El triunfo de Newell’s se construyó con un dispositivo que funcionó en forma óptima, especialmente en determinados sectores del campo de juego y con jugadores que brillaron más que otros. En esas cuestiones resaltó el rendimiento de los tres zagueros, con el retorno de la línea de cinco, y el oportunismo de Juan Manuel García.
Adrián Coria decidió que era el momento de volver a los cinco en el fondo, para cerrar espacios hacia atrás y bloquear el ataque de Boca, habitualmente peligroso por los extremos.
Así fue que recuperó solidez hacia atrás, con los marcadores centrales parapetados cerca de Lautaro Morales, convirtiendo en impenetrable el área local.
Gustavo Velázquez ni se la dejó tocar a Darío Benedetto en el primer tiempo. Y después, en la segunda etapa, se las arregló bastante bien para marcar al rapidito de Sebastián Villa. Cristian Lema acertó en los cierres y se cansó de despejar de arriba. Y Willer Ditta no le dio nunca margen de acción a Cristian Medina.
La muralla que construyó Newell’s contó además por los extremos con Armando Méndez y Martín Luciano, reforzadas las bandas con el retroceso de Juan Garro y Panchito González.
Boca no tuvo opción. No fue capaz de progresar por los costados, con Luis Advíncula, Luca Langoni, el temible Frank Fabra y Villa. Y si llegaba a arrimarse, atrás estaba siempre la solidez de alguno de los zagueros para que Lautaro Morales tenga que exigirse poco.
La agresividad defensiva fue de todos. Pero la encomiable tarea de los marcadores centrales sobresalió. En el caso de Ditta, coronó su actuación saltando más alto que todos para anotar de cabeza el 2 a 0. Fue el tercero de su cosecha personal con la camiseta rojinegra, tras las conquistas contra Central Córdoba (3-0) y Argentinos (1-0), ambos en este mismo torneo.
Si Newell’s maniató a Boca a partir del despliegue y una consistencia defensiva, la aparición de Juanchón García para abrir el partido fue igual, o incluso más, de determinante. Es que Newell’s había dominado a Boca, pero le faltaba mayor peso arriba. Y además la lepra se había quedado con un jugador menos por la expulsión de Juan Sforza.
El nueve resolvió lo que nadie podía, siendo un toro para encarar en un error en la salida de Boca, enfilando hacia el arco de Rossi, aguantándola con guapeza y definiendo arriba. Entrando poco en juego, fue letal.