Por Jorge Levit
AKK es una dirigente conservadora con algunas diferencias conceptuales con su mentora Ángela Merkel (ya en su ocaso político) y opuesta a la ultraderecha neofascista, por lo que podría convertirse en un freno al retorno de un pasado europeo que llevó al mundo al desastre en la primera mitad del siglo pasado.
Europa no pasa por su mejor momento. En Francia, la violencia callejera de los "chalecos amarillos" es todavía una expresión heterogénea, sin líderes, pero que se unifica en el repudio al gobierno y en el reclamo de mejoras sociales. No es posible saber aún hacia dónde derivará ese movimiento popular. En Alemania, los neonazis reunidos en un partido llamado Alternativa para Alemania obtienen en cada elección más votos y cargos en el Reichstag (parlamento federal) y en las legislaturas regionales. En Bélgica, la ultraderecha nacionalista flamenca acaba de hacer caer al gobierno de coalición de Bruselas. En Italia, los neofascistas del norte en la coalición de gobierno repudian cada vez más las políticas migratorias de la Unión Europea y ponen en riesgo la estabilidad económica continental al desconocer los acuerdos sobre el déficit fiscal. En los países del este del Viejo Continente, más pobre y desigual, la xenofobia crece sin pausa por temor a la "invasión" extranjera. Y Rusia, un gigante que se reparte entre Europa y Asia, pretende recrear el imperio de los zares de Pedro "El Grande" con políticas agresivas y un líder formado en la escuela de la KGB soviética.
En medio de este complicado panorama, Inglaterra no encuentra cómo cumplir con el mandato de sus ciudadanos e implementar el "Brexit", un verdadero peligro para Europa por sus implicancias económicas y sociales. El Banco de Inglaterra estima que si Gran Bretaña no logra una salida ordenada de la Unión Europea el PBI de la isla podría caer el 8 por ciento, una cifra inimaginable para uno de los diez países más industrializados del planeta. Las consecuencias para todo el mundo serían impredecibles.
Tras la devastación causada por el nazifascismo en la Segunda Guerra Mundial, Europa se recuperó con fondos norteamericanos pero también por el surgimiento de líderes políticos que pudieron alcanzar acuerdos y lograron el Estado de bienestar y un desarrollo sostenido por décadas, pero que ha comenzado a resquebrajarse. El ingreso de millones de refugiados en Europa durante los últimos años volvió a reverdecer en las generaciones que no vivieron esa tragedia lo peor de la condición humana: el odio al extranjero, la supremacía racial, la falta de solidaridad y el aislacionismo.
Sólo Alemania, tal vez por su culpa eterna de haber sido el motor de la industrialización de la muerte hace apenas 80 años, permitió el ingreso de un millón de refugiados sirios y de migrantes africanos. A los primeros los perseguían la guerra y una muerte segura, a los segundos el hambre y la miseria sempiternas. Esta acción solidaria del gobierno alemán de Ángela Merkel generó el fortalecimiento del neonazismo y la pérdida de votos de la coalición cristiana-socialdemócrata gobernante. El resto de Europa siguió esa tendencia hacia la ultraderecha, que también se explica como reacción ante el deterioro de las condiciones de vida de los más pobres.
La clave del futuro de la democracia en esa zona del mundo estará en las próximas elecciones europeas de mayo del año próximo, cuando la ultraderecha más retrógrada que encabeza la francesa Marine Le Pen intente dar el zarpazo final en el Parlamento Europeo y aglutinar políticamente a toda la lacra neonazi que infecta otra vez a Europa.
Un profesor y estudioso de los fenómenos europeos, el estadounidense Daniel Goldhagen, sostiene que el ascenso del nazismo y su política criminal fueron posibles por la aparición de un líder que decidió implementar como política de Estado los deseos ancestrales eliminacionistas de un pueblo que lo apoyó en esa tarea. Sin la conjunción de esos dos factores (Estado y apoyo popular) jamás hubiera sido posible la tragedia europea del siglo pasado.
Hoy resurge en Alemania, en Italia y en toda Europa el mismo sentimiento que ya una vez llevó a ese continente al desastre. Pero hay diferencias evidentes: la presencia de algunos líderes políticos importantes, como AKK, que contrariamente a lo visto en el siglo pasado tienen una visión de la existencia basada en la dignidad humana. Alemania, como motor económico y político de Europa, puede revertir su historia y en lugar de la destrucción que causó en el pasado, liderar el salvataje de un continente que empieza otra vez a trastabillar en el peor fango de la humanidad. AKK será, seguramente, una figura clave en ese proceso salvador.