La investigación por la detección de 115 kilos de cocaína que llegaron a España
dentro de tres máquinas agrícolas fabricadas en la provincia, hace un mes, desembocó en la
realización de 14 allanamientos en territorio santafesino y bonaerense. Las empresas elaboradoras
de la maquinaria fueron ubicadas y son, presume la Justicia, damnificadas por la maniobra.
Las máquinas en las que llegó al puerto de Barcelona un cargamento valuado en
tres millones y medio de euros son arados con rastras de dientes, remolques y semirremolques
fabricados por dos compañías santafesinas: El Gauchito Maquinarias y Herramientas y Agroar SA. Esta
última está ubicada en la localidad de San Vicente, en el departamento Castellanos, a 50 kilómetros
de Rafaela. Es una planta con 150 concesionarios en todo el país y con 22 años de trayectoria en la
actividad.
Al costado. Fuentes cercanas a la investigación dijeron a este diario que se
inició la pesquisa para determinar si participaron de la maniobra o fueron víctimas de un engaño.
Prevalece la idea de que son ajenas: de la investigación judicial surgió, por documentación
acopiada, que las máquinas se comercializaron por partes. Lo que además estaría respaldado por cómo
fue el armado de las máquinas, según los peritos.
La maquinaria fue encargada por una firma con domicilio legal en Barcelona. Se
ocupó de las gestiones de importación un ciudadano español con la colaboración de dos argentinos,
que no son santafesinos, ahora detenidos. La firma importadora es OIT SA.
Las máquinas habrían sido vendidas en partes y eso aleja las sospechas de las
fabricantes: la droga fue colocada dentro de la estructura metálica huecas de los arados. Pero
quienes lo hicieron con las máquinas sin ensamblar luego, mediante un procedimiento técnico
sofisticado, revistieron la cocaína con resina verde, chapa y plomo, para luego soldar la
estructura de acero. Ese tratamiento imposibilitó que los escaners detectaran la carga ilícita. Y
en el destino tuvieron que destruir las máquinas con el uso de amoladoras.
Usurpación. Las autoridades del juzgado penal económico Nº 2 de Capital Federal
detectaron que a la firma exportadora, que es de Buenos Aires, le fue usurpado el número de cuit y
el título de la forma. Sus responsables comparecieron para alegar que en el momento de la
transacción no podían operar: tenían el cuit suspendido por deudas impositivas.
Ahora la Justicia investiga en qué lugar fueron armadas las máquinas. Se sabe
que fue en Argentina porque a España llegaron terminadas. Al ensamblarlas se colocó la droga dentro
de la estructura.
Fuentes de la Aduana indicaron que usurpar el nombre de una firma exportadora es
una modalidad delictiva batante común en el tráfico de drogas. "Para inscribir a una exportadora
deben completarse muchos pasos y hasta quedar verificado como un operador confiable a la empresa en
cuestión le revisan hasta los pañales. Un operador confiable no se libra de control. Lo que hacen
las organizaciones de contrabando es chupar los cuits o los nombres de empresas. Pero generalmente
cambian automáticamente el transportista. La mayoría de las empresas exportadoras usa siempre los
mismos transportistas. Por eso el cambio es sospechoso y esto deja un rastro", narró un conocedor
del caso.
Mal olor. La Aduana en Buenos Aires aduce que en este caso se recomendó a España
el control de la carga, que había pasado por allí, por dos detalles de riesgo: llamó la atención
que la firma exportadora negociara máquinas con documentación adulterada cuando siempre
comercializó oleaginosas y que hubiera cambiado al transportista.
En general, la carga llega a la terminal portuaria por tierra y después se
embarca al contenedor. Cuando una empresa solicita el permiso de exportación se la autoriza a
retirar el contenedor vacío y se carga en otro lugar. Esto fue lo que ocurrió con las tres
máquinas.
Después el contenedor pasó por los controles aduaneros: las cámaras con rayos
atravesaron el contenedor pero, envuelta con resina y plomo, la droga no fue percibida. Llegó al
puerto de Cornella de Llobregat y el 1º de julio, en un galpón de ese suburbio de Barcelona,
personal de la Guardia Civil de España y de la Afip argentina vieron como unos obreros desbarataban
las máquinas y sacaban de allí decenas de panes de cocaína, que pesaban cada uno entre tres y
cuatro kilos.