El Florencio Sola como escenario y el racimo de jugadores de Central en el campo de juego en un abrazo sentido. La postal más elocuente del deber cumplido después de una clasificación asegurada a los octavos de final de una Copa Sudamericana en la que no partió como favorito, pero en la que con el correr de los partidos fue adquiriendo fisonomía de equipo, competitividad y, por ende, resultados. El empate sin goles frente a 12 de Octubre puso al equipo del Kily González en la próxima instancia de la copa, en la que sólo habrá lugar para los ocho mejores, más otros ocho que bajarán de la Copa Libertadores. Y Central está ahí, confiado y afianzado. También convencido. Un semestre que dio para todo en Arroyito, incluso para imaginar que a esta última fecha se iba a llegar con otro entrenador que no fuera el que inició el proceso de transformación y recambio, allá por agosto del año pasado. Central buscó una alegría de este tipo y la alcanzó, sabiendo que las obligaciones sobrevendrán cuando la competencia se reanude, pero al menos hoy puede sentir la tranquilidad y la satisfacción de haber dado ese primer gran paso en esta copa. Un muy buen cierre de mitad de año.
Lo que logró fue, en cierta forma, contra viento y marea. Porque el clima de hace algunos meses no es el mismo que el que se vive hoy en Arroyito. San Lorenzo era el rival más duro, al menos cuando quedaron conformados los grupos. Y a ese San Lorenzo, Central le pegó dos cachetazos implacables, el primero en el Gigante, el segundo en el Nuevo Gasómetro. Por esos días la vida de Central era lo más parecido al sufrimiento, con un equipo al que los vaivenes lo asediaban y le hacían sentir que vivía con el agua en la pera.
Por eso esta clasificación a octavos de final de la copa tiene trazos de epopeya. Porque de aquel Central de las dudas y las críticas despiadadas a este de la solvencia hay una distancia abrumadora. Al de hace un par de meses no le daba ni siquiera como para iniciar los trámites del pasaporte, porque ni al más desentendido en el tema se le hubiera ocurrido abrir la almohadilla para humedecer el sello. Este es otra cosa.
Para que esa realidad cambiara fue necesario iniciar un trámite rápido, evitando pasos burocráticos que distrajeran y Central lo hizo. Sabiendo que el cambio repentino era condición sine qua non decidió hacerle un bollo a aquella planilla que firmó en el debut frente a 12 de Octubre, en Paraguay, para arrancar de cero. Fue un paso, después otro, y otro más, hasta llegar a esta última fecha en la que ya desde la victoria ante San Lorenzo había tomado la sartén por el mango. Puntazo a favor por la búsqueda de ese destino y el hallazgo del mismo.
Con más o menos pibes, con un sistema de juego o con otro, con mayores o menores presiones, Central siempre fue, atento a la jugada, pero convencido de que ese rótulo de “segundón” en las consideraciones previas no le cabían.
Es más, este equipo que hoy celebra la clasificación a las instancias finales de la Sudamericana fue formateado y refundado en esta competencia. Porque el quiebre fue en aquel 2-1 sobre San Lorenzo, que le sirvió como aperitivo para lo que fue esa otra gran medalla que puede colgarse el canalla en este semestre: el categórico triunfo en el clásico, en un torneo local en el que, vale también destacarlo, flaqueó en el final (ante Platense) cuando sólo necesitaba ganar para pasar a cuartos de final.
Ahora, esta clasificación en la Sudamericana quizá sirva para borrar en cierta forma esa decepción que causó ese paso en falso e incluso para amortiguar el golpe de la temprana y humillante despedida de la Copa Argentina.
Es que después de varias participaciones deslucidas en los últimos torneos internacionales (en la última Sudamericana no pasó de la primera serie ante San Pablo y en la Libertadores, con Cocca como DT, no le dio ni siquiera para el tercer puesto, que lo hubiera “derivado” a la Sudamericana) cambió la imagen. Vale también porque fue uno de los tres o cuatro objetivos de inicio de la temporada.
Para muchos puede parecer un batacazo, para otros no. Pero lo que nadie podrá poner hoy en tela de juicio es el dato incontrastable de que Central tuvo la inteligencia necesaria y el fútbol para ganarse un lugar en ese selecto grupo de ocho, a los que sólo podían acceder los primeros de cada zona.
Dos de los tres resultados posibles le eran suficiente para lograr su cometido y hasta podía darse el lujo de caer derrotado, luego de los goles tempranos de San Lorenzo que llegaban del otro lado de la cordillera. Pero al final Central no necesitó de ayuda ajena porque tranquilo, sin presiones, el 0 a 0 de anoche lo clasificó.
El ropaje futbolístico del principio no era el ideal para una fiesta de gala internacional, pero Central encontró rápidamente la vestimenta adecuada y hoy esta Sudamericana lo tiene a mitad de la fiesta bailando y con la copa en la mano.
Tras 16 años, sorteó el primer peldaño de esta copa
Desde aquel histórico lunes 29 de agosto de 2005, cuando, en el Gigante de Arroyito. Rosario Central derrotó 1 a 0 a Newell’s, con gol de Germán Rivarola, en el partido de vuelta de la fase argentina de la Copa Sudamericana, que los canallas no dejaban atrás el primer escollo de la Copa Sudamericana como pasó ayer a la noche en cancha de Banfield. Es que luego de aquella noche mágica, los auriazules se quedaron en el camino en la primera etapa de este torneo, que no se jugaba en fase de grupos sino que eran llaves eliminatorias. En 2014 quedó afuera con Boca y en 2018 con San Pablo. Aquella de 2005 había sido la única alegría de Central en Sudamericana donde en 2003 había quedado eliminado a manos de Independiente. En torneos de Libertadores, que tenían fase de grupos, tuvo luces y sombras. No pudo pasar de fase en 1971 (clasificó Universitario de Perú), 1972 (Independiente) y 1974 (Huracán). Recién lo pudo hacer en 1975 cuando venció a Newell’s en el desempate. Tampoco lo logró en 1981 (pasó River) y en 1987 (Independiente). Sí lo logró con Bauza en 2000 y 2001 y en Mercosur 2000; con Russo en 2004 y con Coudet en 2016. Pero no pudo hacerlo con Zof y Astrada en 2006 ni con Diego Cocca en la edición 2019 de la Copa Libertadores.