— Rossetti es marca registrada. ¿Hay una fórmula para que una empresa familiar sea exitosa y perdure en el tiempo?
— Cuando es liderada por alguien con consenso, funciona. Y para nosotros hablar de la sociedad es como hablar de la familia. Siempre albergó a familiares trabajando y muchos seguimos estando. Hoy estoy al frente y mi hermana María Eugenia es mi socia; mi hermano Juan Carlos se desvinculó y armó su propio emprendimiento. La nuestra es una empresa chica que hizo cosas grandes.
—¿Cómo surgió la idea de Kentucky?
— Soy un desarrollador. Me gusta transformar las cosas, agregarle valor. Con buenas ideas e inversión se puede lograr. En los countries es parecido; transformás tierras con ideas. Kentucky no son sólo terrenos, es un concepto de vida que tiene tres patas: contacto con la naturaleza, mayor seguridad y reglas claras de convivencia. Fue el primer club de campo. En ese momento había otros emprendimientos que no eran muy exitosos, como el Carlos Pellegrini, pero eran barrios cerrados. Acá tenemos 242 hectáreas, 700 lotes y canchas de golf, es el emprendimiento privado más grande de la provincia.
— Destinar 242 hectáreas de una zona muy productiva para un proyecto de club de campo es, cuánto menos, arriesgado.
— Lo que hicimos fue ponerlo en valor. Fue un proyecto muy grande. Salimos a la venta en marzo del 99, a buscar a los cien socios fundadores para hacer el cash flow del proyecto. Si no funcionaba devolvíamos la plata, pero fue un éxito. Se hicieron muchas cosas a pulmón; los fines de semana, por ejemplo, yo salía a abrir calles con una pequeña motoniveladora que había comprado. Las primeras casas se hicieron en el 2000. Hoy tenemos un 80% ocupado, un 90% vendido y con poca reventa porque siempre apuntamos al consumidor final.
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Foto: Angel Amaya / La Capital
— ¿Qué es para Ud. Kentucky?
— Es nuestro emblema, nuestro producto cumbre. Es como un hijo; de hecho, mis hijos crecieron a la par del Kentucky. Soy el administrador del consorcio y es emocionante vivir ahí. Nadie me toca el timbrepara reclamarme nada. Creamos un ámbito de vida un poco más "normal" de lo que es afuera. Tiene 60 por ciento de espacios verdes. Un club house de valor arquitectónico, único en la región, con un estilo de 1900. Era inviable que tuviéramos ese club house como casa; hoy lo disfrutamos nosotros y todos los propietarios. La administración es como un Estado chico que le da participación a los privados. No nos metemos en lo que no nos corresponde. Lo nuestro es la seguridad y el mantenimiento de las áreas comunes.
— ¿Cómo toma las críticas a los barrios privados?
— Me molesta que haya gente que tenga ese mecanismo de pensamiento. Hay dos cosas: la envidia y el resentimiento. La envidia puede incluso llegar a ser buena, pero el resentimiento es otra cosa: es decir "yo no quiero vivir en un club de campo pero me da bronca que vos vivas allí". Es una filosofía muy incrustada en nuestra sociedad y hay que trabajar para cambiarla.
— ¿Alguna vez rechazó a interesados en comprar un terreno?
— No, no tenemos ningún mecanismo para eso. Con reglas de convivencia claras hemos logrado que la gente que viene ya sabe con qué se va a encontrar. Si alguien no cumple las reglas, el barrio mismo se lo hace notar.
— Está instalado que algunos barrios cerrados son refugios de narcos...
— Acá no se da. Cuando hay emprendimientos premium, como en Puerto Madero, o torres de lujo, la gente que tiene dinero los busca. A lo mejor parte de esa gente obtuvo el dinero de algún ilícito, pero en Rosario nos conocemos todos. No es atractivo para ese perfil de gente venir acá porque no hay anonimato. Lo mismo pasa en los otros barrios cerrados, es una comunidad que se conoce mucho.
— Habló de envidia y resentimiento, ¿qué piensa de la falta de oportunidades para mucha gente?
— Mi ideología es libertaria. Hay gente muy capaz que no tiene oportunidades porque el sistema no es meritocrático. Creo en un Estado más chico, hay demasiado intervencionismo. Las leyes laborales quitan oportunidades porque no avalan la meritocracia, ni en la empresa privada ni en la pública. Se delegan cada vez más las responsabilidades individuales en el Estado; hasta los padres dejan la educación de sus hijos en manos del Estado con tal de no hacerse cargo. Vivimos en una sociedad que ha cambiado caridad por derecho.
