A la 0 del martes se confirmaba que Central no había podido cerrar la incorporación de Patricio Cucchi, porque el acuerdo entre los canallas, Independiente Santa Fe de Bogotá y Atlético Nacional de Medellín no se pudo dar y a esta altura poco interesa dónde estuvo la traba mayor, sino que lo que quedó es que esa lucha que quizá no fue titánica pero sí contante de parte de Central de sumar un centrodelantero sufrió un nuevo revés. No quiere decir que no se pueda lograr, pero de ahora en más sólo se podrá mirar a futbolistas que militen en el mercado interno. Y así, lo que cobró más fuerza es la idea de que el Kily finalmente se las tendría que arreglar con lo que tiene a mano. Poco más de dos meses en los que la “9” de Central se cargó a cuestas unos cuantos capítulos.
El nombre de Cucchi fue un intento más entre tantos, es cierto, con un grado de intencionalidad mucho mayor que lo sucedido con otros tantos jugadores, por los que tal vez hubo apenas averiguaciones, pero que también se manejaron como alternativas. Y a sabiendas de lo difícil que podía resultar que Cucchi lograra la salida de Independiente Santa Fe, el intento se hizo pero quedó trunco. Uno más para tachar.
Nunca estuvo del todo claro si la llegada de un centrodelantero era condición sine qua non. Por lo visto, no, porque de lo contrario se hubiera actuado con mayor vehemencia en la búsqueda, pero siempre se manejó la posibilidad de que apareciera alguien en ese puesto que pudiera cubrir el enorme hueco que dejaron las salidas de Marco Ruben, Sebastián Ribas y Claudio Riaño.
Porque si hay algo que no suena a “novedad” es que incluso antes de que Ruben decidiera hacer una pausa en su carrera (todo hace pensar que la misma es definitiva) el nuevo cuerpo técnico ya manejaba alternativas. Si Marco se quedaba se evitaba un enorme problema y no había necesidad de buscar absolutamente nada. Si sucedía lo contrario (finalmente fue lo que ocurrió), los planes alternativos iban a aparecer.
La imposibilidad de sumar a Cucchi fue un eslabón más en la lista de nombres por los que, al menos, se hicieron los estudios y las averiguaciones pertinentes. Se recuerda, por ejemplo, el contacto estrecho que hubo hace unos pocos días con Darío Cvitanich, quien agradeció el interés pero optó por quedarse en Racing, al menos hasta diciembre.
El jugador que más agrado causó en el Kily en todo ese tiempo fue Federico González, pero cuando el atacante optó por Estudiantes el espectro de búsqueda se amplió. Fue así como aparecieron los nombres de Cristian Tarragona y Mateo Retegui, por quienes no hubo negociaciones firmes pero sí fueron materia de análisis.
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Darío Cvitanich fue uno de los apuntados.
El inicio de la novela de Federico Martínez hizo que el tema del 9 volviera a estar en el tapete. En ese momento se pensó nuevamente en la necesidad de sumar un centrodelantero, más allá de que para el Kily hay reemplazo natural en el club para el uruguayo. Allí fue cuando apareció en escena Cvitanich.
Mientras todo eso sucedía, siempre se habló de que había alguien que iba a ser llamado al sacrificio: Lucas Gamba. Fue incluso el propio delantero quien advirtió la semana pasada que toma gustosamente el desafío de desempeñarse en una posición que no es en la que más cómodo se desenvuelve. ¿Detrás del él, quiénes? Los juveniles Ignacio Russo y Luca Martínez Dupuy. Desde ese lado, por la inexperiencia en primera de ambos jugadores, por supuesto el sentido de la búsqueda y el paraguas protector que podía ofrecer un futbolista ya hecho, o al menos con algo ya de recorrido en la élite del fútbol argentino.
Todavía Central tiene tiempo para conseguir algo en el mercado interno, lo que no quiere decir que la imposibilidad de cerrar con Cucchi no haya sido un capítulo más en el extenso guión de la historia que escribió en estos últimos meses de pandemia respecto del 9.