Para recomponer la imagen, nada mejor que un triunfo. Para meterse en carrera de lleno en la pelea por el primer puesto en la Sudamericana, nada mejor que una victoria como la que logró anoche Central, en la que no dejó dudas y marcó una clara supremacía, pese al sufrimiento que provocó ese largo rato en el que sin merecerlo estuvo abajo en el marcador, martirizado por el gol en contra de Avila. El análisis final, el más importante, el que todos hoy en Arroyito pondrán arriba de la mesa, es el triunfo en sí mismo, pero la construcción del mismo fue de lo más saliente para este equipo del Kily que se había acostumbrado a jugar bien, pero que había entrado en una pendiente peligrosa en su última presentación. Por eso la necesidad de lograr que la Sudamericana no empezara a jugarle también una mala pasada. Objetivo aprobado con creces en el torneo en el que no sólo se acomodó sino que parece haber tomado la sartén por el mango, en el mismo instante en que sacó de carrera a San Lorenzo, el rival, en la previa, más duro del grupo.
El haber salido a jugar sabiendo de la victoria de Huachipato ante 12 de Octubre obligaba a Central al menos a no perder, pero en medio de esos pensamientos positivistas estaba la idea de irse con el premio mayor, para lo que debía regalarse una actuación convincente, que se ubicara en las antípodas de lo que había sido el choque del pasado domingo, en el que se despidió de la Copa de la Liga. Porque ese recuerdo, fresco todavía, andaba revoloteando y era lo que había que ahuyentar para que las dudas no ganaran terrenos.
Con el partido de anoche ante el golpeado San Lorenzo lo que hizo Central fue tomar en cierta forma el mando total de la situación, ya que una victoria frente a Huachipato, lo pondría inexorablemente en lo más alto de las posiciones. Ese es el premio que el canalla se llevó del Nuevo Gasómetro, donde otras vez ante el ciclón, como pasó hace dos semanas, se reencontró con su mejor versión futbolística.
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Central disfrutó del fútbol de Vecchio y Ruben.
Sebastián Suárez Meccia / La Capital
En momentos como estos no es para menospreciar que ello ocurra. Porque frente a situaciones límite a cualquier equipo se le exige que gane, muchas veces sin importar el cómo, pero Central entendió que la mejor forma de levantarse de aquel porrazo en cancha de Platense era a través de las buenas intenciones.
La autoridad con la que Central resolvió el partido es la mejor red de contención. Para el Kily fundamentalmente, para los hinchas, la dirigencia o quien sea. Porque ese entretejido futbolístico que armó en el Nuevo Gasómetro llegó inmediatamente después de que uno de los tantos objetivos planteados se hicieran añicos, como ocurrió antes con la Copa Argentina.
Este Central decidido, convencido, con el atrevimiento suficiente como para salir a jugar y a partir de ahí intentar ganar es el que puede animarse a ir por la clasificación en una copa que es lo único que le queda por delante.
Pero desde anoche ya no será lo mismo. Es que la necesidad de levantarse iba acompañada de la obligación de al menos no perder el control. Pero fue por más. Porque jugando a lo que quiso sacó al ciclón de escena y se enganchó ahí arriba. Lo que hizo Central fue tomar la sartén por el mango.
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Rachas negativas que ya quedaron en el pasado
El equipo del Kily González dejó atrás varias rachas negativas. Ganó su primer partido como visitante en la Copa Sudamericana. Hasta ayer había jugado siete (4 pardas y 3 derrotas. Fuera del Gigante, volvió a convertir dos goles tras 23 partidos lo que era su peor racha en la historia. La última vez que había marcado más de un gol de visitante había sido contra San Lorenzo 2-2 el 17 de agosto de 2019 (Riaño y Ruben). Desde Conmebol 1998 (3-2 con Huracán Buceo) que no daba vuelta un partido de visitante. Y ganó en el Nuevo Gasómetro tras 11 partidos, desde el 3-1 en el Clausura 2005.