Era el año 2005, Ramiro Nanni llevaba cinco años viviendo en Barcelona donde jugaba de forma profesional al pádel. En sus manos llevaba la paleta de Royal Pádel, la marca española que creó y preside Rafael Tarradas. Rafa, como le dice él, fue quien lo contrató para hacer su ascendente carrera europea donde llegó a ser número 5 del mundo. Pero Ramiro venía con ADN empresario y un día le dijo a Tarradas que podía crear una planta de paletas de pádel en Argentina que llevara su marca. La estrategia era buena: uno ponía el nombre, que ya tenía gran reconocimiento mundial, y el otro montaba la fábrica. A Tarradas le gustó la idea, trabajaron en el desarrollo y así Ramiro montó su propia planta de Royal Pádel América.
El negocio creció paso a paso, empezaron primero en una casa, luego avanzaron en una nave pequeña en San Lorenzo hasta que se mudaron a la fábrica de dos naves que tienen hoy en Ricardone. Allí producen 60 mil paletas al año con un equipo de cien personas que está en las dos fases del proceso: producción y terminación. Venden fuertemente en el mercado interno, alrededor de un 50%, y el resto lo exportan a unos 50 países del mundo. ¿Los mercados más fuertes en América? México, Chile, Paraguay, Brasil y Estados Unidos donde este deporte empieza a crecer, mientras que el mercado europeo tiene una curva ascendente sin altibajos.
Para Nanni el crecimiento se fue dando casi de forma natural “en un primer momento, y siendo de los mejores jugadores del mundo, empecé a fabricar la paleta para mí. Por lo general la gente compra la paleta del jugador profesional, por eso fue más fácil la inserción en el mercado”. Y para Ramiro el factor afectivo también era importante: “Royal Pádel era una marca con prestigio, europea y era la marca de la persona que había confiado en mí en un primer momento, al día de hoy tenemos una relación familiar”.
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El trabajo es bastante artesanal: las piezas se colocan en una matricería a 70 grados donde se unen la goma Eva -que importan desde Inglaterra-, las telas de carbono o fibra de vidrio, más la resina que une todo el producto. Luego se pule, se pinta y se hace la terminación.
Foto: La Capital
Si de familia se trata los Nanni son cinco hermanos, tres mujeres y dos hombres. Todos trabajan hoy en la planta de Ricardone, cerciorándose de cada detalle, porque en este negocio la clave es la excelencia. “Estamos siempre sobre el producto, es el único modo de garantizar la calidad”, agrega Ramiro. Ellos fabrican la gama media y la gama alta de paletas en un mercado que está muy concentrado porque en Argentina sólo hay dos fábricas más de este segmento.
Los números en Argentina son alentadores para el pádel, se calcula que hay cerca de 3 millones de jugadores por lo cual para Royal Pádel América vender en el mercado interno es estratégico. Una paleta puede durar toda la vida para quienes no le dan un uso frecuente, pero para los apasionados por el deporte se les recomienda cambiarla cada 5 o 6 meses para no perder el pique. “Y hay quienes incluso las cambian antes”, advierte Ramiro. ¿Los costos? En el país oscilan entre los $ 100 mil y los $ 300 mil dependiendo del modelo.
El empresario que algunos llevan dentro
A la pregunta acerca de cuándo le surgió la necesidad de hacer una transición de jugador profesional a empresario, Ramiro recuerda que “en aquella etapa ya pensaba qué iba a hacer después de que ya no pudiese jugar”, que es la pregunta clave de todos los deportistas. Pero en la historia de Nanni el trabajo llegó temprano, porque recuerda que, si bien era un niño y luego un adolescente algo rebelde, empezó a dar clases de pádel a los 15 años en San Lorenzo, su ciudad natal. “Yo siempre fui de trabajar, no concibo la vida sin eso”, asevera y recuerda que se pasaba las mañanas y las tardes en el club Red Star, lugar donde dió sus primeros pasos.
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Hay equipo en Royal Pádel: cien personas trabajan en la fábrica de Ramiro Nanni.
Foto: La Capital
Luego llegaría el momento de dar clases en Rosario donde se vinculó con otros jugadores armando el segmento profesional de este deporte en el país hasta llegar a su primer torneo internacional en Toulouse, Francia, en 2000. En esos años comenzó una gran crisis económica en Argentina que motivó que muchos jugadores profesionales cruzaran el océano para buscar suerte. Ramiro agrega que “los argentinos que nos fuimos allá junto con los españoles que estaban jugando en Europa creamos lo que es hoy la parte profesional del deporte, los torneos, juntos hicimos que el pádel sea esto”.
No sólo de paletas vive Royal
En la fábrica de Ricardone están trabajando en una nueva unidad de negocios: la indumentaria técnica deportiva bajo la marca RoyalTech y RoyalStick. En este momento tienen montado el taller en la planta donde también se hacen las paletas, pero ya construyeron una nave gemela donde irá toda la producción de ropa. La proyección de ese negocio es buena, ellos son sponsor de muchos encuentros de este deporte fabricando las prendas que se utilizan. Por ejemplo, para los próximos meses deben hacer unas diez mil piezas para dos torneos.
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Ramiro Nanni llegó a ser uno de los mejores jugadores de pádel del mundo. Hoy lidera una planta en Ricardone desde donde exporta a todo el mundo.
Foto: La Capital
Otra unidad de negocios es la fabricación de canchas bajo la marca Royal Court que son muy peculiares porque se trata de canchas itinerantes. Ramiro describe que “hacemos una cancha muy especial, porque la fabricamos para cada evento. Vamos, montamos la cancha en dos días, se hace el evento y en una mañana la desmontamos y nos la llevamos”. Por ejemplo, el Word Pádel Tour utilizó siete años estas canchas y hoy son proveedores también de los pisos de las pistas. Es que Royal Pádel América tiene un acuerdo con la proveedora de los Juegos Olímpicos que está en Zaragoza y les venden un piso cuyo valor agregado es que es ideal para que la pelota de pádel se vea bien en las transmisiones televisivas.
Rosario Arena Sports Center: Un capítulo aparte
Lo que llega próximamente de la mano de Ramiro Nanni es un complejo deportivo que dará que hablar en todo el país. Se trata de Rosario Arena Sports Center, un espacio en Fisherton que funcionará como un ecosistema en el que convivirán el deporte, la salud, la gastronomía y hasta un coworking. Por el momento, no quiere spoilear más detalles del desarrollo, pero lo que se viene es grande.