José Aurelio Pascuttini a sus 75 años no necesita presentación. Su trayectoria habla por él. La que en la actualidad lo ubica como uno de los referentes en materia de formación de futbolistas. A tal punto que fue convocado por la Conmebol para interactuar en los seminarios sobre desarrollo de juveniles. Durante la charla con Ovación, el Coco ratifica una marca registrada en cómo edificar divisiones inferiores, pero también exhibe una adaptación pragmática a los nuevos tiempos. "Si tenés un coordinador o director general que no es técnico y que cuenta con un grupo de entrenadores que no saben formar, olvidate de tener una buena cantera", señala a manera de mensaje. "Nosotros en todos los clubes que estuvimos, fundamentalmente en Central, estábamos todo el día trabajando en el predio, no como ahora que algunos mandan un mail a sus colaboradores con una planilla en Excel para indicarles la rutina", aclara. Y si bien al principio de la charla pidió no hablar de lo que sucede hoy con las inferiores canallas, al final hizo un diagnóstico lapidario. "No quería hablar de esto, pero al ver el desastre que hicieron luego de que ese muchacho Carloni tuviera el atrevimiento hace unos años de descalificarme en una carta de lectores del diario, que tanto dolor y enfermedad provocó en mi familia, te digo lo que pienso: vendieron jugadores por 40 millones de dólares que nuestro trabajo les dejó, trajeron más de 40 futbolistas de afuera, no promovieron juveniles y ahora estamos sufriendo con el promedio. Y el inventor del fútbol Carloni me defenestraba a mí y a mis compañeros", bramó el Coco ya con la tanada dibujada en el rostro.
—Es un trabajo de años que implica enseñarle a un chico de manera gradual a jugar al fútbol, respetando las etapas de desarrollo de ese niño primero y adolescente después. Al principio dejando libre el espíritu lúdico del chico y luego, ya después de los 12 años, ajustando lo inherente a sus condiciones y función en el contexto de un equipo. Es allí cuando el entrenador comienza a moldear al futbolista, partiendo de su puesto hacia lo colectivo. Preservando su creatividad individual pero inculcando la necesidad de elegir las mejores opciones cuando se juega. Un defensor debe saber que hay veces que puede salir jugando pero hay otras que debe despejar. Hay ocasiones que un delantero puede patear al arco, pero hay otras en las que debe habilitar a un compañero mejor ubicado. El que aprende a elegir con mayor frecuencia la jugada adecuada es quien más posibilidades de llegar tiene. Por eso aquel niño de infantiles que gambetea a uno, dos o tres no hay que retarlo, hay que dejarlo que se divierta, porque desde los 13 en adelante tendrá cuatro o cinco años para comprender cuándo gambetear y cuándo dar un pase.
—¿Cuál es una de las mayores exigencias?
—La que siempre establecí es que un pibe mientras está en las inferiores es fundamental que estudie, que se forme como persona, porque son muy pocos los que llegan a la primera. Hoy tengo la suerte de que muchos que no llegaron vienen a saludarme con una carrera universitaria o terciaria cumplida y a agradecer lo que hicimos por ellos. Eso es gratificante. Como así lógicamente ver a los jóvenes que triunfan en el fútbol luego de haber compartido con ellos cinco o seis años de trabajo. Todo eso habla de tu laburo, el que llegó al profesionalismo como futbolista y el otro que no llegó pero que sí se forjó un porvenir con los estudios.
—¿Para promover a un jugador, además de sus condiciones y preparación, qué otro aspecto es clave?
—El diálogo permanente entre los técnicos de primera y los coordinadores de inferiores, que también deben ser entrenadores. Esa relación debe ser fluida.
—¿Las inferiores tienen que jugar de la misma manera que la primera división?
—No, no comparto ese criterio y así se los hice saber a los presidentes que me contrataron. Al jugador hay que formarlo y prepararlo para que juegue en varios esquemas, porque nadie sabe el día de mañana qué técnico llegará a dirigir al primer equipo. Con mis entrenadores de inferiores nos preparábamos para enseñarles las alternativas tácticas, porque los técnicos también deben incorporar la mejor forma de transmitir las variables, para que el chico sepa cómo deben ser sus roles si defendían con tres, cuatro o cinco, o cómo actuar en la zona de volantes según los diferentes planteos y así también con los delanteros.
—¿Siempre se trata de ganar?
—Siempre fui el primero en querer ganar todo cuando era coordinador de inferiores, pero para intentar ganar antes hay que enseñarles a los chicos a jugar primero y también hay que enseñarles a ganar.
—¿Cómo se le enseña a ganar a un adolescente?
—Charlando mucho. Escucharlo y aconsejarlo. Quitándole esas presiones que atentan contra sus posibilidades de ser y hacer. Explicándole que una derrota no es un fracaso, sino un desafío para seguir aprendiendo. Porque el triunfo lo debe buscar cuando llegue a la primera división. Seguro que es gratificante cuando las diferentes divisiones ganan, pero de nada sirve si luego ninguno de ellos llega a primera. Tiene que quedar bien claro que en una cantera se trabaja para proveer al plantel profesional. Que es lo más difícil, porque ahora cuando llegan se encuentran con el problema de que no tienen espejos dónde mirarse.
