Un vecino de la cuadra contó a este diario que todo se desató poco después de las 21 cuando dos sujetos en moto se acercaron por calle Cerrito y doblaron por Italia en contramano hasta quedar frente al chalet que perteneciera al juez Ismael Manfrín, una casa con cochera en desnivel, una escalera a la derecha que da acceso a la puerta de entrada, dos plantas sobre el garaje y techo a un agua.
Entonces retumbaron los disparos, como una ráfaga. Se contaron entre siete y ocho estampidas. Dos proyectiles perforaron un panel de vidrio de la vivienda, otro impactó en la puerta de un pasillo lindero.
La reacción de sorpresa de un policía que estaba sentado en un patrullero, estacionado en doble fila frente a la seccional, fue tocar la bocina y encender las sirenas para alertar a sus camaradas.
¿Una fuga más?
Tras los disparos, la primera especulación de los vecinos que se asomaron a la calle fue que se había escapado un preso del penal. Pero el desconcierto que reinaba entre los uniformados parecía descartar esa hipótesis. Un par de empleados policiales salió corriendo por el medio de la calle, empuñando sus armas en alto, en dirección a calle Riobamba.
La confusión inicial se despejó a los pocos minutos, cuando los vecinos más cercanos al cruce con Cerrito comenzaron a arremolinarse en torno a la casa de Italia 2118 que hasta hace poco más de un mes ocupó el juez de Sentencia Ismael Manfrin. "Fue en la casa del juez", se les escuchó corear. Lo que no todos sabían es que el magistrado que presidió el juicio oral que derivó en condenas a la banda de Los Monos se había mudado. Y el dueño de casa hoy es otro.
Desencajado
Marcelo, un abogado que compró la vivienda con un crédito hipotecario, recorría la vereda de un lado al otro con el rostro desencajado. Dos plomos habían entrado por uno de los tres paneles de vidrio de su living para terminar perforando un mueble, a metros de donde cenaba con su esposa y sus pequeñas hijas.
"Estábamos comiendo con mi familia, sentimos seis o siete impactos de bala y quedamos todos paralizados. Cuando más o menos vimos que había movimiento policial salí yo, le dije a mi familia que se quede adentro. Ví mi casa y tenía cuatro impactos en el frente, dos de ellos en la ventana", contó Marcelo a los periodistas que llegaron al lugar a los pocos minutos, mientras los peritos de la Policía de Investigaciones (PDI) empezaban a levantar rastros en la escena. Luego, él se quedó en la casa y sus hijas y su esposa fueron a pasar una noche que se avecinaba difícil a la vivienda de un familiar.
Superado el susto, una camioneta policial cortó el tránsito a la altura de Riobamba, otra se plantó frente a la casa baleada y efectivos de la seccional 5ª vallaron el entorno mientras marcaban círculos con tiza alrededor de los casquillos que fueron encontrando entre la oscuridad y las hojas de los árboles. La séptima vaina quedó justo en la mitad de la intersección de Cerrito e Italia, lo que obligó a extender el cerco sobre el asfalto.
"Nunca tuve intimidación de ningún tipo. Todos los vecinos relacionaron el hecho con la persona que vivía antes", insistió Marcelo tras sufrir en carne propia un atentado que, con el correr de las horas, desataría un vendaval de implicancias institucionales y políticas en la provincia.