La semana pasada una secuencia de fotos narraba la antesala de la muerte del hincha de Belgrano Emanuel Balbo. La secuencia se daba en un clásico, el cordobés, ante la mirada apenas perturbada de un grupo de hombres, mujeres y jóvenes. Un "instante decisivo", según el concepto acuñado por el fotógrafo francés Henri Cartier Bresson, no sólo por cómo se capturó el tiempo y su composición espacial sino por su función dramática. En ese cuadro se muestra una historia completa. Ante un supuesto "infiltrado" son simpatizantes los que miran: no barrabravas. Futboleros que quedan expuestos ante la cámara en una clara imagen de la banalidad del mal. Esta semana la foto es otra, otro instante decisivo, también en un clásico, pero esta vez entre Barcelona y Real. Un retrato más amable, más feliz, que también causa perplejidad. El rosarino Lionel Messi acaba de hacerle un gol dolorosísimo a su histórico rival. Mete el tercer tanto del 3 a 2 que le da el triunfo al Barcelona y lo iguala en la tabla de posiciones. Messi se lanza en una loca carrera festiva con el índice en alto hacia la tribuna, mientras Marcelo que lo cruza devastado prefiere bajar la mirada. Frente a Messi la hinchada se pone de pie, levanta los brazos y grita. Hasta ahí lo esperable, salvo porque a la izquierda de la imagen se ve a alguien que festeja el gol de la Pulga vistiendo la camiseta merengue. ¿Infiltrado? Si eso no fuera ya inaudito para los hinchas argentinos, hay más. En otro instante decisivo se ve a otro hincha del Real Madrid tomando una foto a Messi, mientras el 10 le enseñaba la camiseta a los aficionados blaugranas en el Bernabeu.