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Foto: Angel Amaya / La Capital
— ¿Cree que es una sociedad justa?
— Lo que no es justo es el sistema. No es libre.
— ¿Y más libertad es más justicia social?
— Totalmente. El Estado tiene que regular la Justicia y tener el monopolio de la fuerza. Proteger el derecho a la propiedad es clave. Hay que motivar al privado para que pueda aportar su capacidad.
— ¿Piensa que se perdió la filosofía del trabajo?
— En muchos casos sí. Se ve.
— La gente de Funes está convencida de que su apoyo y el voto de los countries fue determinante para que León Barreto, del Pro, ganase la intendencia.
— Lo dicen, pero no es la realidad. En Argentina últimamente votamos lo menos peor. No hay un partido que me represente ciento por ciento. Yo apoyé una acción para que no gane el kirchnerismo. Muchas veces vi en Funes ganar elecciones por 30 votos y por eso, como referente, hice lo que me pareció que correspondía hacer.
— "Muchos miran al empresario como el lobo que hay que abatir; otros lo miran como la vaca que hay que ordeñar; y muy pocos lo miran como el caballo que tira del carro", es una frase de Winston Churchill que usted suele compartir en las redes. ¿No hay empresarios inescrupulosos?
— -Sí, los "empresaurios". Hay gran cantidad de empresas que son viables únicamente por trabajar para el Estado. Algunos hicieron fortunas por prebendas. Con cada gobierno aparecen constructoras que las ves en todas las obras y después desaparecen.
— En la historia de nuestro país hubo muchos empresarios que jugaron un papel muy cuestionable.
— Hubo empresarios que dependieron de un gobierno y después tuvieron que echar gente. El sector agropecuario es el que siempre nos saca de todos lados, y estoy orgulloso de pertenecer. Es el más esquilmado. Le han sacado recursos para crear puestos de trabajo artificiales, como el armado de celulares en Tierra del Fuego.
— Pero en una sociedad donde hace falta crear trabajo, despedir gente no es un dato menor.
— El problema no es echar a una persona sino destruir un puesto de trabajo. Si despedís a alguien para tomar a otro con más mérito, no tiene nada de malo.
— ¿Cómo definiría a los argentinos?
— Hay mucha capacidad individual pero cuesta trabajar en equipo. Los argentinos van al mundo y progresan. Hay que promover que esa gente no se vaya, que tenga libertad de acción acá. Vivir de la teta del Estado o percibir un sueldo que en otro lugar difícilmente se cobraría es lo que genera que no haya productividad. Hay que crear riqueza. Los países que progresan son los que tienen al capitalismo como sistema. Mirá lo que pasa en Estados Unidos.
— EEUU tiene muchas regulaciones y subsidios, ¿eso no es competencia desleal?
— Si ellos subsidian y nosotros cobramos retenciones es porque tenemos una ventaja competitiva enorme.
— Convengamos que usted no es el empresario típico.
— Tengo una carga ideológica importante y la pongo por delante de mis intereses económicos. A mí el Estado nunca me regaló nada.
— Es frecuente verlo en los foros de Facebook discutir con quienes no piensan como usted, particularmente en los foros funenses.
— Tengo una ideología y lucho por abrir cabezas. Si hay un problema con la TGI, con la cual se discrimina a los barrios cerrados, no dudo en marcar esa discriminación con argumentos. No tienen fundamentos los que dicen "ustedes tienen que pagar más porque tienen más". No es así: esto es tasa municipal, una prestación de servicio que tiene que cumplirse.
— No hay muchos grandes empresarios que se expongan en las redes sociales por defender sus ideas.
— Son formas. Yo nunca podría ser abogado penalista y defender a alguien que sé que es culpable.
— ¿Pensó en ser candidato para ocupar algún cargo político?
— No me interesa. La política es una picadora de carne. Hay que estar dispuesto a sacrificar a la familia y no me gusta ser don Quijote. Yo no podría ir a pedir el voto. Yo diría: tengo esta idea, si la compartís yo te estoy haciendo el favor a vos de poner el pecho. Me han ofrecido ser candidato más de una vez y lo rechacé. En esta etapa de mi vida no estoy dispuesto a cargarme esa mochila, a lo mejor soy un empresario viejo precoz. Tengo 52 años y ganas de hacer.
