Un estudiante avanzado de ciencias económicas, detenido e incomunicado como
sospechoso de haber asesinado a Gabriela Liliana Núñez, reconoció ser el responsable del crimen. El
joven habría admitido ser quien disparó contra la adolescente de 16 años en Sucre y San Juan el
martes por la noche. Aunque dijo que su intención fue asustarla y que el tiro salió
accidentalmente.
La situación implicó un giro con respecto a la primera versión dada por Andrés
Sosa, de 23 años, que se entregó pocas horas después del homicidio en la comisaría 30ª. En
principio declaró con énfasis su inocencia. Pero por la tarde no sólo habría admitido su acto:
también revelado la zona rural donde escondió el arma utilizada y los motivos de su reacción.
La policía rosarina secuestró evidencia que va en el sentido de lo que admitió
el muchacho. Lo fundamental son tres teléfonos celulares: el de una amiga de la víctima, el de
Gabriela y el del propio joven.
Antes de recibir el balazo en la cabeza, Gabriela le había enviado un mensaje de
texto a una amiga en el que advertía: «Andrés me quiere matar»". Ese mensaje, según fuentes de la
investigación, fue enviado a las 19.45. La presunción es que eso fue 25 minutos antes de que
Gabriela fuera atacada.
Los teléfonos incautados contienen cruces de mensajes que, según fuentes del
caso, aportan claridad decisiva sobre lo ocurrido.
Ante la policía, en un primer interrogatorio que se extendió entre la 1 y las 3
de la mañana de ayer, Andrés relató lo que hizo durante todo el día del homicidio. Pero aseguró
tener una laguna sobre sus actividades entre las 17 y las 20.30. A esta hora, según dijo, recuerda
que se fue en auto a Oliveros. Regresó para ir a la comisaría. Y dijo ser inocente.
La declaración. Pero ayer a la tarde, tras casi un día de incomunicación, la
situación dio un vuelco. Andrés habría relatado que la negativa de la chica a interrumpir el
vínculo afectivo que los unía lo decidió a mostrarle un arma para convencerla de su determinación
de romper y alejarla definitivamente. En esas circunstancias y en medio de una discusión, habría
referido, salió el balazo.
La investigación sugirió desde el arranque una motivación pasional. El joven
universitario había tenido una relación con Gabriela pero, además, una relación más formal con otra
chica. La hipótesis fundamental fue que en las tensiones de esa dualidad estaba la explicación del
crimen.
Andrés Sosa es hijo de una médica pediatra que trabaja en una empresa de
emergencias. Le faltan dos materias para graduarse como contador público. Es un joven alto y de
físico robusto. Dos horas después del crimen se presentó en la comisaría 30ª en la zona de barrio
Parque Field II. Es lejos del lugar de los hechos pero un primo de Andrés trabaja allí como
policía. Al reportarse el caso fue trasladado a la comisaría 6ª de San Luis al 3200.
Allí fue interrogado por personal de Jefatura. Andrés comentó, según fuentes del
caso, que recibió a Gabriela en su casa a las 17. La chica llegó allí con siete amigas para buscar
un pulóver. Luego afirmó tener una laguna sobre sus acciones.
Eso fue a la madrugada del martes. Pero por la tarde los elementos en su contra
se habían afianzado. Fueron fundamentales aportes de testigos, en especial, el círculo de amigos de
Gabriela. Pero la voz esencial habría resultado la de un chico de 16 años (ver aparte) que vio un
fragmento del incidente y describió los rasgos físicos del chico agresor con una precisión
notables.
El desconcierto. Andrés no cuenta con antecedentes penales, tiene un hábito
regular de trabajo y estudio y reconocimiento en su entorno. Los diagnósticos de su perfil
psicológico no estaban listos, lo que no impidió que un oficial diera una síntesis basada en el
contacto preliminar. "Es un chico de apariencia normal que parece haberse mandado el cagadón de su
vida".
Puntos débiles. Lo que tendrá validez decisiva es lo que pase a partir de las
15, cuando Andrés declare ante la jueza de Instrucción Nº 2, Alejandra Rodenas. Según fuentes
tribunalicias, el balazo que mató a Gabriela Núñez ingresó por el occipital derecho sin orificio de
salida. "El disparo fue a corta distancia y el plomo se deterioró dentro del cráneo", comentó un
vocero policial. Eso no impide el peritaje si se ubica el arma.
"La muchacha tiene un raspón en la rodilla, que pudo ser a raíz de la caída.
también tenía otro en su rostro, que se supone que no fue producto de la caída, daría a pensar que
fue por un forcejeo previo al balazo o es del día anterior. También tenía una lesión en el dorso de
la mano derecha, como si se la hubieran apretado" explicó.
Andrés vive en Nicaragua y Mendoza, en jurisdicción de la subcomisaría 22ª, a
unas diez cuadras de la casa de Gabriela, en Carranza y Mendoza.
Los padres de la adolescente lo conocían porque el muchacho frecuentaba la casa. Y aunque fueron
cautelosos, sostienen la idea de que el chico estaba obsesionado con Gabriela. Dijeron saber que
Andrés tenía conductas violentas y que por eso le sugerían a ella que interrumpiera el vínculo (ver
página 29). Al final la versión inversa prevalecía: que Andrés estaba obsesionado, pero por cortar
la relación, y que en el afán de hacerlo desató una tragedia.