Marta González y Franco Di Vita son jubilados y dedican gran parte de sus días a la solidaridad. Ella tiene un grupo de amigas que colaboran con distintas escuelas y él da clases de cocina en el barrio Toba para que las mujeres tengan una fuente de ingreso. Aquí la historia de un matrimonio feliz.
Se conocieron hace 16 años. Ella docente y el panadero y confitero. Se casaron y disfrutan mucho estar juntos. "Como ya nos jubilamos, teníamos tiempo entonces mi amada esposa (por Marta) me dijo que por qué no enseñaba todo lo que yo sabía", contó Franco antes de empezar una de sus clases de panadería.
"Una amiga me pidió si podíamos ir a ayudar a la Estación Misionera Franciscana María Madre de la Esperanza, donde está la Hermana María Jordán", relató Marta. Y allá fueron un lunes y desde hace cuatro años no dejan de cruzar la ciudad con los ingredientes de cocina para las cerca de 20 madres del barrio que asisten.
Los dos están bien organizados: Marta se ocupa de la logística y Franco da las clases de cocina. Ambos lo disfrutan muchísimo.
En un salón anexo al jardín de infantes de Olive 2582, en pleno barrio Toba, Franco despliega toda la harina, junto con toda su energía y su buena onda para enseñar. "Arrancamos con pan, y enseguida me entusiasmé y les propuse aprender a hacer pizzas y después fideos", señaló el experto panadero que recibió la inmediata aprobación de sus alumnas.
Así, con voluntad y sobre todo con amor, todos los lunes, de 14 a 18, se reúnen las mujeres y algún hombre para las clases del esperado Franco.
Hoy ya suman decenas de comidas que las participantes aprendieron entre facturas, canelones, lasagnas, rosquitas, budines, además de los panes, las pizzas y los fideos de las primeras clases.
"El barrio es muy humilde y por eso cocinamos en cantidad para que las mujeres puedan llevarse algo a su casa y también vender, de manera que esto se convierta en una fuente de ingreso", amplió Franco. Además, las alumnas también dejan parte de la producción para el jardín de infantes Niño Jesús de la Estación Misionera Franciscana.
Franco llegó a los 9 años desde Ripalimosani (Italia) y a esa edad aprendió a amasar medialunas. Con el tiempo tuvo su propia panadería.
En 2016 una amiga de Marta le propuso que también diera clases de panadería y desde entonces, todos los martes, de 15 a 17.45, un grupo de mujeres se reúne para aprender de Franco. "Pasamos un rato muy agradable y muchas estamos solas. Es muy lindo", declaró una de las participantes, la mayoría vecinas de la zona.
Además de acompañar a Franco, Marta también tiene su grupo solidario. Se trata de un grupo de mujeres que organizan eventos a beneficio, como almuerzos o tés. El objetivo siempre es ayudar.
Este año con lo recaudado lograron comprar todo el equipo de Taekondo para los chicos de la parroquia María Madre de Dios, de barrio la Lata. También costearon el viaje de 7° grado de la escuela 526, y lograron que chicos de barrio Las Flores pudieran conocer el Planetario, el Monumento y el parque Independencia. Para el 2019 Marta y Franco planean seguir adelante con estos planes. "Tenemos muy buena salud. El que todo lo sabe es que el mejor nos está pagando", aseguraron felices.