Hasta la actuación descollante de Brian Aguirre del fin de semana cuesta recordar el último juvenil que, con unos pocos partidos en primera, despertó tanto entusiasmo en la parcialidad rojinegra. Quizás ese futbolista haya sido Nicolás Castro. Aguirre la rompió el domingo y se fue ovacionado del Coloso. Durante los 90’, cada uno de sus arranques, en los que combinó dominio y velocidad, desataron aplausos y gritos de aprobación.
Hasta hace muy poco, sin siquiera haberlo visto jugar y solamente llevados por las repercusiones de sus actuaciones en reserva, más de uno se preguntaba por qué no contaba con una oportunidad en primera. Otros, incluso, reclamaban que juegue. Lo que muchos desconocían es que el extremo de 19 años mostraba condiciones y era desequilibrante, pero que también tenía sus desniveles en reserva, incluso dentro de un mismo partido.
La política con el atacante fue no apresurarlo. Hasta que se le dio la chance de subir a la primera y comenzó a jugar más seguido. El nivel que tuvo en el último partido de la lepra, frente a Gimnasia, entusiasmó a todos. Recibió elogios de toda clase.
Pero desde este momento comienza para Aguirre una etapa mucho más difícil que el hecho de llegar y hacer un buen partido: mantenerse. Seguramente tendrá altibajos, lógicos en cualquier jugador de su edad. Y será en esos momentos en que las cosas no le salgan en los que el público de Newell’s deberá darle tolerancia.
Esa misma que hoy no le tiene a Francisco González. A los 21 años, y mucha mayor cantidad de partidos que su compañero, Panchito atraviesa una dura etapa, con reprobaciones constantes y masivas. La hostilidad que despierta su figura se puso de manifiesto apenas ingresó contra el lobo platense.
La primera jugada que intentó la resolvió mal y derivó en una reacción de enojo y fastidio unánimes. A nadie le importaba que Newell’s ganaba tranquilo por 2 a 0. Al rato, hubo un nuevo error del delantero y más gestos de bronca.
La sensación fue que esa intolerancia afectó a González, al punto que desde la medialuna, después de algunos intentos fallidos, prefirió tocar hacia atrás en vez de patear al arco desde una buena posición.
El argumento de que el jugador debe acostumbrarse a todo y resistir hasta las críticas más duras se naturalizó. Pero no es algo propio de la naturaleza humana.
Ramiro Sordo, hoy mucho menos criticado, alguna vez llegó a estar muy afectado durante un partido por los insultos que recibía. Detrás del jugador también hay una persona, aunque algunos consideren que pueden cuestionar con enorme crueldad. No vaya a pasarle a Aguirre en poco tiempo lo que hoy sufre González.