Por Javier Parenti
Siempre hay revancha y este Central va por ella. Sin demasiados argumentos futbolísticos para imponerse en esos 90 minutos en los que últimamente está contra las cuerdas, en los que no puede retirarse con los brazos en alto en la Superliga y por eso sufre la sequía de 8 partidos sin victorias. Claro, hoy no importa eso. Hoy la historia se escribe con otro trazo, en un papel en el que juega el rol de protagonista desde los resultados.
Total, en los 90 minutos ya ganó el partido que más quería. El clásico, nada menos. En ese 2 a 1 que lo trajo a jugar esta quinta semifinal consecutiva, el que lo depositó en el Kempes de Córdoba. El partido que también ganó sin un buen juego de equipo pero en el que supo convertir, hasta de taquito.
Esta vez, el gol durante el partido no fue de pelota parada aunque ese parece ser casi el único recurso, sin dudas el principal. Ayer en Córdoba no fue con la fórmula de Gil desde un tiro libre o un córner. Pero se pareció, porque Diego Becker (la apuesta del Patón, con apenas 20' de juego en el último partido y en una posición rara para él) tuvo tiempo de acomodar la pelota sobre la izquierda para darle de derecha y ponerla en la cabeza de Fernando Zampedri, que estaba ahí para mandarla a la red.
El gol llegó en un momento clave, cuando la impaciencia podía apoderarse de la escena principal. Porque cuando un grande de primera no le convierte al chico del ascenso, la cosa empieza a costar. La pelota entró y era lo que valía. Claro que faltaba demasiado por delante para llegar a la meta. Un tiempo que a los ojos de los espectadores nada les aportaba. Pero a los hinchas del gasolero les dejaba una luz de esperanza, a los canallas les permitía cantar tranquilos con el resultado a favor. Y el partido, malo sin dudas, no tenía más que esas emociones para ver en las tribunas.
No parecía que otra vez Central tendría que sufrir con los penales, pero la dinámica de lo impensado que domina al fútbol lo obligó. Un empate en una pelota traicionera en el primer minuto adicional decretó empate. Ese resultado que en la Copa Argentina no existe. En realidad no vale, porque se necesita un ganador para inscribir en la fase siguiente. Y la que viene es la última, la final.
Y así como otra vez Zampedri hizo un gol, ya había asegurado la victoria frente a Newell's, Ledesma acertó en un remate, en uno clave, en el tercero, ese en el que Central debía mantener la ventaja conseguida. Como ya lo había hecho dos veces en este torneo, contra Talleres y Almagro. Después sus compañeros Camacho y Gil acertaron en sus disparos y a cobrar.
Y fue con el remate de un especialista en pelotas paradas como el Colorado Leonardo Gil que los auriazules corrieron a juntarse para festejar. A gritar por Central y por esta Copa Argentina de los sueños, la que ya merece tener el nombre de Central grabado, la que irá a buscar el 6 de diciembre ante River o Gimnasia, da igual. Para ser campeón deberá volver a ganar, en los 90 o por penales, realmente da igual.