Por Laura Vilche
La mayoría de los simpatizantes de esta ciudad criticó que el partido entre Central y Newell's se jugara el jueves pasado sin hinchadas y a 300 kilómetros de Rosario, en Sarandí. Sí, no está bueno. Pero la distancia no impidió que se juegue, que haya un ganador y un perdedor, que la pelota se meta tres veces entre los tres palos del arco. El mundo no se paró ni siquiera para aquellos hinchas de una y otra camiseta que no pudieron ni escucharlo en directo porque, a las 15.30 (hora del pitazo inicial), debieron laburar como todos los días.
Se trabaja en guardar las distancias, el justo lugar, hasta que habla nada menos que el presidente (ya no de Boca) Mauricio Macri. Con la misma liviandad con que chicaneó a Valdimir Putin, a Angela Merkel y a Mariano Rajoy con chistes futboleros que ninguno le festejó dijo que las finales de la Copa Libertadores entre Boca y River se debían jugar con hinchas. "Lo que vamos a vivir los argentinos en unas semanas es una final histórica", anticipó un porteñocéntrico Macri. No faltó el hincha auriazul y rojinegro que levantara la voz indignado por tanta falta de federalismo del presidente que no se jugó igual por el clásico rosarino. ¿Realmente creen que en un país con inflación, despidos, tarifazos, recortes presupuestarios en salud, educación y deportes más un hincha de Unión recientemente asesinado se necesita un presidente que hable de fútbol por la televisión? Finalmente, se dio marcha atrás con la decisión del "superclásico" convertido en problema de Estado. Pero Macri volvió a hablar y llamó "culón" a Marcelo Gallardo. Sin distancia, como si fuera cualquier hincha.