—¿Cómo es eso?
No aludo sólo a la Argentina, sino también a otros países sudamericanos. En los últimos 15 años cuando se intenta promover un joven se encuentran con que no hay grandes referentes en los planteles y entonces ese chico no tiene un guía, no encuentra un ejemplo y queda solitario ante un nuevo escenario que es muy vertiginoso y no da demasiado tiempo para corregir. Esos jóvenes necesitan de alguien que los oriente. Más si el juvenil en cuestión está en una pensión, porque su familia está distante. Eso también forma parte de la formación, por eso uno iba y estaba muchas horas en los predios dándoles contención a todos esos chicos. Eso también es parte del trabajo del coordinador. No como ahora que a veces ni van, manejan todo con una planilla en Excel a la distancia, sin presenciar la tarea ni controlarla y con el agravante de que los obligan a los técnicos a impedir que los jugadores se queden después de la hora establecida a ensayar tiros libres o penales. ¿Sabrán cuánto mejoraron el Negro Palma, Chamot o cualquier jugador de aquella época pegándole a la pelota contra la pared del pozo de la ciudad deportiva después de los entrenamientos? Cómo le vas a prohibir que se queden practicando.
—¿Esto pasa en Central?
—Mejor sigamos con la charla como hasta ahora que venimos bien.
—Cuando clubes como Central y Newell's no promueven jugadores como siempre lo hicieron suenan las alarmas. ¿Es sinónimo de mal trabajo de formación o captación eso?
Esta pregunta me viene bárbaro para contraponer un fundamento a lo que siempre les escucho decir a algunos periodistas. Un buen laburo en inferiores no te garantiza que van a subir cinco o seis juveniles todos al mismo tiempo para ser titulares. Si suben dos o tres ya es muy significativo. Una vez vino a buscarme Raúl Gámez para que vaya a coordinar las inferiores de Vélez. Dos minutos duró la charla. Me dijo: "Necesito que me saques dos jugadores por año para así poder vender y mantener el presupuesto. No me importa si la cuarta, la quinta o la sexta salen campeonas". Listo le dije. Estuve cuatro años y cito sólo un ejemplo para demostrar lo importante que es trabajar en equipo. Llega Marcelo Bielsa como técnico y me cita al Hotel Panamericano, charlamos durante dos horas, le explico que mi deseo es que le vaya muy bien porque del éxito de la primera dependía el nuestro de las inferiores. A la semana me dice que necesita un número ocho. Le recomiendo al de la quinta, Juan Carlos Falcón, un jugadorazo. Lo lleva pero a los pocos días se lesiona. El Loco tenía un fastidio y ahí nomás le dije que se quede tranquilo porque había otro, pero que era un poco más chico, de la sexta. Marcelo no dudó y allá fue el otro ocho. Era Lucas Castromán. Lo puso y la rompió. Al tiempo lo vendieron a Europa. Ahí está el concepto de las inferiores, en poner dos o tres jugadores por año en el plantel profesional, no se trata de poner cinco o siete. Es muy difícil lograr eso y más si no se tienen buenos referentes y tampoco un trabajo articulado y mancomunado entre el técnico de primera y el coordinador de las inferiores.
—Siempre sostuviste que un coordinador o director de inferiores debe ser técnico...
—Por supuesto, porque no puede ser un preparador físico, médico o un kinesiólogo. Ellos están para otras funciones. El coordinador o director como le llaman ahora debe ser técnico porque debe hablar el mismo idioma que el entrenador de primera y el de sus propios conductores de inferiores. Porque ellos muchas veces también te avivan en determinadas circunstancias. A mi lado estaba Luciano Pellegrini y él me decía que Cervi iba a ser un fenómeno. Le hice caso y vaya si tuvo razón. Pero esto se logra cuando se trabaja en equipo, porque lo que no ve uno lo puede descubrir el otro. Idéntica situación sucedió con Lo Celso, que cuando paso por la cancha donde estaba la prueba de jugadores pregunto y quien los miraba no me lo apunta, pero cuando lo vi jugar cinco minutos le dije que vaya a firmar que se quedaba.
—Cuando se consulta hoy en Central ante la falta de jugadores surgidos de las inferiores te hablan de las consecuencias de los tres años del descenso. ¿Es así?
