Quizás fueron pocos, muy pocos, los espectadores que pudieron imaginar, allá por 2018, cuando ganaba el Abierto de EEUU, que la figura de la japonesa Naomi Osaka podía transformarse en lo que es: una referencia mundial en el deporte, con fuerte injerencia social y apoyada en su origen interracial. Aquel 8 de septiembre, cuando Osaka levantó, con tan sólo 20 años su trofeo soñado de Grand Slam en New York delante de su ídola de toda la vida, Serena Williams, apenas pudo hilvanar unas palabras ante los micrófonos. Con la emoción a cuestas y una timidez conmovedora, Osaka dejó ver cómo todo eso se materializaba en lágrimas. A menos de dos años de aquello, Naomi, la primera asiática (considerando hombres o mujeres) en ganar un major y convertirse en Nº 1 del mundo se sumó una vez más al reclamo por los derechos de las personas negras y contra el racismo, movilizado nuevamente por el ataque de un policía a un joven afroamericano, Jacob Blake, en Wisconsin. De esta manera renunció a su partido de semifinales del Masters 1000 de Cincinnati, en apoyo a la movida de todo el deporte estadounidense. A través de un comunicado en sus redes sociales, la hoy 10 del mundo, fue contundente: “Antes que una deportista soy una mujer negra”.
Naomi Osaka tiene un halo del que sólo gozan los privilegiados. De hecho, se dice, es una deportista a la que todos quieren en el ambiente. Detrás de esa timidez, de fondo, se esconde un verdadero torbellino, no sólo de tenis, sino también de convicciones. Si bien asegura no haber sufrido discriminación por su origen y su color de piel, es una habitué de las causas de este tipo. De hecho este año se refirió a ello en varias entrevistas. Por eso al tiempo que el deporte norteamericano (en especial) decidió “parar” en repudio de los abusos de las fuerzas de seguridad y el racismo, ella no lo dudó. La NBA marcó el camino boiconteando los partidos de playoffs que tenían lugar en Florida, nada menos que con LeBron James a la cabeza, pero se le plegaron la Major League Soccer y el béisbol. El Masters 1000 de Cincinnati, que excepcionalmente tiene lugar en la burbuja de New York, sede permanente del Abierto de EEUU, postergó sus partidos, aunque Osaka avisó que no jugará el duelo que le correspondía ante la belga Elise Mertens. La organización intenta convencerla, pero al mismo tiempo la ITF apoyó la medida de la USTA y WTA de postergación, pero especialmente respaldó a Osaka.
“Antes que una deportista soy una mujer negra. Y como mujer negra siento que hay asuntos que necesitan atención inmediata y son mucho más importantes que verme jugar al tenis”, dijo la también ganadora de Australia 2019 al inicio de su relato. Y agregó que “no espero conseguir algo drástico por el hecho de no jugar, pero si puedo lograr que se desate una conversación en un deporte mayoritariamente blanco, lo consideraré un paso en la dirección correcta (…) Ver el continuo genocidio de personas negras a manos de la policía realmente me enferma el estómago. Estoy cansada de que cada pocos días salga un nuevo hashtag y estoy absolutamente cansada de tener esta misma conversación una y otra vez (…) ¿Cuándo habrá sido suficiente?".
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Naomi Osaka es hija de padre haitiano y madre japonesa. Sus padres se conocieron en 1990 en la Universidad de Sapporo, al norte de Japón y desde ese momento comenzó un derrotero que persiste hasta hoy por la aceptación. Entonces, Tamaki, quien nació en Nemuro, conoció a Leonard Francois, quien vivía en New York y debieron ocultar la relación por el rechazo de la familia de ella, enmarcado íntegramente en el origen de Francois. Así, luego de que Tamaki quedase embarazada de Mari, la hermana mayor de Naomi, Mari, también tenista, la pareja se mudó a la ciudad de Osaka, justamente. De allí el nombre completo de Naomi. Y para cuando la menor de las niñas cumplió tres años, la familia se mudó a Long Island, en el estado de New York, para intentar un futuro mejor, especialmente para las hijas. Si bien Naomi habla poco japonés, se considera con las tres nacionalidades: haitiana, japonesa y estadounidense. Cuando tuvo que elegir a qué país representar eligió Japón, aunque siente a los tres igual de propios. La elección tampoco fue azarosa: también pretende sumar su granito de arena contra el racismo y la discriminación en tierras niponas. Los rasgos interraciales de Osaka no pasan desapercibidos: tez oscura, cabello rizado, ojos rasgados y una paciencia realmente oriental.
La carrera de Naomi Osaka y su hermana Mari tiene muchos puntos en común con la de las hermanas Serena y Venus Williams, entrenadas por su padre Richard desde chiquitas y muy ligadas a la lucha contra el racismo. De hecho, sólo hace pocas temporadas que ambas decidieron volver a participar en el torneo de Indian Wells, donde se ausentaron 14 años tras ser abucheadas y agredidas, mientras disputaban entre sí un duelo de semifinales. Las Williams también son una bandera permanente en este tema e incluso vivieron en carne propia la pérdida de su media hermana mayor, Yetunde Price, quien en 2003 fue asesinada en Compton, un barrio en las afueras de Los Ángeles.
Desde su aparición en el circuito profesional con tan sólo 16 años, a Naomi Osaka la compararon con Serena Williams y se especuló con que en un futuro, sea la figura que la reemplace. Esto sonó mucho más fuerte a partir de que en ese 2018 la propia Osaka se erigiera ante su ídola en una final de Grand Slam y de que se convirtiera poco tiempo después en Nº 1 del mundo. La japonesa advirtió que no tiene certeza de que alguna vez vaya a poder superar a Serena, reina absoluta de la historia del tenis, con 39 torneos majors (23 en individuales). Aunque también avisó que no pretende ser ninguna Serena, sino Naomi. En tan sólo dos años adquirió una popularidad atroz, que la convirtió en una de las deportistas más rutilantes a nivel mundial. Si se hacen los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 el año que viene (fueron postergados por la pandemia), ella será una de las caras más visibles.
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En la última temporada Osaka destronó a Serena Williams, a María Sharapova y a Na Li, las tres deportistas (coincidentemente todas tenistas) que fueron las únicas en meterse en el Top 100 de los mejores pagos en el mundo en los últimos 12 años, según la revista Forbes. Ninguna mujer facturó tanto como ella. Se dice incluso, que justamente su condición multirracial fue clave.
Lejos de dormitar en los millones de dólares, Osaka, cuya filosofía de vida es vivir sin remordimientos y persiguiendo sueños, asume otro rol: el de saber que el deporte es transformador. Sabe que su figura tiene ese poder y por eso no sólo juega adentro de la cancha. Y es eso, una persona en todo su esplendor.