Ocho rounds y nocaut. Parece simple, pero la pelea en que Cassius Clay venció a George Foreman hace 40 años fue mucho más que eso. Fue toda una leyenda deportiva, histórica y política. Un combate entre dos pesos pesado tan cargado de expectativas y de épica que se lo bautizó nada menos que Rumble in the jungle (Rugido de la Selva). Tuvo lugar un día como hoy de hace cuatro décadas. Clay (reconvertido al islamismo como Muhamad Ali) venció a Big George, famoso por su instinto "asesino" sin parangón y claro favorito, un 30 de octubre de 1974, en el estadio nacional "20 de Mayo", de Kinshasa, en un Zaire gobernado por el megalómano dictador Mobutu Sesé Seko. Hoy ese país es la República Democrática del Congo, Alí está silenciado por el parkinson y Foreman es un hombre de negocios y reverendo de una iglesia cristiana.
La pelea era por el título mundial de los pesos pesados. Fue y será un hito del pugilismo del siglo XX, y contó con cobertura mundial. La Capital no fue la excepción: un día después, le dedicó el centro de su página 10, bajo el título "Descontrolada alegría de Clay por el triunfo" (Ver aparte).
Casi 100 mil espectadores de raza negra fueron mayoría en el estadio y ambos boxeadores recibieron cinco millones de dólares cada uno, pagados por el dictador que gobernaba el país africano.
En la pelea, Foreman, de 25 años, llevó a las cuerdas a su contrincante, de 32, durante todo el combate. Alí sólo aguantaba los embates y se dedicaba a chicanear al campeón del mundo. "Alí bomayé" (¡Alí mátalo!) esta el grito que más resonaba al rededor del ring. Y en el octavo round, Alí salió al contraataque y con una derecha logró noquear a su rival.
En esa noche calurosa, Alí volvió a conseguir el cinturón de los pesos pesados que le habían arrebatado en 1967 cuando se negó a ser parte del ejército norteamericano en la Guerra de Vietnam
Foreman hasta ese momento había lucía orgulloso el título de la Asociación (WBA) y del Consejo (WBC) mundial de los pesados, que había ganado el año anterior, en Kingston, Jamaica, cuando había noqueado a Joe Frazier, otro prócer de la categoría. acido en la ciudad de Louisville, Alí, de 32 años ya había experimentado la gloria de ser campeón en 1964 cuando todavía bajo el nombre de Cassius Clay había vencido con claridad a t
las boxísticas, ideó la realización del mítico combate. Le ofreció 5 millones de dólares a cada uno de los oponentes pero, lo más gracioso, fue que no tenía el dinero para pagarles. Entonces, el dictador Sesé Seko apareció como bendición en su camino y el enfrentamiento se trasladó a Africa.
Alí llegó a Zaire y, enseguida, se entremezcló con la gente del lugar. Foreman, por el contrario, arribó a Kinshasa acompañado por tres perros pastores alemanes y un nutrido séquito de guardaespaldas. El público local no tomó gentilmente el gesto del campeón, debido a que todavía estaba fresco el recuerdo de los perros de la Policía Belga persiguiendo a la multitud ante las distintas protestas sociales.
Entonces, Zaire se puso, definitivamente del lado de Alí, a quien identificó como ícono en esa lucha por proteger los derechos de los habitantes de la raza negra. El retador, inteligente como pocos más allá de esa condición de fanfarrón que todos supieron reconocer, utilizó este recurso e inventó un cántico para que la multitud lo reprodujera: ‘Alí bomaye' en congolés se tradujo como ‘Alí, mátalo'.
La otrora pelea del siglo, conocida tiempo después como ‘Rumble in the jungle' (Rugido en la selva), se demoró seis semanas por una lesión de Foreman.
Cuando los dos estuvieron frente a frente, en el cuadrilátero, el campeón lucía más atlético, más potente. El retador, con la inteligencia que lo distinguió a lo largo de su carrera, diseñó un plan de pelea perfecto, sin fallas.
"Vuela como una mariposa, pica como una abeja" fue la frase de cabecera que el entrenador Angelo Dundee ‘metió' en la cabeza de un Alí que, durante los primeros cinco rounds, eligió recostarse sobre las cuerdas, en las esquinas (lo que solía poner nerviosos a sus ocasionales rivales), contrarrestando con potentes jabs de derecha.
Foreman dominaba la escena y enviaba potentes golpes desde distintos ángulos: algunos hacían daño, los otros eran esquivados por ese boxeador que bailaba sobre el ring como nadie y que pegaba en retroceso con una singular precisión.
Ya en el sexto round, el campeón había descargado un arsenal de impactos y lucía frustrado; buscaba desequilibrar de distintas formas y Alí seguía allí, enhiesto sobre el cuadrilátero.
Entonces, en el octavo asalto, el retador asumió, cual torero, que era ‘el momento' para liquidar la faena. Dejó que su adversario lo arrinconara en una esquina y fue saliendo de la misma, en base a golpes certeros, aplicados al cuerpo y a la cabeza.
La definición fue perfecta y se dio cuando quedaban 12 segundos para finalizar la vuelta: un poderoso jab de derecha a la mandíbula de Foreman dejó al campeón en la lona. El árbitro Zach Clayton, incrédulo, inició la cuenta de protección y al llegar a ocho tomó nota de que el asunto estaba sellado. La pelea más recordada de todos los tiempos había concluido y la leyenda del boxeador ‘más grande' recién comenzaba.
Vuela como una mariposa pica como una abeja.