Hace cinco meses que leemos cifras, miramos gráficas, escuchamos que alguien que no conocemos se contagió o peor: se murió. En medio de marchas anticuarentena, descreídos del virus, insolentes y despreocupados con sus propias vidas y la de otros. Que no toman precauciones, organizan fiestas, cruzan a la isla, pasean, se reúnen. Todo les da igual (para no ser grosera con un tema trágico).
Acabo de hablar con una amiga, alguien a quien sí conozco aunque hace mucho que no veo. Sé que vive sola con su mascota. Intuyo por algunos comentarios que se contagió de coronavirus. Le pregunto y me lo confirma. Me da detalles de sus síntomas y quedo espantada:
"Me agarró fuerte", me dice. Y entra a describir los síntomas. "Los dolores van mutando permanentemente, arranqué con un cuadro gastrointestinal muy fuerte, después dolor de cabeza muy fuerte, fiebre y dolor de cuerpo muy potentes, difícil de describir. Después arrancaron los mareos y mucha debilidad corporal".
Le respondo: "Qué cagada, ¿quién te cuida?".
Y me contesta. "Nadie, estoy en mi casa aislada. Hasta mi perro fue exiliado porque no puedo cuidarlo. Un día me asusté posta porque le tenía miedo a la escalera. El dolor de cuerpo es horrible; son como puntazos en la panza y después como que el cuerpo te late de dolor".
No sé cómo consolarla. Me cuenta que para calmar los dolores solo le recetaron paracetamol, pero hay un dolor que no pudo calmar: el de la falta de protocolo en su lugar de trabajo, lo que a mi amiga le hace pensar que en pocos días surgirán más casos como el de ella entre sus compañeros y compañeras.
Le confieso que no sé qué decirle. Solo le ofrezco ayuda: "Si necesitás que te lleve en auto a algún lado, que te lleve o compre algo, decime". Y me devuelve la frase que me conmovió profundamente, más que cualquier dato de su cuerpo y dignidad laboral dolorida: "No, Negra, muchas gracias. Estoy perseguida, no quiero contagiar a nadie. Es horrible pensar que podés tocar a alguien y hacerle pasar todo esto".
¿Cuánto más y cómo hay que explicar que estamos tal vez en el pico de la epidemia? ¿Cómo contar la orfandad de enfermarnos solos? Cuidarnos y así cuidar a los demás será, finalmente, lo que nos permitirá contar que esta horrible y tortuosa pandemia llegó a su fin.