"Leontxo no tiene traducción, mi abuelo se llamaba así", comenzó a explicarle a Ovación. Y continuó: "Durante la dictadura de Franco llamarse Lontxo estaba prohibido por ser un nombre vasco, lo obligaron a llamarse Leoncio y cuando nací todavía estaba la dictadura. Cuando murió Franco yo tenía 19 años, fui a cambiarme el nombre: al principio me dijeron que no pero me puse bravo, y al final lo conseguí". Así, con una historia sobre su nombre (que se pronuncia "Leoncho") comenzó esta charla del jugador vasco, periodista, escritor y divulgador de ajedrez desde hace 35 años, Leontxo García. Un hombre que todo lo cuenta.
Al inicio del diálogo hizo alusión al franquismo, y al final, al neofascista presidente brasileño Jair Bolsonaro: en el medio se refirió al ajedrez y su función pedagógica. Allí no perdió oportunidad para criticar a la televisión a la que directamente tildó de "mierda" y no regateó palos para el fútbol. García aseguró que ambos productos culturales brindan modelos "frívolos y vacíos" y como contrapropuesta dijo que el ajedrez puede "servir para educar y ser críticos de los fascismos".
Aseguró que el ajedrez "favorece el pensamiento flexible, el espíritu crítico, la lateralidad, la memoria, la geometría elemental, el respeto a las normas, el control propio y es el único deporte que se puede enseñar y practicar por internet, pero también es una vía para lograr una mejor convivencia y la mejora de los aspectos humanos de los niños".
Y desplegó el sentido polisémico. Lo llamó "juego" y "deporte" posible de disfrutar "desde los 3 a los 103 años". También dijo que las jugadas pueden alcanzar sentido estético sobre el tablero y transformarlo en un verdadero "arte" y hasta lo definió como el "gimnasio de la mente contra la demencia senil".
Es que según contó García, un estudio científico da cuenta de que "tanto el ajedrez , como el bridge y el baile", son terapéuticos al momento de intentar que la memoria no se nuble.
García cubrió para el diario El País uno de los grandes duelos de las leyendas Garry Kasparov y Anatoli Karpov en 1985 y mantiene una columna diaria en el periódico ibérico. Su experiencia periodística lo respaldan cuando echa por tierra varios preconceptos negativos y petulantes. Niega que el ajedrez sea algo "aburrido" o "difícil", de gente "loca","nerd" o "inteligente". Sólo cree que "cómo el amor y la música, puede hacer felices a quienes lo practican". Ni más ni menos.
A su regreso del Mundial de Ajedrez en Londres, el periodista que dio conferencias a unos 30 mil docentes de 26 países y es autor de "Ajedrez y ciencia, pasiones mezcladas", brindó una charla a profesores, alumnas y alumnos del programa de Ajedrez municipal, en el Centro Cultural Fontanarrosa. Fiel a su estilo, la disertación estuvo plagada de historias dignas de ser escuchadas tanto por especialistas del juego como por legos. Una oportunidad para adentrarse en el ajedrez sin mover una pieza.
La dama
Relató el origen de "la dama". Dijo que el ajedrez, con más de 1500 años de historia, comenzó a jugarse en la India, fue viajando por los mapas hasta llegar a España de mano de los musulmanes y desde allí llegó a América. "España hizo muchas cosas malas por acá pero dejó cosas buenas como el idioma y el ajedrez", aclaró antes de contar que en la península lo comenzaron a jugar los musulmanes ricos y con los siglos se sumaron judíos y cristianos, convirtiéndose en una herramienta de convivencia.
"Y aparece la dama, la principal diferencia entre el ajedrez moderno y el antiguo o arábigo es la incorporación de la figura femenina: una pieza poderosa en el tablero, en momento de poderío militar español".
Relató historias de la Guerra Fría a través de las partidas entre Bobby Fisher y Boris Spassky, primero, y Anatoli Kárpov y Víktor Korchnói, después. Confesó que a Fisher lo admiró hasta que supo que era un sujeto con "una vida triste que odiaba a los negros, a las mujeres y a los judíos". Y esa historia sobre el ex campeón norteamericano que "tenía un coeficiente mental superior al de Einstein", le dio pie para remarcarles a los adultos en general, "el gran valor del juego en los niños" en contraposición a "la obsesión".
No se olvidó de las mujeres al narrar algo de la vida de las hermanas Polgar. Las húngaras Zsofía, Szuzsa y Judith (llegó a ser la séptima mejor en el mundo) nunca fueron a la escuela. Sus padres las educaron a través del ajedrez. "Los genios se hacen y las mujeres pueden serlo", desafió y recordó el caso de la ugandesa Phiona Mutesi, quien aprendió a jugar en un suburbio, a cambio de un plato de comida, y hoy compite internacionalmente.
Al cierre destacó a dos personalidades del siglo XXI: Viswanathan Anand y al actual campeón del mundo, el noruego Magnus Carlsen, quien puede estar las veinticuatro horas del día, aun caminando por la calle, pensando sobre jugadas de ajedrez. Historias que invitan a escuchar y a jugar.