Cada cadena de restaurantes tiene una fórmula mágica que hace que una hamburguesa con queso, lechuga y huevo tenga un sabor, una textura y un colorido excepcional, acompañada por dorados bastones de papas fritas. En síntesis, se trata de ingredientes similares y el marketing juega una carta importante en el momento de seducir a los comensales. Y sin embargo, detrás de envoltorios novedosos y rápido expendio, está la combinación de la sal, el azúcar y las grasas que disparan respuestas neurológicas condicionantes. Las empresas de comida saben que el sabor de todo producto está en las grasas, que disparan una sensación placentera apenas son ingeridas.