María Gabriela Best nunca se calló nada y hoy disfruta de una merecida clasificación
Frontal, no escabulle el bulto y dice lo que piensa. Su forma de ser le ocasionó más de un dolor de
cabeza. Le pusieron piedras en el camino y no pudieron bajarla. María Gabriela Best desnudó varias
veces las miserias del remo argentino y se ganó, por condiciones y personalidad, un merecido lugar
en los Juegos Olímpicos de Beijing.
30 de julio 2008 · 01:59hs
Frontal, no escabulle el bulto y dice lo que piensa. Su forma de ser le ocasionó
más de un dolor de cabeza. Le pusieron piedras en el camino y no pudieron bajarla. María Gabriela
Best desnudó varias veces las miserias del remo argentino y se ganó, por condiciones y
personalidad, un merecido lugar en los Juegos Olímpicos de Beijing.
"No clasifiqué a Atenas 2004 por una enfermedad y sabía que éstos no se me
escapaban, sobre todo porque clasificar como una de las cinco mejores de Latinoamérica en el
Preolímpico era en cierto modo accesible (finalizó en cuarto lugar). Aparte tenía confianza porque
venía de quedar segunda en los Panamericanos de Río de Janeiro 2007", sostiene la remera de 23
años.
Compite en single scull, la misma especialidad en que brillara el gran remero
rosarino Alberto Demiddi, y dice que seguramente se hubiera retirado si no conseguía la plaza
olímpica. "Hubiese significado una gran frustración y no creo que hubiera seguido remando, sobre
todo porque los últimos tres años fueron muy duros y cada vez me costaba más. Necesitaba este
incentivo porque no sé si hubiera aguantado", dice.
Entonces se explaya sobre los inconvenientes que debió superar. "En 2006 el
entrenador del equipo argentino (Raúl Abadie) decía que las mujeres teníamos que ir a lavar los
platos y que este es un deporte sólo de hombres. Luchar contra esos prejuicios y meterme en el
equipo fue duro. Al menos ese año tuve mi mejor logro, un séptimo puesto en el Mundial Sub 23 de
Hazewinkel (Bélgica)".
"A fines de ese año mi novio, que también es remero, habló por todos los
integrantes del equipo en los Juegos Odesur sobre los inconvenientes que teníamos y desde ahí la
empecé a pagar por él. Pero como no había manera de hacerme perder se la tuvieron que bancar",
agrega.
"En una concentración en el Tigre, estábamos en un tercer piso con las ventanas
rotas, sin calefacción y con colchones deplorables. La única que se quejaba era yo y entonces
recibía los palazos. Eso te desgasta. Lo peor es que a veces no pasa por falta de presupuesto sino
de organización. Pagaban más caro ese lugar que un hostel al que fuimos después y que estaba diez
puntos", dice.
"Reconozco que no soy fácil. Por lo general digo lo que pienso y eso ya es un
problema. No soporto las injusticias y cuando veo que las cosas se hacen evidentemente mal no me
guardo nada", comenta.
Ahora su preocupación es menor. "No sé si voy a ir a la ceremonia de apertura porque compito al
otro día. Ojalá pueda estar. Si mi entrenador llega a enterarse de que quiero ir me ahorca. No
debería estar, pero ya me perdí la de los Panamericanos de Río de Janeiro y no me lo perdoné.
¿Cuántas veces uno puede ir a los Juegos Olímpicos?", se pregunta. l