La bala que mató al adolescente Brandon Cardozo en una fiesta callejera de año nuevo tenía la punta pintada de azul. Las siete vainas diseminadas en la cuadra de Centenario al 1300, donde el chico de 16 años recibió un disparo en el mentón cuando corría para alejarse de un disturbio, tenían el mismo aspecto. Y en la casa del policía Emiliano Gómez también se hallaron proyectiles calibre 9 milímetros con el extremo azul. Esa evidencia balística fue contundente para el tribunal que lo juzgó y es uno de los principales fundamentos de su condena a 20 de prisión como autor del crimen.
La coincidencia balística es un pilar del fallo de 176 páginas donde los jueces Juan Carlos Curto, Hebe Marcogliese y Alejandro Negroni explican por qué condenaron a Gómez y por qué descartaron la teoría de que actuaron dos tiradores. Ese era el planteo defensivo de Gómez. El acusado sostuvo que el principal testigo, un policía que trabajaba con él en la Brigada Motorizada y que había sido su compañero de promoción, también disparó esa noche. Y que tiraron juntos —él al aire y el otro al frente— para frenar una pelea a botellazos entre la multitud reunida a recibir el 2016. El tribunal descartó esa hipótesis.
Brandon era hijo único, iba a la escuela y jugaba al fútbol en el Club Atlético Sanford. Sus padres estaban separados y como vivían muy cerca él estaba un tiempo en cada casa. Su última cena de fin de año con su familia fue el 31 de diciembre de 2015. Tras el brindis les pidió permiso a sus padres para ir con su primo y un amigo a una fiesta callejera convocada por redes sociales. En el último día del juicio, su madre recordó conmovida que Brandon la abrazó antes salir. "Cuidate, vieja", le dijo. "Cuidate vos, que vas a salir", contestó ella. Era el último saludo.
En la esquina de Centenario y Entre Ríos se habían reunido unas 500 personas. A las 4.50 arrancó un disturbio entre dos grupos. Volaron piedras y botellas mientras la gente intentaba dispersarse. Brandon y su primo corrieron por Centenario hacia Corrientes hasta que el chico cayó a la altura del 1324.
El chico empezó a perder sangre y se dieron cuenta de que estaba herido: una bala 9 milímetros le había ingresado por el mentón hasta alojarse cerca de la nuca. Tardaron en recibir ayuda mientras se desangraba en la vereda. Tardaron demasiado en lograr que un patrullero los trasladara al Hospital Roque Sáenz Pena. Y Brandon murió en el camino a causa de una gran hemorragia.
Del 8 al 19 de octubre se desarrolló el juicio oral por el caso, con Emiliano Gómez, de 29 años, como el único acusado. Organizaciones sociales e integrantes de la agrupación "Las voces de los que ya no están" realizaron una instalación en la puerta del Centro de Justicia Penal, con arcos de fútbol y el número 16 estampado en remeras rojas y negras para recordar al adolescente, que soñaba con llegar a Newell's.
La pena más alta fue solicitada por el querellante Salvador Vera, en nombre de los padres de Brandon. Solicitó perpetua al considerar que se trató de un homicidio calificado por el abuso de la función policial.
La fiscal Marisol Fabbro pidió 24 años de prisión bajo otro encuadre: el de homicidio agravado por el uso de arma de fuego con dolo eventual. Es decir, consideró que Gómez se representó la posibilidad de matar a alguien. No consignó la función policial porque esa noche el efectivo estaba de civil y franco de servicio. El defensor Paul Krupnik pidió la absolución al sostener que Gómez fue inocente y que el autor del crimen habría sido Lucas B., también policía y principal testigo del caso.
El testigo
"La gente empezó a correr porque se tiraban botellas, piedrazos", declaró este policía que trabajaba junto a Gómez en la Brigada Motorizada, él a la mañana y el acusado a la tarde. Había ido a la fiesta en su auto con su novia de entonces, su cuñado, una amiga y otros dos jóvenes. Se quedaron escuchando música cerca del auto por calle Centenario hasta que empezaron los disturbios. "Quise salir marcha atrás y no pude porque había motos, heladeritas y un container. Se escuchan tiros y mi novia dice «tiene un arma, los va a matar a todos». Giro y lo veo a Emiliano parado sobre el cordón izquierdo con el arma en la mano", contó.
Brest aseguró que, dirigiéndose a Emiliano en la jerga policial, le sugirió que dejara de disparar y se fue. Al día siguiente fue a trabajar a la Jefatura y le comentaron que había ocurrido un crimen en la fiesta a la que él había asistido. Entonces incriminó a Gómez ante sus superiores. El 4 de enero el policía fue detenido. En su casa se secuestró su arma reglamentaria con un cargador con siete municiones intactas, cinco de ellas con punta azul.
Pintar las balas
Los jueces aplicaron una pena alta bajo el encuadre propuesto por la Fiscalía. En el fallo se evidencia el rol decisivo que tuvo la evidencia balística. En el lugar del hecho se secuestraron siete vainas calibre 9 milímetros con la punta de color azul. En una pericia balística esas vainas y el plomo deformado extraído del cuerpo de Brandon fueron cotejados con la pistola de Gómez, una Bersa Thunder 9 milímetros, y los plomos del cargador. Se comprobó "indubitablemente" que las vainas fueron disparadas por su arma.
El perito balístico Luis Alberto Rodríguez planteó que a las balas de punta azul normalmente las llaman "de teflón" aunque "no existen acá en Rosario, sino que son balas de plomo desnudo las que les hacen una cobertura de pintura azul para que no se dañe tanto el arma. Es decir, que no quede tanto resto de plomo en el cañón".
Según el fallo, los cartuchos eran de plomo crudo pintado con la misma pintura epoxi azul. Al igual que el proyectil extraído del cuerpo de la víctima, según pericias del gabinete criminalístico de la Unidad Regional II y de Gendarmería Nacional. Las balas fueron comparadas bajo un microscopio infrarrojo y se constató, de forma categórica, que todas fueron recubiertas con el mismo lote de pintura azul.
Para los jueces, a partir de esa evidencia quedó probado que Gómez disparó cerca del portón de un sanatorio de Centenario 1268, que fue el único tirador y que no tenía a Brandon en la mira sino que lo mató por azar, al disparar hacia "el tumulto". "Pretender desentenderse de este proyectil que tenía el mismo culote, el mismo calibre y la misma composición química de la pintura que lo recubría que otros siete proyectiles que él mismo admitió disparar, no tiene sustento", dice el fallo. La querella y la defensa ya apelaron.