"Vos te imaginás lo que será Rosario si ganamos la Copa", fue otro mensaje telefónico en el comienzo de la semana. "Sería fantástico para todos", dice lacónico. Porque el técnico escribe como habla. Bauza es así. Un tipo que no demuestra demasiado. Pero que siente mucho. Por eso muchas veces el estrés lo sorprende. Porque se trata de Central. De su Central. Ese donde festejó muchas victorias como jugador. Y que como técnico siempre había quedado con el mérito de haber llegado a instancias importantes pero sin conquistar.
La crítica de no haber ganado un clásico rosarino como DT se hizo estigma, pero nunca lo consideró como una deuda pendiente. "No es un problema para mí", siempre respondió. Pero en este volver también lo consiguió. Y que fue determinante para llegar a ganar la Copa Argentina.
"Nada será igual a ganar algo con Central", se ilusionó en un rapto de apertura a su pensamiento. Justo quien tiene en su haber dos Copas Libertadores. Claro, pero fueron en el exilio.
Bauza volvió a Central. Al club de sus amores. Poco importa si el juego no fue el pretendido. Porque en definitiva su regreso fue con gloria. Justo lo que necesitaban los canallas como él.