“Nadie me va a devolver a mi hijo. Es tanto el dolor que siento. Yo no creo en la Justicia, pero Dios se va a encargar de todo”, dijo Marisa, la mamá de Lucas Giovanni Vega Cavallero. Estas desgarradoras palabras las realizó en la mañana de este miércoles en la puerta de la sala velatoria de barrio Belgrano donde le dieron el último adiós a su hijo de 13 años, asesinado a tiros la noche del lunes cuando junto a un grupo de amigos se encontraba en la esquina de González del Solar y Génova y desde un auto blanco dispararon sin piedad una ráfaga de balas.
Acerca del móvil de la balacera que mató al pequeño y dejó heridos a su hermano Javier y a otros dos amigos de 15 años, Fabricio y Dilan, la mamá del nene dijo no estar segura “de nada de lo que pasó, aunque se sabe que en Rosario hay una guerra entre bandas narcos y mucha inseguridad”. Y agregó que si bien en el barrio Emaús donde vive se ven pasar patrulleros, “siempre se escuchan tiros, pero eso es en todos los barrios de la ciudad. La gente ya lo ve como algo natural. Nunca pensé que nos iba a pasar esto”.
“Él (Lucas) siempre me decía que me iba a sacar de este barrio peligroso”, dijo la mujer conmocionada en declaraciones a Canal 3. Y contó que el lunes terminaron de cenar y Lucas acompañó a su hermano de 15 años hasta la vereda de su casa. “Salió a la puerta y vio a los amigos. Lo siguió Lucas, él era muy cuidadoso en todo: abría para ventilar y me cerraba las cortinas, las cerraduras, todo por seguridad. Se cuidaba mucho, fue a buscar al hermano”, recordó la mujer sobre el instante de la balacera fatal.
“Hasta el momento no me llamó ninguna autoridad”, sostuvo Marisa, aunque esgrimió que “quizás esperen a mañana porque saben que hoy es el velatorio y el entierro”, que se realizó en el cementerio El Salvador pasado este mediodía.
Sobre la noche del lunes recordó que el menor de sus cinco hijos quiso salir pasadas las 22 “a tomar aire cinco minutos”, después de pasar todo el día adentro por un resfrío que le impidió ir a la escuela. “Si no salía, ésto no pasaba”, se lamentó. “Entonces ahí aparece el auto blanco y le da”. También contó que “la ambulancia no llegaba y (Lucas) ya no podía respirar, cerraba los ojitos pero tenía signos vitales. Llegó al hospital (Alberdi con graves lesiones en el tórax), le dio un paro y falleció”.
La despedida
En la despedida del pequeño futbolista se congregaron amigos de Lucas, conocidos de la familia, sus maestros y vecinos del barrio donde vivía. Entre ellos Matías, un amigo de los hermanos del pequeño, sostuvo haber escuchado “los disparos mientras estaba comiendo en mi casa. Se escuchó un rafagazo increíble. Después fui a la esquina a ver qué había pasado y mi hermano estaba parado, agarrándose el pie y lleno de sangre. Después lo vi a Lucas en el piso, fue horrible. Me marcó para toda la vida. Fue una masacre total”. El muchacho agregó que vio al auto blanco instantes después del ataque, pero que no llegó a ver la patente ya que “estaba muy preocupado por su hermano y tenía miedo”.
Agustín, otro amigo de Lucas, dijo tener “un dolor tremendo” y lo recordó como un chico al que todos querían. “Que pase esto nos provoca un dolor tremendo. Era un buen pibe, se cuidaba, jugaba a la pelota. Compartimos muchos momentos juntos. Quería ser futbolista, jugar en primera y en la cancha de Central. Quería sacar a la mamá del barrio, ese era su mayor sueño. Messi, Neymar eran sus ídolos. Se inspiraba con ellos”, recordó para remarcar que “Lucas era un crack jugando al fútbol, siempre andaba con su pelota, lo amábamos. Fue una pérdida que hizo que nuestro corazón toque fondo”.
