Central mostró una de sus peores caras ante un Tigre que por momentos lo puso al borde de la humillación. Todo eso apenas unas cuantas horas después de lo bueno que había hecho frente a River, en ambos casos en Arroyito
Central mostró una de sus peores caras ante un Tigre que por momentos lo puso al borde de la humillación. Todo eso apenas unas cuantas horas después de lo bueno que había hecho frente a River, en ambos casos en Arroyito
Además de los días normales de entrenamiento, Central debería someterse a un exhaustivo análisis psicológico. No es para tomar a la tremenda lo que ocurra en 90 minutos de fútbol, pero la ambivalencia de este equipo deja tela para cortar. En apenas 72 horas el canalla se sumergió en una profunda crisis de identidad. Es que es capaz de pasar de una actuación esperanzadora como ante River a una lacerante como la de ayer. Es capaz de sentir que está para el salto de calidad, pero de la misma forma convencerse de que su fútbol continúa en una etapa de amamantamiento, sin poder dar los primeros pasos con cierta firmeza. La imagen que dejó frente al limitadísimo Tigre fue lisa y llanamente decepcionante y los hinchas se lo hicieron saber. Cero correlato encontró Central de aquella muy buena puesta en escena del pasado jueves. Más bien todo lo contrario. Con lo que se topó fue con un retroceso pronunciado que obliga a barajar y dar de nuevo.
Cómo explicar este presente de enormes dudas cuando apenas pasaron poco más de dos meses de la consagración en Copa Argentina. Es relativamente sencillo. Aquel título será eternamente valorado pero a partir de las exigencias en cada partido se escribirá un nuevo capítulo, en el que Central deberá estar a la altura de las circunstancias. La reprobación que apareció de a ratos de parte de los hinchas pareció para un equipo que no viene de ser campeón. Iban apenas 20 minutos cuando el "movete canalla movete, movete dejá de joder" comenzó a bajar con cierto grado de intolerancia. De eso se trata la exigencia y la obligación en Central, en el hecho de rendir examen partido a partido.
Pero claro, esas frases, mitad crítica y mitad empuje para intentar hacer despertar al equipo, tenían razón de ser. En ese corto tiempo Tigre no sólo ya estaba en ventaja sino que se floreaba, con sus formas, frente a un canalla desorientado, apático, errático y poco incisivo. Un combo que a la larga resultó letal.
Ni el más pesimista podía imaginar algo así. Estaba en los planes que a Central le costara el partido contra un Tigre urgido, pero no que de a ratos quedara expuesto al ridículo, como le pasó. Es que venía de algo bueno, lindo para cualquier equipo: que los hinchas se vayan contentos y efusivos de la cancha aun sin haber podido ganar. Eso fue lo que ocurrió el pasado jueves contra River y fue ese pico de rendimiento que mostró que se avizoraba un futuro más encantador. Error de cálculo.
Lo que nadie tuvo en los planes tampoco fue que Central entrara tan rápido en un estado de amnesia futbolística que no tuvo un solo síntoma, sino varios. Si a la falta de fútbol se contrapone un mínimo de inteligencia, la ecuación puede dar. Eso no se hizo. Si ante el desconcierto a la hora de retroceder se contrapone un mínimo de orden y sentido de la ubicación, la cosa podría funcionar igual. Tampoco sucedió. Si frente a algún error individual aparece el rescate de lo colectivo para subsanar cualquier macana, el ridículo no sería tal. Fracaso también en ese sentido.
Así fue el combo de Central ayer. Se juntaron la escasa capacidad de juego, el desorden generalizado y la llamativa facilidad para cometer errores infantiles, como el que hizo Camacho (sólo por poner un ejemplo) tres veces en la misma jugada.
Todo eso es lo que marcó una distancia abismal con aquel andar inteligente, audaz y promisorio exhibido ante River. Este Central fue otra cosa. Porque jugó a otra cosa.
A esta altura no parece que el mal sea un esquema táctico u otro, una estrategia u otra. Los nombres son básicamente los mismos y por más que cambien algunos pequeños detalles de movimientos eso no pude ensuciar tanto un funcionamiento que a esta altura, se supone, ya tiene algún mínimo de comportamientos establecidos. Con eso la guapeó de la forma que pudo en la Copa Argentina y le alcanzó para llegar, con sus armas, a una consagración tan buscada como festejada. Pero tirar el ancla hacia el pasado impedirá avanzar hacia el futuro.
El no despertar de una vez por todas y extender la racha de partidos sin triunfos va a empezar a llevar al equipo a un terreno en el que los números para mirar no serán los de la clasificación a alguna copa internacional, sino otros. Tampoco hoy eso parece un problema, pero siempre es mejor prevenir que curar.
Por lo que Central debiera empezar a solidificar su imagen es porque en poco tiempo comenzará con el derrotero en Copa Libertadores y, además, tendrá la chance de un nuevo título, cuando se cruce con Boca por la Supercopa Argentina. Jugando como ayer todo le va a quedar demasiado lejos.
Es enorme la posibilidad de que esos 90 minutos contra River hayan sido un oasis en medio del desierto, por algo se dijo (incluso desde estas mismas páginas) que se había tratado de la mejor versión futbolística en la era Bauza. Pero el poco tiempo entre eso muy bueno y esto muy malo puso a Central en medio de una verdadera crisis de identidad.
Sólo 4 victorias en el Gigante
Los dos triunfos en el arranque de la Superliga ante Banfield (1-0 en la 1ª fecha) y los tucumanos de San Martín (2-0 en la 3ª), el de la 7ª ante los sanjuaninos de San Martín (1-0) y el último en la 13ª frente a Estudiantes (2-1) en el ya lejano 23/11/2018 son las únicas alegrías en Arroyito.