En lo que va del semestre ganó todo por Copa Argentina pero no pudo sumar de a tres en la Superliga, a la que llegó con un arrastre de cinco partidos más sin victorias
En lo que va del semestre ganó todo por Copa Argentina pero no pudo sumar de a tres en la Superliga, a la que llegó con un arrastre de cinco partidos más sin victorias
Central llega al consultorio, se recuesta en el diván y la sesión comienza. Una charla eterna entre el paciente y quien pretende entender las causas de un comportamiento determinado, digno de análisis. A uno no le será fácil entender. Al otro tampoco expresar con claridad sus conceptos. El tránsito y la vida misma en un terreno y en otro, con absoluta disparidad, es el tema en cuestión. Plena efectividad en Copa Argentina y bajísima performance en el torneo local, que incluso no viene de ahora, sino de arrastre del semestre anterior. Cuatro triunfos de un lado y 11 partidos sin poder sumar de a tres en la vereda opuesta. Poco juego pero muchísima convicción y algo de osadía en un certamen y ninguna de las dos del otro lado. ¿Qué más hace falta para explicar lo que, a todas luces, se trata de un comportamiento bipolar por parte del equipo de Paolo Montero? Y ni siquiera pudo aprovechar el impulso obtenido en un partido copero para trasladarlo al plano en el que las flaquezas son evidentes.
Hasta aquí, ni Paolo Montero, ni los jugadores han podido encontrar las explicaciones lógicas del caso. Y eso que son parte involucrada en el tema. Es que no resulta sencillo entender por qué tanta diferencia.
El enorme triunfo (por todos los condimentos que tuvo el partido) logrado el pasado lunes en Córdoba ante Godoy Cruz es una nueva chance que le presenta a Central para intentar romper con esos moldes preestablecidos que hasta aquí lo atosigan. Una más. Que incluso no llega a tener el peso de lo que fue aquel envión que provocó el duelo ante Boca, pero del que no se pudo sacar el más mínimo rédito.
Hay sin dudas un hilo conductor: la desdibujada imagen como equipo, tanto en la Copa Argentina como en la Superliga, pero los resultados son claramente opuestos y contra eso hay poco que objetar.
En lo que va del año, sólo una vez Central pudo hacer extensivo el buen momento de Copa Argentina al torneo local. Tras la victoria frente por 1 a 0 ante Cañuelas (32avos de final) llegó el triunfo por 2-0 contra Aldosivi, por la 22ª fecha. Después de eso, nunca más.
Claro que el caso emblemático es lo ocurrido hace un par de semanas, cuando por cuartos de final tocó Boca, hasta ahí (y hoy también), uno de los dos mejores equipos del país. No sólo hubo clasificación canalla sin siquiera la necesidad de los penales, sino que fue con una solvencia llamativa, impropia de aquellas debilidades que el equipo había regado en el Gigante en la contundente derrota frente a Banfield.
"Espero que este partido nos haya servido para hacer el clic", fue una de las frases más salientes de Montero después de ese partido y en la previa de lo que iba a ser San Martín de San Juan, un equipo terriblemente más humilde que el poderoso Boca. Su presunción no tuvo fundamentos en el juego. Ni siquiera luego de que su equipo lograra ponerse en ventaja, lo que no sólo no es un dato que deba ser pasado por alto, sino que potencia el problema.
En el buceo por esas causas que provocan los traslados de un extremo a otro es imposible prescindir de la idea de que cada partido es una historia aparte y que el carácter transitivo casi no tiene cabida en el fútbol. Pero el problema siguió vivo.
El partido con Argentinos Juniors fue más de lo mismo. Y tras semejante cachetazo las esperanzas sólo pudieron encontrar refugio en esa percepción sobre lo que siente y hace Central en Copa Argentina. Lo sucedido en Córdoba va directamente mucho más allá de cualquier análisis simplista que se intente hacer. Porque lo hecho en cancha de Instituto (amén de algunas deficiencias importantes por parte del Tomba) fue algo que desde hace de mediados de mayo (el último triunfo en el campeonato doméstico, frente a Racing) el equipo no realiza. Es más, ni se nota el intento.
Por eso esta nueva chance, en la que la cabeza, pero sobre todo el accionar estará bajo la lupa. Si aquello de Boca fue un envión importante, lo de esta oportunidad es similar, o mayor aún por la emotividad con que se consiguió el pasaje a las semifinales de la Copa Argentina.
Un Central, dos caras. Un equipo, dos comportamientos futbolísticos (al menos desde el resultado) diametralmente opuestos. ¿Conclusiones? Que cada uno las elija. Lo que nadie puede poner en duda es ese ejercicio de análisis al que a simple vista es sumamente complejo emparentarlo con la lógica.