En Presidente Quintana y Dorrego se emplaza la Agrupación Infantil Oroño. "El naranja de Villa Moreno" es uno de esos clubes que siempre se las arregló para gambetear los tiempos de crisis y sostener su objetivo principal: "contener y hacer todo lo que esté al alcance del club para los niños y niñas del barrio, y ser un lugar de encuentro para ex jugadores y vecinos".
Al Barrio Moreno lo habitan familias humildes y trabajadoras, es un territorio repleto de carencias y sacudido permanentemente por episodios de violencia. A pesar de las dificultades, el club supo sostener su función y ampliar la oferta deportiva, social y cultural para los vecinos de la zona.
Actualmente, más de ochenta chicos y chicas practican fútbol en todas las categorías del Baby fútbol, y unos treinta jóvenes participan en las prácticas de hockey. También se dictan talleres culturales y apoyo escolar, hay una colonia de vacaciones y se sirve la copa de leche para las familias más necesitadas del barrio. Los chicos que participan, todos los fines de año reciben un trofeo enorme con el escudo del club y las tiritas de colores naranja y negro. "Los premiamos por el esfuerzo y el compromiso con este club", comenta Mony, tesorera del club.
La Agrupación Infantil Oroño es una gran familia que en sus treinta y cinco años de historia supo construir una forma de pertenencia y otra de resistencia, supo transformar todo lo malo en bueno, toda la bronca en lucha.
El club es el barrio
La fuerza de una idea pensada por cuatro personajes del barrio durante el verano de 1982 se materializó con la inauguración de la primera sede social. Florencio Scharpistz, Loyudise, Ramón Paz y José Luis “Bigote” Castaneda cortaron la cinta en un predio ubicado en Dr. Riva y Bv. Oroño, calle emblemática de Rosario de la cual la entidad tomó su nombre. El club comenzó a tener vida militando en el fútbol infantil. Las camisetas completamente naranjas se inspiraron en el histórico equipo holandés liderado por Johan Cruyff, que por aquellos años marcaba un paradigma de juego en el mundo entero.
Para principios de 1998 los dueños de los terrenos decidieron vender los lotes para ejecutar un plan de viviendas, y el club tuvo que mudarse. Al principio, la cancha se armó en paralelo a la calle Dorrego. “Pusimos unos palos, unos alambres, dos cuartitos para poner el buffet, hicimos los vestuarios y eso fue todo”, recuerda Mony. Un tiempo después, trasladaron la cancha sobre calle Quintana, que es su ubicación actual. La nueva casa fue como un aire fresco para todos, más para el vecindario que ahora reconocía un espacio para participar. El club se erigía como el “pulmón del barrio” en un contexto que se deterioraba a comienzos de la década pasada.
Frente a la crisis que estalló en 2001, los clubes comenzaron a tener una función social mucho más compleja, asumiendo una tarea de contención de las poblaciones vulneradas.
Las ollas populares y las copas de leche atendían a familias enteras en las barriadas rosarinas. Y en Villa Moreno, el club asumió un trabajo de asistencia y contención para los más castigados por la crisis social y económica. “Había chicos que venían a practicar sin comer. Nos costaba muchísimo llegar a pagar los gastos de la Liga, los servicios del club, la ropa para los chicos”, dice Mony. Organizaban sorteos y rifas, se vendían tortas fritas, empanadas y se hacían polladas. Se hacía lo necesario para solucionar cualquier necesidad, interna o externa al club.
Madrugada trágica
En la madrugada del 1 de enero de 2012,
tres compañeros del club fueron asesinados en la canchita de la Agrupación Infantil Oroño. Jeremías Trasante, de 17 años, Claudio “Mono” Suárez, de 19, y Adrián “Patom” Rodríguez, de 21 años, eran militantes sociales y compañeros del club, nacidos en Villa Moreno. Se habían criado en el club y eran queridos por todos, en especial por sus compañeros de militancia del M26. Se cruzaron en el camino de una sangrienta disputa narco. No tenían nada que ver.