—Te puedo hablar mucho al respecto porque estaba yo en aquella época y sólo nosotros sabemos cómo laburamos para contener a los juveniles de las inferiores durante dos años y pico. Por ejemplo Nery Domínguez, a quien el representante de ese momento lo quería llevar a un equipo de Primera C para que pudiera jugar y yo al jugador le decía que de Central no se movía porque iba a llegar a la primera. Nery me hizo caso y al poco tiempo no sólo llegó sino que forjó una muy buena carrera. Eso te de la pauta de que lo que dicen no es cierto, porque los jugadores siguieron en competencia en la Rosarina. El problema es que subestiman a la Rosarina. Y en la Rosarina, si vos pasabas la primera local, tenías muchas chances de llegar a la primera división. Porque la local de la Rosarina era y es bravísima y es muy competitiva, porque los pibes juegan contra gente grande. Cuando Central jugaba contra Coronel Aguirre, para dar un ejemplo, te daban de lo lindo, se ponían ásperos y ahí los nuestros se graduaban, porque no les decíamos vayan a pegarle, sino que les decíamos hay que aguantar y jugar. Y les pedíamos que cuando vayan al choque lo hagan firme, porque ellos entrenaban todos los días, en cambio los otros muchachos como tenían que laburar sólo lo hacían un par de veces a la semana. Entonces así aprendieron a jugar y a defenderse y así salieron el Kily, Di María, el Sapito Encina, Fatura Broun y varios más. Por eso era importante la zona sur, lamentablemente no se entendió así y se redujeron planteles, y cuando se hace eso menos chances hay. Claro, hay que tomar decisiones en algún momento y si no se sabe de fútbol el riesgo a errar es muy grande. Y si el que toma este tipo de decisiones no conoce Central y tampoco la ciudad es lógico que no saquen jugadores. En síntesis, es una mentira justificar la falta de juveniles en primera por los tres años en el descenso.
—¿Entonces es un problema de captación?
—Cuando estábamos nosotros hubo siempre captación. Hoy no sé cómo trabajan ni sé quiénes son los captadores. Pero sin dudas que es una tarea importante. Nosotros salíamos dos veces al año a recorrer diferentes regiones y en determinados lugares teníamos gente de confianza que sabía de fútbol. Por supuesto que Central debía recompensarlos a ellos y a los clubes de origen para favorecer esa captación. Al principio dábamos pelotas, elementos de entrenamientos u otras cosas. Por ejemplo a 1º de Mayo le dimos las torres de iluminación para su cancha por el Cabezón Cámpora. Pero después la competencia con otros clubes nos llevó a ceder pequeños porcentajes del usufructo que a futuro podría generar el pibe con una transferencia. Algo que hoy ya es común y esos porcentajes ya no son del 5 por ciento como era entonces.
—Si hoy fueras coordinador de algún club, ¿qué priorizarías?
—Yo en los últimos años de coordinador me apoyé en el fútbol infantil. Ahí estaba el secreto. Y sigue estando. Todo parte de ahí, pero ojo, bien armado, muy bien estructurado, con una planificación y fundamentalmente con gente que sepa de chicos. Uno de los mejores técnicos que yo tuve en los juveniles más chicos es el hermano del Negro Palma. Un fenómeno. El tiene una visión de los más chicos que es muy difícil tener. Cada pibe que me apuntaba, no le erraba. Y tuve también técnicos muy buenos, como el Mono Daniele, que estaba con las categorías chicas.
—Varios técnicos, como Russo o el propio Bauza, siempre sostienen que ellos deben ayudar a madurar a los juveniles en primera división, pero que no tendrían que enseñarles a jugar en sus funciones como pasa muchas veces, ya que eso debieron aprenderlo en las inferiores...
—Y tienen razón. Porque eso sucede cuando no están bien formados como futbolistas. Vienen mal de abajo. Y muchos de esos juveniles terminan pagando un alto costo, porque a veces los técnicos de primera no lo pueden esperar a que aprenda. Entonces para preservarlos optan por no ponerlos más. Porque una cosa es que el pibe necesite rodaje para madurar en el profesionalismo pero otra muy distinta es que haya que enseñarle a cómo marcar o cómo cumplir su función. Estoy en un todo de acuerdo con ellos. Por eso dije que un juvenil antes de llegar tiene que cumplir a la perfección con las exigencias de su puesto. Un zaguero que no sabe cabecear no puede llegar a primera.
—¿Y entonces cuál es el problema?
—Que muchos de los técnicos que deben formar a esos jóvenes no saben. Por eso tienen que empezar por la formación de los técnicos. Hoy hay problemas comunes en los clubes, porque creen que todos los ex jugadores que se reciben de técnicos pueden dirigir en las inferiores y ese es un grave error. Porque a más de uno lo ponen adelante de veinte chicos y no saben qué decir. Ni hablar de los problemas que tienen algunos para expresarse. No sólo por la falta de oratoria sino también por la falta de actitud y manejo. Entonces no todos los ex jugadores pueden ser técnicos y aquellos que sí pueden en la actualidad se tienen que preparar más que nunca. Otro problema es que priorizan ganar, porque creen que ganando en una cuarta o quinta división los directivos lo van a considerar como potenciales conductores de primera. Y no saben que si hay un coordinador que tiene autoridad por su conocimiento, sólo podrán ser entrenadores de primera si tienen el consentimiento del coordinador, quien es el que evalúa las condiciones de los técnicos.