Lo dice la historia de Newell's. No es tan difícil. Sólo hay que tener memoria. Cuando las papas queman, cuando todo está de nalgas, el club siempre se reinventó con el aporte de los pibes de la casa. Y esta no parece ser la excepción. Cuando todo era confusión, nerviosismo y las piernas pesaban toneladas, hubo un pibito que tuvo el coraje de parar la pelota en el punto penal y hacer lo que casi nadie puede en este equipo: embocarle al arco.
Sí, por el atrevimiento de Facundo Guch, la Lepra salió del pantano y reaccionó. Al final fue 1 a 1. Un escueto punto, pero al menos para cortar la debacle.
Newell’s ya tiró al tacho de residuos esta temporada. Ya no le queda nada por jugar al equipo del Ogro Fabbiani que no sea defender hasta el final la camiseta y el escudo rojinegro en las cuatro fechas que restan hasta el cierre del Clausura.
Todo salió patas para arriba desde el inicio del semestre y por ello la bronca y el hartazgo de la gente que se escuchó fuerte y claro ni bien comenzó el partido ante Tigre.
Al menos esta vez el equipo no fue el espanto de la Bombonera y tuvo rebeldía para por lo menos sacarse la ropa de perdedor en su casa, ante el limitadísimo Tigre.
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Un inicio caliente en las tribunas de Newell's
“Que se vayan todos”, “a ver si ponen huevos”, además insultos al por mayor, fue la banda de sonido del inicio de la tarde en el Coloso, cuando todavía el equipo se acomodaba en la cancha. Sin dudas, la humillación ante Boca colmó la paciencia, además del resultado por la forma casi mansa de entregarse al rival, como hacienda que va directamente al matadero.
Por ello estaba espesa la atmósfera en el Coloso. Y encima, como si fuese una broma del destino, Tigre se puso en ventaja con un gol de Nacho Russo, justo el hijo de Miguel Angel, el fallecido ídolo de Central.
Todo era más bronca, más furia, más tensión. Por ello valió oro la jugada de Luciano Herrera por la izquierda para meter el centro a ras de piso, para que el atorrante Facundo Guch haga la simple y lo que en Newell’s es una misión imposible. Parar la pelota, abrir los ojos y darle un pase a la red. Golazo y alivio reparador.
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Los pibes de la casa siempre están
Otra vez un pibe de la casa en el momento justo y en el lugar indicado, para llenarse la boca de gol y gritarlo con alma y vida de cara a los hinchas.
De allí en más la historia fue otra. Porque Newell’s sintió que podía y que no estaba condenado a perder casi siempre. Incluso metió a Tigre con empuje contra su arco en el final del primer tiempo.
Luego, en el complemento otra vez la historia conocida. El equipo leproso se queda sin nafta, no tiene resto para sostener los buenos momentos y se cae a pedazos desde lo físico. Por lo menos esta vez los pibes que entraron como Gómez Mattar y Jerónimo Russo tuvieron enjundia y hasta pudieron romper la paridad con su desparpajo.
Lejos de todo
Fue empate en uno. Que lo deja lejísimo del sueño de la remontada heroica para llegar a los play-offs. Y que al menos le permite sumar para mantener a varios equipos abajo en la tabla acumulada en la retaguardia nadie quiere mirar.
Newell’s necesita un recambio urgente en todo sentido, desde la dirigencia hasta dentro de la cancha. Restan cuatro fechas para que ello ocurra, que al menos pueden servir para que los pibes maduren de golpe y luego con nuevos objetivos puedan desplegar su potencial en el futuro cercano. Siempre fueron ellos, los carasucias de Bella Vista, lo que salvaron las papas.