A partir de la nueva conformación de las Cámaras, la responsabilidad ahora la tiene el oficialismo, que le pidió un crédito a la sociedad, que se lo dio generosamente. Con más poder en la mano debe mostrar sabiduría y astucia para manejarlo responsablemente. Si hubiese problemas, los costos irán a la cuenta de LLA.
Cuando un gobierno ha sido revalidado en sus pergaminos, suelen cambiar los parámetros de exigencia por parte de la ciudadanía, ya que lo demandado desde el poder le ha sido concedido por el común de los mortales. Eso obliga a ser más cuidadoso, evitando entrar en terrenos fangosos innecesarios. Al final del camino, la gente votó un cambio importante. El oficialismo debe comunicar que lo está logrando, aunque las reformas sean bastante más moderadas de lo que se aspiraba.
En el Poder Ejecutivo dicen que ya tendrían el número para hacer aprobar la reforma laboral en el Senado. Probablemente no lo tengan todo atado, aunque esté bastante cerca, lo cual elevará el precio de las transacciones, sobre todo de los más remisos, los que suelen hacerse los difíciles, sabiendo que a LLA no le sobrará nada.
Lo que parece totalmente ilusorio es obtener media sanción antes del 30 de diciembre, cuando concluirán formalmente las sesiones extraordinarias, teniendo en cuenta las fiestas de por medio. La oposición tenderá a “darle largas” al asunto para que el gobierno no se lleve un triunfo parcial antes de fin de año, embarrando la cancha, llamando a múltiples voces para que expresen sus opiniones sobre el tema.
De hecho, la primera discusión será acerca de si corresponde que el proyecto haya entrado por el Senado, teniendo en cuenta que involucra temas impositivos, los cuales, según la Constitución Nacional, correspondería ingresarlos por Diputados.
El argumento de los funcionarios es que no se trata de crear impuestos sino solo de cambiar alícuotas. Veremos qué mitad de la biblioteca gana la discusión y si la cuestión no se judicializa, lo cual sí llevará más tiempo del imaginado.
El rol de Bullrich
Más allá del proyecto concreto, la batalla la encabezará un personaje muy especial: Patricia Bullrich. Recordemos que fue ministra de Trabajo de Fernando de la Rúa, cargo al cual llegó luego de aprobada la polémica reforma laboral de entonces, y protagonizó peleas furibundas con Hugo Moyano y el sindicalismo en general. Si logra aprobar este proyecto, más allá de cómo salga, se convertirá en heroína libertaria. Pero ¿y si sale mal? ¿A quién se le atribuirá la culpa políticamente? ¿Eso le cortará las piernas a ella para escalar hacia la jefatura de Gobierno de Caba, o a alguna instancia más ambiciosa? El punto es que la nueva senadora podrá pagar costos, pero el que más perdería con un traspié es el propio presidente.
Imaginemos este escenario: se traba la reforma, con lo cual ya no podría volver a ser tratada como tal, o sale tan desplumada que tendría sabor a poco. Eso significaría ponerle un dique al gobierno, lo cual generaría preguntas sobre su capacidad de generar gobernabilidad, afectando la percepción de los mercados, y evitando que baje el riesgo país. Por todo eso, los actores necesitan ser socios indisolubles, aunque hayan corrido un riesgo sustancial.
El oficialismo cree que en el Senado sumaría a los propios, 3 del PRO y 10 radicales, con lo cual quedaría a pocos votos de lograr el objetivo. Suena un poco optimista que todos los radicales se encolumnen, lo que volvería estratégicos a los 10 legisladores que responden a sus líderes, como los santiagueños y los misioneros, entre otros.
El otro aspecto al que debe prestarle atención el gobierno en este tema es a la opinión pública. La línea comunicacional al respecto luce un poco dispersa y con falta de contundencia. Casi como si hubieran renunciado a debatir mucho el tema públicamente. ¿Será una estrategia por si aparece un martes 13 que arruina la fiesta y mejor aprovechar que la gran mayoría de la sociedad ya está pensando en las celebraciones de fin de año y las vacaciones? ¿Cuánta expectativa conviene generar? Al respecto, el especialista laboralista y asesor del proyecto Julián De Diego reconoció que no se debe esperar que haya una mayor contratación de empleados porque se apruebe la ley, porque para eso hace falta que haya reactivación económica.
Una pregunta final: después de haber perdido casi todas las votaciones legislativas este año, y aunque la composición de las Cámaras es mucho más favorable desde ahora, ¿el oficialismo habrá hecho alguna autocrítica sobre su estrategia legislativa? ¿Cuánta eficiencia habrá tenido Diego Santilli en su raid de conversaciones con los gobernadores? ¿Toto Caputo aceptará todo lo que fue ofrecido/sugerido, o supera los límites que le impone el superávit fiscal? En todo ese trayecto seguro habrá algún eslabón perdido.