Escribir sobre un amigo desde la tristeza que impone el egoísmo por ya no poder disfrutarlo es muy complicado. Las palabras se empañan irremediablemente por la congoja. Pero la profesión impone el desafío de hacerlo en tributo a una persona honorable. Porque fueron el fútbol y el periodismo los forjadores de una amistad que no concluye. Porque ya comenzó a retroalimentarse con el recuerdo.
La biografía de Miguel Ángel Russo se podría escribir con aforismos. Los suyos. Que fue imprimiendo con conceptos de frases cortas. Con interpretaciones amplias. Y definiciones concretas.
“Esto es Central”, la síntesis de un todo, en el que la locura y la cordura juegan a parecerse.
“Son decisiones”, un reduccionismo en el que el acierto y el error conviven en la misma residencia, pero que pone en valor el acto de decidir. Algo nada simple en el fútbol, porque el éxito y la frustración juegan en la cancha del exitismo.
“Esto es por plata”, una conclusión que contiene una tremenda contundencia, que ubica a todos los sectores del fútbol en un plano de ineludible realismo.
La última que agregó Miguel fue “con nuestras formas y de la misma manera”. Una lacónica respuesta para resumir ideas y métodos, pero eludiendo estratégicamente los detalles.
La necesidad de precisiones llevó a la conclusión periodística que Miguel con estas frases respondía pero no decía. Pero sí decía. Definía un estilo. Un pensamiento coherente y abarcativo.
Pero Miguel, cuya magnitud se hizo inconmensurable con el justo homenaje de los últimos días, también utilizó aforismos para contar aspectos de su vida.
Claro que para ello comprendió la necesidad de mostrarse públicamente sin tanta inhibición. Y así, en el dejar fluir sus emociones, Miguel acuñó una frase de ayuda para todos aquellos que enfrentaban problemas de salud.
“Todo se cura con amor”, sentenció en Colombia, cuando en 2018 había ganado la primera batalla contra su enfermedad. Reflejando su enorme capital afectivo: una gran familia y muchos amigos.
Tiempo después siguió por ese derrotero de mostrar su sentir sin mecanismos de defensa. “Ahora me vibra el corazón y no el celular”, una exposición perfecta para exhibir su auténtico sentimiento y romper así con el protocolo de las formalidades.
Este Russo emotivo, sensible, solidario y afectivo asomaba extraño, pero era el Miguel conocido por su círculo íntimo.
Vaya un ejemplo. Sus acciones solidarias siempre quiso mantenerlas en reserva, buscando la forma de que no se conozcan mediáticamente, y para ello incluso pidiendo colaboración a periodistas amigos.
Recién en los últimos tiempos accedió a que se visibilicen algunas de sus iniciativas, con el objetivo de concientizar sobre la importancia del trabajo de los profesionales del área oncológica pediátrica, como así del acompañamiento a los niños allí internados.
Pero una amistad de años bien se describe con miles de anécdotas. Y una de ellas había disparado en la mesa de café la idea de un libro que estaba en ciernes. Al que Miguel le fue sumando capítulos.
La anécdota en cuestión fue cuando el año 2022 ingresaba en los meses de conclusiones, mientras las elecciones en Rosario Central se proyectaban hacia la incertidumbre por maniobras políticas y judiciales. En uno de esos días un mensaje de WhatsApp irrumpe en la mañana de viernes: “Hola amigo. Tomemos un café en El Cairo. ¿Podés?”. Si Miguel convocaba a un encuentro al templo urbano de la ciudad, sin dudas que era una cuestión trascendente. La premura del convite despertaba mayor curiosidad.
Con Russo siempre esas conversaciones fueron muy interesantes, desde que llegó a Rosario.
Claro que con los sucesivos regresos a la ciudad y el transcurrir de los años, las charlas se hicieron más amplias. Siempre con el fútbol como máxima demanda. Pero también con cuestiones personales, como las últimas en las que la salud fue un aspecto de abordaje constante.
Pero en esta ocasión, la de ese viernes de 2022 en El Cairo, fue distinta. Muy diferente. Porque ese diálogo, por momentos casi filosófico, e intimista, derivó en una consulta imprevista. “¿Qué opinás sobre la posibilidad de que vuelva a Central?”.
Obviamente Miguel ya tenía decidido su quinto ciclo en Central, pero siempre buscaba opiniones para mensurar la determinación.
Era en vano advertirlo de las dificultades que tendría para conformar un equipo competitivo por la crisis que vivía el club, ya que Miguel nunca midió los riesgos.
“Sos el que más arriesga porque te convertiste en una marca registrada en el club, pero sé que eso no te importa. Como también sé que ya lo resolviste”, fue la respuesta que oyó Miguel con una sonrisa cómplice.
Y fue allí cuando expresó un anhelo emparentado a una confesión, que de no haberse plasmado terminaba en los secretos blindados de dos amigos.
Midiendo los tiempos y eligiendo casi quirúrgicamente las palabras, algo que siempre hizo a la hora de declarar, aseveró, con gesto firme y disimulando la emoción: “No quiero morirme sin antes salir campeón con Central”.
La frase que Miguel Ángel Russo dijo en ese momento automáticamente quedó guardada con la misma emoción con la que la expresó. Lo que era muy difícil suponer que muchos meses después se convertiría en profecía.
A fines de 2023, casi un año después, esa utopía se corporiza en realidad por la prepotencia del trabajo cimentado en convicciones.
En el ida y vuelta de las especulaciones, por entonces todas contrafácticas, Miguel estalló en carcajadas cuando escuchó: “Ojo que si salís campeón con Central te convertís en leyenda”.
Y fue leyenda.