Señores, esto es fútbol, donde todo puede pasar y donde la desazón se transforma en alegría en un abrir y cerrar de ojos y viceversa. La imagen del final decretará la sentencia de que Central perdió dos puntos en el José Fierro y dejó pasar la chance de transformarse en escolta junto a San Lorenzo, pero hay una historia que rodea al resultado que es imposible obviar. Porque por lo ocurrido en el primer tiempo, en el que el canalla había hecho un negocio bárbaro al irse al vestuario abajo por la mínima, lo del final estuvo acorde. Esto es, en el global Central no merecía ganarlo y Atlético Tucumán no mereció perderlo. Pero claro, cómo desentenderse de esa salida fallida de Montoya que cayó en los pies de Joaquín Pereyra y de la que nació el zapatazo del empate. Lo cierto es que para Central no resultó un mal negocio, porque estiró la racha sin derrotas y se mantiene ahí, tercero en la tabla.
Primer minuto, Malcorra abrió para Campaz, el colombiano probó de zurda, cruzado y rebotó en Marcelo Ortiz. Pareció un indicio de lo que podía ser el partido, pero nada de eso, porque todo lo que vino después en ese primer tiempo fue un padecer constante, con un descalabro futbolístico de tal magnitud que este alicaído Atlético Tucumán por momentos se floreó, generando una, otra y otra chance clara, al punto de haber podido liquidar el partido ya en esos primeros 45 minutos para el olvido.
La seguridad que Russo buscó otra vez con los tres centrales no funcionó, porque Martínez la rompía permanentemente y por ese sector el decano olió sangre. Joaquín Pereyra rápidamente tomó las riendas del partido y desde su zurda apareció el fútbol tucumano, pese a que el gol, tempranero por cierto, llegó tras un córner en el que todos se desentendieron de la jugada, menos Kociubinski, que tuvo todo el tiempo del mundo para dominar y elegir dónde ponerla.
Central era un equipo largo, sin juego, pero Atlético todo lo contrario. ¿Entonces? La figura de Broun comenzó a hacerse gigante. Orihuela lo tuvo solo por izquierda (el remate dio en la cara externa de la red), Ruiz Rodríguez lo tuvo mano a mano con Fatura (el uno ganó el duelo) y en la misma jugada otra vez Broun metió un tapadón increíble. En apenas 15 minutos Atlético pudo empezar a bajarle la persiana al partido y como no lo hizo Central se mantuvo en partido, sólo porque al decano se le había descalibrado la mira.
Con Malcorra ya afuera desde los 30’ Campaz hacía lo que podía, Montoya se equivocaba más de lo que acertaba y ante la falta de profundidad el que más sufría era Veliz, quien no llegó a conectar un centro de Campaz. En el córner que Central jugó rápido, Montoya le pegó para el demonio y con eso se cerró ese primer tiempo en el que Central estuvo ausente sin aviso, pero que, al menos, todavía estaba a tiro porque la diferencia era de apenas un gol.
Lo que vino fue una ruleta rusa, porque Ortiz avisó a 2’ y porque Campaz inventó un penal a los 7’ que Quintana cambió por gol. Ahí ya era otro Central, con más entusiasmo, más comprometido, pero aún con lagunas, por eso el tiro en el palo de Acosta. Y en la contra Martínez se la llevó por delante y no pudo meterla, pero sí definió como un delantero luego del pase profundo de Giaccone para el 2-1.
La confusión de Atlético Tucumán fue lo que hizo pensar que Central estaba camino a una victoria impensada (en el medio una pelota que caminó por arriba del travesaño de Broun y algunas arremetidas de Campaz por izquierda).
Pero esa sensación de que todo terminaba en una buena noche para Central cambió por esa salida infructuosa de Montoya, que cayó en el pie de Pereyra, el remate y el desvío en Ortiz para el 2-2 final que causó dolor y es lógico por cómo se dio. Pero que en definitiva, por ese feo primer tiempo, terminó siendo un buen negocio.
¡EL DECANO LE AMARGÓ LA NOCHE AL CANALLA EN LA ÚLTIMA! | Atl. Tucumán 2-2 Rosario Central | RESUMEN