Ahora Lionel Messi se podría decir que vive el reino del revés. Porque desde siempre el crack rosarino disfrutaba sus logros y buen pasar en el poderoso Barcelona y llegaba como el salvador a cumplir con los partidos de la selección argentina. No hace mucho tiempo la sensación generalizada era que el diez dejaba el confort futbolístico y la burbuja exitosa que era el Barça para meterse en el barro de una selección albiceleste que desde la Copa América de 1993 que no obtiene ningún título y en la que las exigencias son crecientes, tanto como los calificativos agraviantes hacia los jugadores después de cada frustración deportiva por no coronar una nueva estrella. Pero hoy la realidad parece ser otra muy diferente. Y no es porque la actual y renovada formación que conduce Lionel Scaloni sea un paraíso futbolístico ni mucho menos, sino en especial porque ahora el "ruido", el "cortocircuito" y el "tole tole" están del otro lado del Atlántico, en la mismísima entidad catalana que pasó de ser "más que un club" (tal su lema) a "un equipo terrenal y poco confiable". Así, este Messi viene a ponerse la camiseta argentina en busca de oxígeno y liberación. Y en especial para guiar a sus compañeros en el inicio de las eliminatorias sudamericanas, cuando Argentina mañana a las 21.30 reciba a Ecuador, en la Bombonera, en el inicio del largo camino al Mundial de Qatar 2022, que de lograrse el boleto sería el quinto certamen ecuménico de la Pulga.