Jere, Mono y Patom se convirtieron en una causa que movilizó a todos en barrio Moreno, cientos de organizaciones sociales, políticas y religiosas, familiares de víctimas de la violencia. La enorme campaña de lucha por justicia fue una clara demostración de construcción de justicia popular, desde los barrios a las puertas de los Tribunales.
En el club donde se criaron los pibes, el dolor fue tan grande que costó mucho superarlo y seguir adelante. “De chiquitos venían a jugar a la cancha, conocíamos a sus familias, eran muy buenos pibes. Por culpa de otros, sin tener nada que ver, pagaron tres pibes inocentes”, recuerda Miguel Ángel Vázquez, actual presidente del club.
El día que Messi perdió
Vázquez está en el club desde los primeros años. Sus funciones han ido cambiando, pero siempre estuvo a cargo de la Dirección Técnica de alguna categoría. Tuvo la suerte de dirigir la 86, que en 1994 se cruzó en más de una oportunidad con Abanderado Grandoli, donde jugaba Lionel Messi, que “era 87 pero lo subían”. “Lo que más me acuerdo de cuando venía a jugar acá, además que la pisaba, es cuando pasaba frente al bufet con las piernitas cortitas y el pantaloncito hasta la cintura”, comparte Vázquez, y agrega: “Era un espectáculo verlo jugar, cómo se hamacaba, cómo la llevaba siendo tan chiquito”.
En el club todos recuerdan un partido que los de naranja le ganaron al Grandoli de Messi y luego fueron campeones. “Con la 86 salimos seis veces campeones de la Liga, dos veces copa de campeones, era un equipazo”, comenta Vázquez.
Un sueño inagotable
Desde el verano de 2016 el club abre su propia colonia de vacaciones para chicos de 2 a 14 años del barrio y otras latitudes. La comisión directiva se ocupa que los chicos tengan espacios para el juego, el deporte, la merienda, paseos y visitas a distintos lugares de la ciudad, y hasta sus carnets de acceso gratuito a la pileta del Polideportivo Municipal 9 de Julio.
En mayo de 2016 comenzaron las obras en el club en el marco del Plan Abre. La reinauguración de las instalaciones fue un momento soñado por todos. Se renovaron vestuarios, sanitarios, redes de agua y electricidad y se colocaron torres de iluminación y cerco perimetral. La fisonomía del club cambió rotundamente, renovando la imagen del barrio y presentándose a los vecinos como un enclave mucho más preparado para seguir recibiendo chicos y chicas. Sobre una de las esquinas de la cancha, un cartel enorme muestra las caras de Jere, Mono y Patom, tres compañeros que viven en la memoria del club y en el corazón de su gente.
En paralelo, siguieron los éxitos deportivos. Los chicos de la categoría 2002, que dirigía Mony, salieron campeones ese año. Los “Tigres de Oroño”, como les llama la DT, acumularon siete campeonatos consecutivos. En 2017 fueron campeones la 2003, 2009 y 2011, y hubo premios Fair play de la liga, por el buen comportamiento de los chicos.
Hoy la Agrupación Infantil Oroño es una institución social y deportiva sólida, con la personería jurídica propia y un predio que posee instalaciones nuevas y de primera calidad. Pero fundamentalmente, es una gran familia que supo vencer muchas adversidades y que sueña inagotablemente con seguir creciendo.
>> De Barrio Somos | Historias de clubes en 360º
El
proyecto transmedia da forma a un recorrido multiplataforma por las historias de clubes de la ciudad de Rosario, de la mano de personajes que le otorgan tridimensionalidad, articulando una serie de medios on y offline que buscan aprovechar las potencialidades narrativas de cada lenguaje. Es una iniciativa del
#DCMteam de la Universidad Nacional de Rosario.
Para conocer más sobre la historia de la Agrupación Infantil Oroño, recomendamos leer la crónica
“Naranja el corazón”, de Patricio Irisarri, parte del libro Hechos de barrio, del universo transmedia De Barrio Somos.