En el corazón de Villa Banana, mucha veces esquivando tiroteos, Liliana Sánchez abrió un merendero, que luego se transformó en un lugar para dar apoyo escolar. Ahora sumó una biblioteca y una ludoteca. “Los chicos no tienen que dejar de leer”, sostiene.
Su afán de ayudar no se quedó allí, sino que conformó la asociación civil Siembra y Cosecha y generó una red que nuclea a 12 instituciones entre iglesias cristianas y otras asociaciones para dar contención, alimento y educación a los chicos que viven en Villa Banana.
Cuatro personas más la ayudan en las diversas tareas, y este año comenzó a capacitarse. Hizo un curso que organizó la Bolsa de Comercio de Rosario para organizaciones de la sociedad civil y a partir de allí vio todas las posibilidades que tenía de ayudar todavía más en el barrio.
En la casita de Río de Janeiro 2645 sirve la merienda los viernes a la tarde. Allí tenía una lista de 245 chicos, pero decidió dividirlos en otros merenderos de la zona, para que no tuvieran que atravesar el barrio y quedar atrapados en algún tiroteo.
Ahora recibe a 32 chicos todos los viernes para darles la merienda.
En la semana el lugar, que también es su casa, funciona como centro de apoyo escolar, y abre la biblioteca todos los días a cualquier horario. “Empezamos con 250 libros de lectura y matemáticas y se llevaron muchos, sobre todo los de primaria, porque eran los que más necesitaban y no los podían comprar. Cuando terminan las clases me los devuelven”, contó la referente.
Los chicos también buscan cuentos, “mi idea es que dejen un poco la tecnología y no pierdan la posibilidad de aprender con la lectura”, señaló Liliana.
Además, la mujer armó una ludoteca. “Quiero que los chicos aprendan jugando, intento que mejoremos la convivencia en el barrio y lo podemos hacer compartiendo juntos”, contó.
En ese salón también se dan charlas sobre los derechos de las mujeres para adultos.
Los domingos colabora en una escuela dominical de una iglesia donde sirven el almuerzo a 87 personas.
Los que participan de las actividades saben que también pueden hacer solidaridad. Por eso, todos los viernes, a las 20, salen con viandas y agua caliente a recorrer los hospitales, y repartir la comida. “Mucha gente está angustiada en las salas de espera y pasa días allí sin nada”, reconoció quien contagia la solidaridad.
Consultada sobre qué la motivaba a realizar todas estas actividades, Liliana contó que trabajó durante años como asistente gerontológica en dos lugares y cuando se quedó sin trabajo la pasó muy mal. “Soy madre soltera y tengo cuatro hijos. Me quedé en la calle y sufrimos mucho. Yo sé lo que es el hambre y que nadie te ayude, por eso me prometí que no iba a dejar de ayudar a nadie que estuviera pasando necesidad”, confió. De allí saca las fuerzas para continuar generando actividades, y a la vez, recibe la satisfacción de ver que los chicos que ayuda, cada día están mejor.
Los que puedan colaborar, se necesitan libros para la biblioteca. Para contactarse llamar al 153-813269.