Páginas escritas hasta el minuto 90 hablando de lo que era una actuación flaquísima de Central. Una más. Y sobre el final es la corrida de Vergara para poner el 1 a 1 que parecía un mazazo para Católica y el final de un partido en el que el canalla podía llevarse un resultado y la madre por lo acontecido hasta el minuto 90. Pero había emociones por delante de esos tres minutos que le quedaban al juego. Corrida de Fuenzalida, achique de Ledesma y penal de Rizzi que Aued se encargó de facturar. Así, la posición en cuclillas en la que quedaron los jugadores chilenos tras el tanto de Vergara trocó en cabezas gachas por parte de los canallas, a los que para lo único que les quedó tiempo fue para marchar rumbo al vestuario.
Si la pelota, uno de los valores más preciados que tiene el fútbol, se tiene como enemiga es difícil que los caminos conduzcan a una estación placentera. Central despreció el balón en el primero tiempo y fue por eso que corrió para todos lados, de manera desordenada y sin poder generar absolutamente en ofensiva. Fue una verdadera bola de juego el balón en la zona que mejor debía ser tratada. A todos les rebotaba y nadie fue capaz de generar un circuito interesante. Una invitación para que Católica pudiera desplegar juego, meterle ritmo y hacer que el canalla sufriera el partido más de lo que podía jugarlo.
Católica claramente fue más
El salvajismo de Cabezas que terminó con una lesión propia (en su lugar ingresó Parot) fue el inicio de una primera etapa en la que Católica fue claramente más que Central, con movimiento más rápido pero sobre todo más eficaces, a espaldas de la línea de tres volantes ofensivos y en las narices de Gil y Rinaudo. Fue así que el predominio en el juego empezó a notarse frente al arco de un Ledesma que ya a los 8' tuvo que esforzarse para desactivar contra el palo derecho un cabezazo de Sáez. En ese tiempo la superioridad ya era clara, con Fuenzaliza y Puch desnivelando cada uno por su banda y con Aued moviéndose con libertad frente a un mediocampo canalla inactivo.
Parot fue justamente quien debió esforzarse en un cierre luego de que Sáez le ganar en la carrera a Barbieri. Una jugada en la que el descontrol se hacía carne nuevamente en el canalla. ¿Y el canalla? Un centro de Molina que Camacho no llegó a conectar porque quedó lejísimo de la pelota. Sólo eso para un equipo que abusó del pelotazo a Riaño y que jamás pudo hacer pesar la velocidad de Palavecino ni la inteligencia de Allione.
Lo que el partido merecía llegó a los 27', luego de que Barbieri no llegara a despejar de cabeza y la peinara hacia atrás para la corrida solitaria de Puch y lo único que tuvo que hacer fue elegir de qué manera debía sentenciar a Ledesma.
Le pasó a Central bajo el ciclo de Ferrari que después de regalar un primer tiempo se recompuso en el segundo, pero esta vez no fue la excepción. Apenas si intentó pisar el acelerador con un poquito más de ganas, pero eso no hizo que Católica tuviera sus chances para liquidarlo en cualquier momento.
La anemia futbolística del canalla se extendió sin poder marcar presencia ni protagonizar rebeldía. Porque el desconcierto fue tal que Rinaudo quedó como el hombre más audaz para llevar la pelota del medio a tres cuartos. Allione y Camacho fracasaron una vez más. El ingreso de Zampedri aportó poco y atrás sufrió igual, aunque ya con otro formato de partido, en el que Católica, de contra, tuvo sus chanes en los pies de Sáez, Fuenzalida, fuentes y Aued. De Central, un centro de Rizzi que Riaño o logró dominar y otro tanto de Molina que Zampedri no llegó a conectar. Por eso, el gol de Vergara era un bálsamo en medio de un partido desparejo en el que la infantilidad canalla en el final le puso justicia.