CÓRDOBA. ENVIADO ESPECIAL.- El destino parece haberse ensañado con Central. El rostro abatido de los jugadores canallas rompiendo en llanto tras una final estremecedora como hace años no se recuerdan en el fútbol argentino fue la postal que mejor resumió una noche de perros para los de Arroyito. Porque es cierto que los auriazules cometieron errores defensivos groseros en el cotejo decisivo ante River, pero también dos veces estuvieron arriba en el marcador por mérito propio y parecía que esta vez sí el título se iba de una vez por todas para el Gigante. La chance de romper la sequía de 21 años sin vueltas olímpicas lucía al alcance de la mano, a tiro de conseguirse. Aunque ese sueño largamente esperado se hizo trizas en el epílogo del encuentro, con la aparición fantasmal de Lucas Alario, la figura rutilante, y otra incursión letal del recién ingresado Iván Alonso, que pulverizaron la esperanza canalla y establecieron el 4 a 3 definitivo para los del Muñeco Gallardo. Central volvió a quedarse en la puerta del festejo por tercera vez consecutiva en la Copa Argentina. Y por si esto fuera poco además se terminó el ciclo de Eduardo Coudet. Así, fue una velada oscura para los de Arroyito. Triste. Decepcionante. Un final sin corona para una gestión auspiciosa del Chacho. Central deberá volver a empezar.
En el fútbol a la historia la escriben los que ganan y Central de nuevo no pudo imponerse en el partido decisivo. Falló como ante Huracán primero y Boca después, más allá de aquel arbitraje horrible de Diego Ceballos del año pasado. Anoche la historia fue otra y estuvo muy cerca de romper el maleficio, pero River le tiró con toda la jerarquía de Alario encima y le ganó en la recta final del juego con un 4 a 3 para el infarto.
La sensación fue que Central se regaló atrás y por defender para el demonio no pudo capitalizar la noche inspirada de Ruben ni la participación, por momentos, determinante de Teo. Tampoco tuvo premio la garra incansable de Musto, que jugó como un león a pesar de estar recién recuperado de una lesión de rodilla. Todo se fue a la banquina por las debilidades que entregó el equipo auriazul cuando debía marcar en el área propia.
La final en cuanto al juego fue un verdadero volcán en erupción. Un torbellino impresionante de emociones, donde no faltó nada. Siete goles, polémicas, vértigo en el juego, chispazos en cada pelota dividida, fuertes cruces verbales entre los protagonistas y una roja a Marco Ruben. Lo que se dice una final con todas las letras, con formato de duelo de barrio por la enjundia de cada jugador y porque lo que parecía estar en juego era más el honor de los futbolistas que un mero trofeo. Y tal vez aquí estuvo la gran falla de Central, en no saber serenarse en los momentos que el partido lo tuvo arriba en el marcador. Nunca se tranquilizó, no fue inteligente y eso revivió a River.
Central empezó atrás en el marcador por el gol de penal que facturó Alario, pero lo dio vuelta con los gritos de Musto y Ruben. El millonario se lo empató 2 a 2 con el más que dudoso penal de Gissi a Alario, que el propio delantero riverplatense hundió en la red.
La vuelta del descanso encontró mejor a Central, que armó un golazo con la jugada que inició Gio, pasó por Teo, Fernández, el remate de Jonás, el rebote no forzado de Batalla y la entrada goleadora de Ruben. Era el 3 a 2 y todo pintaba bien. Pero lo dicho, una ráfaga de River vía Alario y Alonso dieron vuelta el resultado y descuartizaron el sueño del festejo auriazul.
Patricio Loustau, de muy flojo arbitraje, estuvo más fino a la hora de soplar a favor de River, aunque las excusas al canalla ya no le sirven para nada.
El final llegó con los jugadores canallas abatidos sobre el césped, con la decepción de haber naufragado otra vez en la orilla del título. Aunque está claro que desde la entrega y la garra ayer no hay nada para reprocharles. Y Coudet dejó el cargo tras dos años de gestión, donde metió al canalla entre los mejores equipos del país, pero que no pudo coronar con una estrella su gran laburo al frente del plantel. Lo cierto es que Central sufrió otra durísima decepción y tendrá que volver a empezar con un técnico nuevo y un plantel renovado. Fue el final de una etapa. Deberá ser el principio de otra. Así es el fútbol. Así es la vida.