Antes que nada. Esto es fútbol, un juego primero que todo, donde suele haber vencedores y vencidos, y ningún resultado debe hacer perder de vista esa premisa. Todo lo que sigue en estas líneas parte desde esa seguridad y el lenguaje se asocia a eso. Dicho eso, no parece haber ninguna duda de que toda la obligación en este clásico que tanto atrapa y apasiona a los rosarinos es de Newell’s. Es de Gabriel Heinze también. No llegan en similares condiciones, no tanto por el presente, pero sí por la carga subjetiva que asumen por el pasado, reciente y no tanto. Es el pueblo leproso el más necesitado de una victoria en el Coloso del Parque y, del otro lado, en Central no pesaría tanto una caída y menos en su entrenador que tiene sobrada espalda para bancarla. Del lado leproso, un traspié sería sumamente inconveniente y abriría demasiados interrogantes. Por lo tanto, a la pregunta del título cabe la respuesta: Newell’s se juega mucho más que Central.
Demasiados años pasaron desde aquel 1 a 0, con el grito de Rolando Schiavi de penal. Casi 15. Es cierto que hubo tres que no deben contarse por el tiempo que estuvo Central en la B Nacional, pero los siete encuentros sin victorias representan a esta altura un lastre que en el Parque todo el mundo quiere liberar. Además, en esos partidos Newell’s ni siquiera estuvo cerca de arrimarse a la victoria.
Heinze y la mayoría de estos jugadores leprosos no tienen porqué hacerse cargo de ello, pero va de sabido que les toca la responsabilidad, de mínima de no prolongar la racha. También de acercarse en las formas si no lo consigue. Y en ese sentido, todavía este equipo del Gringo no da las garantías suficientes. La pobre expresión futbolística en el último partido de la liga, ante Estudiantes en La Plata, encendió un alerta amarilla indisimulable y que apenas pudo corregir con la victoria posterior en Chile, en el debut por la Copa Sudamericana.
Pero claro, justo es decir también que antes este Newell’s venía de su mejor producción ante el que había iniciado la fecha como líder, San Lorenzo, y previamente a eso, de un buen empate en Santa Fe con Colón y una justa victoria ante Barracas Central, también en el Coloso.
Precisamente, el Coloso que tan esquivo viene siendo para Newell’s en los últimos tiempos de la historia del clásico, le da el mejor argumento para hacerse fuerte en esta edición. Viene de ganar los últimos cinco partidos en esa condición, sin recibir goles además, y dos de ellos ante equipos punteros (Boca en el torneo anterior y, lo dicho, San Lorenzo en este).
También tiene este Newell’s que aferrarse a la victoria ante Audax, aunque no haya sido consecuencia de un mejor juego, en el sentido que le dio Heinze de un valor anímico “importantísimo”. Sabía el Gringo de lo que hablaba luego de dos flojas producciones y en vísperas de tamaño partido.
Y lo dicho, en el duelo de técnicos, tampoco hay dudas que la mayor carga es de Heinze. Russo no perdió ninguno de sus 9 clásicos y tres de ellos tuvieron al Gringo como jugador, sus únicos, que no pudo ganar. Hoy por supuesto está en otra función, es su primer clásico como entrenador y el hilo conductor de ese pasado solo es su colega de enfrente, del que debe haber aprendido que puede depararle sorpresas tácticas.
No hay dudas de que en este duelo, Heinze tiene más para perder que Russo. Pero, paradójicamente, mucho más por ganar también, porque puede ser el técnico que le ponga fin a la racha de local y, la menos importante para los leprosos, a la del DT canalla.
Por eso, se insiste, todo el juego subjetivo apunta a una mayor presión para Newell’s y Heinze. Qué mejor prueba que la inédita concentración que ordenó el Gringo, con 34 jugadores en Bella Vista. La conclusión es la resumida en el primer párrafo. ¿Qué se juega Newell’s? Mucho más que Central.