mujeres, en 27 de Febrero al 7800.
Roberto Ascurra era un folklorista que a sus 50 años se había hecho un nombre en la escena de las guitarreadas en clubes de Rosario y el Cordón Industrial. Uno de sus medios de vida era organizar peñas en distintos clubes. “Soy aprendiz de cantor y escribo canciones que hablan de la vida misma. Tengo seis amores”, posteó en su perfil de Facebook haciendo foco en sus hijos. Vivía en los monoblocks de barrio Rucci y en el réquiem en redes sociales, al conocerse su asesinato, quienes lo escucharon algunas vez lo despidieron describiéndolo como “una voz increíble”. Al momento de su asesinato Ascurra tenía como medio de vida el canto en las peñas. Eran los tiempos de “Roberto Ascurra y los rosagueños”.
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El hombre mantenía una relación de diez meses con Celina Herrera, quien trabajaba en casas de familia. La conoció en medio de las rotaciones por el circuito de peñas. A ella los vecinos la describieron como "una vecina tranquila, que saludaba y hablaba con todos, no mucho, lo suficiente".
Pero los hijos de Ascurra expusieron un lado B de Celina. La describieron como "una mujer de malas actitudes, muy manipuladora, que controlaba mucho" al folklorista. Y agregaron: "Era muy mala, una cínica". Una de las hijas de Ascurra contó: "Mi papá me dijo que ella le había hecho brujería y que si él andaba con otra mujer lo iba a matar". Y plantearon en los días posteriores al crimen que temían que el asesinato no fuera investigado ya que Herrera tiene dos sobrinos que trabajan en la policía rosarina.