En menos de un mes, un debilitado Alberto Fernández pierde a los dos ministros en los que más creía. Primero fue Matías Kulfas, a quien veía como el artífice de la recuperación industrial y de la baja del desempleo formal. Más sorpresivamente, aunque no de manera inesperada, pese a que dicho así parezca un contrasentido, la renuncia de este sábado de Martín Guzman empuja a la gestión del jefe del Estado, que ya se encontraba en una temblorosa cornisa, a una dimensión de aún mayor incertidumbre.
La novedad de la dimisión de Guzmán agarró a la totalidad del sistema de prensa nacional enfrascado en uno de los periódicos discursos de Cristina Kirchner. Es el espacio usual de cruces entre el presidente y la vice por el diseño de gestión. Este viernes, ante la CGT, Alberto había dicho que el poder no pasa por la lapicera, esa que la vice le exige que use, sino por la capacidad de convencer, y que por eso Perón nunca necesitó de una. Menos de 24 horas demoró Cristina para demostrar que no hay puente posible. Le dejó al presidente en su terreno la misma pelota que él le había mandado. "Perón agarró la lapicera y no la largó más. La usaba en función del pueblo. Firmaba, firmaba y firmaba", le dijo.
Y en esa escaramuza repetida, el bombazo. El ministro de Economía, que cuelga en su cuenta de Twitter la carta de renuncia en la que dice que en una Argentina sin crédito, acuciada por deudas insostenibles, se había tranquilizado la economía, lo que a su criterio no es un logro despreciable en ese pantano de carencias. Habló de las políticas sociales desplegadas pese una pandemia que estalló a 99 días de arranque del gobierno, políticas que llegaron a 9 millones de personas, de la reducción de la deuda y de su pago sostenible, más allá de lo que llamó "retóricas inconducentes". Con esas últimas palabras un hombre poco inclinado a manifestaciones ásperas dejaba claras dos cosas: que estaba harto y con quién lo estaba.
Y Cristina en ese momento decía que toda la protección de los sectores vulnerables, sobre todo los que tienen trabajo informal y las infancias marginadas, no alcanza. En la mayoría de los análisis se suele indicar que Cristina habla ante los íntimos de que 2023 está perdido. Pero que es necesario retener lo más que se pueda de ese electorado histórico del peronismo que, como se vio en 2015, salta por encima de adhesiones férreas. Y que lo único que no puede hacer un gobierno que llegó sostenido por sectores populares es no responder en términos distributivos a esos segmentos vastos que son básicamente los del trabajo asalariado, el informal y el desempleado.
En la semana que antecedió al portazo de Guzmán hubo amagues de renuncia. Las presiones del mercado fueron fortísimas, con la disparada del dólar paralelo, el anuncio de un paro de la mesa de enlace en el marco de una prosperidad inesperada por el alza de precios internacionales de commodities por la guerra en Europa y al mismo tiempo con una crisis del gasoil que parece no estar indisponible por carencia, sino porque los que lo tienen quieren más precio. Un Guzmán técnico que cada vez fue más político desarrolló ese instinto de percibir que ya no tenía ni sustento en un presidente frágil ni retorno.
¿Qué será lo que viene? Cuando se fue Kulfas, justamente con aquel off que cuestionó fuerte un discurso de Cristina, apareció Daniel Scioli, peronista moderado al que aún no se le conoce el juego, pero al que se lo concibió como un sucesor posible del no kirchnerismo. La salida de Guzmán, mientras Cristina exige con transparencia políticas más activas, vuelve a colocar al presidente sin respaldos en sus ya perpetuos dilemas. Si escoge un ministro más a la expectativa de la vice su imagen quedará más desvaída. Pero si no lo hace, es casi impensable que el Frente de Todos, tal como lo conocemos, siga existiendo.
La tensión es demasiado transparente para sostener la unidad. Lo que hay es una elocuente y legítima crisis política en el rumbo de una coalición que nació diversa, pero que hoy lo es mucho más. Con los gobernadores lejos de Alberto, con toda la semana con menciones sobre golpes de mercado y con la sentencia del viernes de Andrés "Cuervo" Larroque de que "la fase moderada está agotada" el presidente tendrá que ver si cambia todo para mantener el hilo que lo liga al kirchnerismo o apuntala su traqueteante autonomía y entonces sigue solo.