Un joven de 18 años fue imputado de encubrimiento por haber hecho desaparecer un teléfono celular en el que tenía fotos del cuerpo agonizante de Isaias Nahuel Ponce, un joven asesinado a tiros el pasado 12 de diciembre en la zona noroeste. Se trata de Pablo Q., quien estaba con la víctima cuando ambos fueron atacados a tiros cerca de su casa a donde se fueron a refugiar. Una vez en la vivienda de Q. éste sacó fotos de su amigo que incluso llegó a exhibirle al fiscal Adrián Spelta, quien le pidió que las presentara al día siguiente en la sede de la Fiscalía. Finalmente el muchacho terminó confesando que había roto su teléfono.
Spelta imputó por encubrimiento este jueves a Pablo Q. por considerar que su conducta favoreció a sus agresores. El fiscal pidió que quedara detenido en prisión preventiva por el plazo de ley de hasta dos años, o en todo caso que se dictara esa medida por 60 días, mientras que la defensa solicitó la libertad, en todo caso con garantías o bajo fianza. En ese marco la jueza Marcela Canavesio resolvió dictarle la medida cautelar por el plazo de 60 días.
En la calle
De 20 años, Ponce fue baleado el domingo a la tarde mientras caminaba con Pablo Q. por San Jerónimo y Almafuerte, en el barrio Qom de Travesía. Según testimonios colectados hasta el momento, ambos habían ido hasta una panadería y en el trayecto se cruzaron con una o dos personas que al parecer sin mediar palabras les dispararon al menos cinco veces. Algunos testigos invocados por el fiscal indicaron que el ataque fue para los dos pero sólo resultó herido Isaías, alcanzado por una bala en el pecho.
Al ser atacados los amigos corrieron a refugiarse a la casa de Pablo Q., distante unos metros en pasaje 703 al 2100. Cuando llegaron Isaías se desplomó en el piso y quedó en un charco de sangre. Personal del Sies llegó al lugar y se lo llevó en una ambulancia al Hospital Eva Perón, donde llegó prácticamente sin vida sobre las 19.
Cuando comenzaron a llegar los investigadores policiales y judiciales la escena del crimen no estaba bien preservada. En ese momento Pablo le muestra personal de Homicidios de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) una foto que había tomado con su celular en la cual se podía ver a Isaías herido en el piso de la casa. Para resguardar la identidad de los testigos, explicó el fiscal, le pidieron que fuera al Centro de Justicia Penal (CJP) al día siguiente —lunes 13— para entregar esa y las otras fotos que tuviera en el teléfono para aportarlo a la investigación.
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El muchacho concurrió pero cuando le pidieron el teléfono dijo que no lo tenía. Luego le dijo a los policías que la noche anterior había destrozado su celular arrojándolo contra el piso. El fiscal ordenó entonces allanar la casa de Pablo Q. pero el aparato no fue encontrado. Por ello Spelta le imputó favorecer de esa manera al o los homicidas.
“Usted hizo desaparecer su celular personal que usó para tomar fotos del cuerpo gravemente herido de Isaias Nahuel Ponce para así evitar y frustrar toda pericia conducente a extraer las respectivas imágenes y demás datos del hecho investigado, que permitiesen reconstruir de manera fehaciente y eficaz lo sucedido”, acusó el fiscal a Pablo Q. que quedó imputado de “encubrimiento por favorecimiento real agravado por delito precedente especialmente grave”, ya que lo que encubre es nada menos que un homicidio.
Divergencias
Respecto del móvil del crimen, el acusado de encubrimiento y testigo principal mantuvo sus primeros dichos respecto de que no conocía a quienes les habían disparado sin mediar palabra y por motivos que ignoraba. Sin embargo el fiscal aludió a testimonios que explicaban el crimen de Ponce en posibles problemas ligados con el narcomenudeo en la zona. Por ejemplo, el testimonio de alguien que escuchó decir a los agresores “vos acá no vendés más”.
Otra divergencia que expuso Spelta tiene que ver con lo que dijeron Pablo y su padre respecto de Ponce, sobre quien comentaron que se trataba de un joven en situación de calle a quien ellos le ofrecían un techo. Para el fiscal esos dichos no coinciden con la teoría que encuadra el móvil en un contexto de venta de drogas que, además del homicidio, habría motivado a Q. a destruir su teléfono.