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El crimen de Lucas caló hondo en varios sectores de la sociedad. Es que el chico, quien hasta noviembre del año pasado jugaba en las divisiones infantiles de Rosario Central, era sumamente sociable y tenía buenas relaciones en todos los ámbitos donde se desempeñaba. A tal punto que su maestra de la escuela primaria, Claudia Abraham, hizo un posteo en Facebook donde volcó toda su impotencia y su dolor.
Allí sostiene textualmente: “La campana suena puntual y tirana a las 9.45 en señal de que terminó el primer recreo. Los chicos se van acercando para encontrarse con sus maestras e ingresar a las aulas, pero siempre queda un grupito de rezagados que tratan de estirar un poquito más los minutos para embocar la pelota en el arco, que a veces es el de verdad y en ocasiones son unas camperitas apiladas en el piso que indican que allí se para el arquero. Clotis, esperame un minuto más que hago el último gol y te lo dedico a vos, me dice Lucas. Imposible resistirse al pedido de ese morocho hermoso con los pirinchitos engominados, que tal como describe uno de los directores técnicos que tuvo, corría detrás de los defensores hasta desgastarlos y terminaba arremetiendo con un certero gol. Lucas comenzó a jugar al fútbol a los cinco años en el club del Barrio 7 de septiembre. A los siete pasó a las infantiles de Rosario Central. A sus trece años soñaba con ser un jugador profesional y le prometía a su mamá que si alcanzaba ese objetivo, se iban a mudar de barrio porque en el Emaús cada día se hacía más difícil vivir en medio de tanta violencia. El viernes 29 de julio al mediodía nos cruzamos por última vez en el colectivo, cuando él regresaba de la escuela secundaria y yo completaba mi jornada en la Cayetano Silva, por donde él transitó desde la salita de 5 hasta 7º grado. Fue la última sonrisa que recibí de Lucas. El lunes a la noche, a poquitos metros de su casa, una balacera terminó con su vida y con todos sus sueños, y yo siento que a mí también me arrancaron un pedazo de mi vida. Decime, Campeón, ¿cómo hacemos ahora para seguir sin vos?”
Fernando Komar, coordinador de las categorías infantiles de Rosario Central, hizo lo propio y trajo a memoria la primera vez que conoció a Lucas. “Recuerdo la primera práctica de Lucas en la Ciudad Deportiva. Por entonces tenía 7 años. Nos gustó especialmente. Jugaba bien abierto por izquierda, justo en el lateral desde el cual yo observaba el entrenamiento en la cancha Nº 1 Miguel Ignomiriello. Ese mismo día decidimos ficharlo. Y desde entonces disfrutamos sus desbordes, sus gambetas y sus goles hasta que terminó el baby a los 11 años. Su familia toda, pero especialmente su papá, hizo un esfuerzo enorme para cumplir con las prácticas y los partidos. Siempre lo acompañó, siempre estuvo a su lado”, escribió el entrenador.
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El fútbol no era la única pasión en la vida de Lucas. Desde la cuenta del Programa Municipal de Ajedrez, recordaron al chico asesinado como un gran jugador. “Él fue alumno de nuestro profesor David Ortiz en la escuela Cayetano Silva, donde conoció el juego del ajedrez. Llego a participar de los torneos distritales del programa municipal de ajedrez en el cual logro ser el capitán del equipo entre los años 2017 y 2019, obteniendo logros significativos”.
La pesquisa
En cuanto a la investigación por la balacera que mató a Lucas y dejó otros tres adolescentes heridos, la misma quedó a cargo de la fiscal Gisela Paolicelli, quien ordenó medidas al personal de la Agencia de Investigación Criminal (AIC) para dar con los homicidas. Hasta anoche no había detenidos aunque los pesquisas hacían peritajes sobre un Toyota Corolla blanco que fue hallado abandonado e incendiado en una calle de tierra de zona noroeste de la ciudad el martes y que podría ser el vehículo utilizado en el ataque. Ese auto había sido denunciado como robado el 23 de julio pasado.