Simplificar la realidad de Central a la llegada de Carlos Tevez como entrenador es un reduccionismo que puede interpretarse desde la conveniencia o la ignorancia. El ídolo de Boca nada tiene que ver con el contexto de crisis institucional, futbolística y política que atraviesa el club. En todo caso el Apache es un emergente de la improvisación con la que se conduce la entidad en los últimos años. Como así de una aventura de dirigentes que conforman una gestión residual, con una conducción eventual encandilada por las marquesinas del poder y marcado cholulismo rancio.
El problema de Central no es Tevez. Tampoco lo es el empresario Christian Bragarnik y su matriz de negocios emparentada a la usura futbolística. Ni la deserción del Chapa Retegui. Y ni siquiera el grupo político-económico multifunción que impulsó esta iniciativa y se proyecta hacia el 2023. En definitiva son una circunstancia. Más allá del desenlace.
El problema de Central está en Central. Porque el médico que ahora propone este analgésico es el mismo que llevó al club a un estado crítico. Porque fue camuflando los síntomas con la mala praxis. La que puede ser por ineptitud, ignorancia o intencionalidad. Pero más allá de ello, las consecuencias están a la vista. Y las causas también.
En los últimos años pasaron varios técnicos y muchísimos futbolistas. Los únicos que siguieron fueron los directivos y el secretario deportivo. Y los resultados fueron los mismos. Tan negativos como la necedad con la que todavía se conducen.
El problema no es Tevez. Su responsabilidad será tratar de lograr cada 90 minutos aliviar la situación futbolística de su primer club como entrenador. Una tarea compleja si se revisa el plantel que esta comisión directiva conformó. Pero tampoco imposible porque el bajo nivel competitivo del torneo ofrece posibilidades de estar menos peor.
No obstante, pronosticar qué es lo mejor o peor en términos futbolísticos forma parte del oportunismo con el que se conducen ciertos intereses. Los mismos con los que procede cierta colonización mediática porteña, la que induce a privilegiar una figura y los eventuales 90 minutos por sobre la salud integral de cualquier club al que consideran menor por ser del interior, y a los que ignoran habitualmente.
El problema de Central está en Central. Los intereses genuinos por el club hoy están postergados por otros que intentan presentar como urgentes. Ante el que muchos se resignan sin pedir explicaciones. Una urgencia fomentada por los mismos que llevaron al club a este estado de precariedad. Los que todavía aparecen en la foto como artífices de una obra maestra. Cuando en realidad son los precursores de esta debacle. Y a quienes les cabe la pregunta que alguna vez le hicieron a un ministro de Economía. “¿De qué se ríe señor ministro, de qué se ríe?”.