— ¿Qué cosas no lo dejan dormir?
— Tengo pocos miedos. Ahora quiero potenciar a mis hijos e inculcarles valores. El valor del trabajo, que se sientan libres. Puedo ayudarlos pero no imponerles nada. Y mi principal objetivo es ser feliz. Admiro a los que viven de una manera que los hace feliz. No entendería a un súper empresario que no disfrute de lo que hace. Y la familia es clave. El acompañamiento de mi esposa es fundamental, la guía de mi madre, el apoyo de mi hermana y de mi hermano cuando estuvo con nosotros.
— ¿Cómo se define como líder de su organización?
— Relativamente exigente. Hay un dicho que dice: "Es fácil enojarse pero difícil hacerlo en la medida justa". Trato de ser justo y de rodearme de gente idónea.
—¿Cómo evalúa la gestión de Macri?
—Su principal fortaleza es que ha bajado mucho la corrupción y se trabaja más seriamente en la obra pública. Mis reservas están en que hace falta un ajuste del Estado porque hoy nos estamos financiando con deuda para pagar los gastos del Estado.
— ¿Qué puntaje le pone?
— Hay distintos puntajes, según las áreas. Este gobierno puede fracasar por ir demasiado rápido o por ir muy despacio. Por ir muy rápido no le va a pasar, está claro. Cuando escucho a Macri es música para mis oídos, pero no veo los hechos. Se puede quedar sin nafta. Hay que bajar la presión impositiva y la burocracia.
— ¿Cuáles son sus personajes favoritos de la historia?
— Rockefeller, J.P. Morgan, Vanderbilt, Carnegie, los grandes popes de la industria.
— ¿Y argentinos?
— Alberdi (la Constitución de Alberdi); Sarmiento; San Martín.
— ¿Perón?
—Fue el artífice de un relato que nos hizo mal.
— ¿Alfonsín?
— La democracia. Pero yo soy más de la República que de la democracia. No estoy de acuerdo en que una mayoría simple, espasmódica, pueda someter a cambios a los derechos individuales. Hay normas y derechos que se tendrían que votar con otro tipo de mayorías. La democracia a veces son dos lobos y una oveja viendo qué van a comer a la noche. La República viene a hacer cumplir la Constitución sin violar los derechos individuales.
— ¿Usaría un arma para defenderse en una situación de riesgo?
— Si es necesario, sí. Para defender a mi familia seguro.
— ¿Piensa en las consecuencias, en el después?
— Después nada. Yo defendí a mi familia. ¿Vos qué harías?
— Yo no tengo armas.
— Pero las armas no matan, Los hombres matan. Es un tema de preparación. Hay un cartel en EEUU en el que una mujer lleva a cocochito a un policía. Y se pregunta: "¿Por qué llevás el arma? Porque un policía es muy pesado.
— En EEUU son frecuentes los ataques con armas contra ciudadanos inocentes.
— Estoy a favor de que el Estado tenga el monopolio de la fuerza y la use contra quien inicia la violencia. El ideal sería que haya gente que nos proteja y no tengamos necesidad de tener armas, pero eso hoy no sucede. Ojalá nunca tengamos que usarla, pero no podemos cercenar el derecho de la gente a tener un arma si lo desea.
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Foto: Angel Amaya / La Capital
— Su familia está entre las más próximas y que más apoyan al padre Ignacio.
— Mi hermano es un gran colaborador de Ignacio. Yo lo aprecio mucho, pero soy agnóstico. Mi esposa es muy católica y mis hijos fueron al Colegio los Arroyos.
— Entonces, ¿usted es?
— Un transformador con convicciones e ideales. Convencido de lo que hace.
— ¿Cree que lo recordarán así?
— Me van a recordar por lo que hice. Nadie va a decir Rossetti fue un tránsfuga. No soy conflictivo, tengo mis ideas y las defiendo. Pero nunca voy a obligar a nadie a que haga lo que yo digo. Tolero todo, salvo que quieran imponerme ideas por la fuerza.
— En su lugar de trabajo hay muñecos de Iron Man, de Tío Rico, ¿se siente un Tío Rico?
— No reniego de lo que soy. Si gané plata, lo hice de buena manera.
— Pero Tío Rico era incapaz de compartir su fortuna con sus sobrinos. No se lo veía como un hombre feliz.
— Está bien, cuidaba lo suyo. La contrapartida era que Disney lo defenestraba. Ya no hay más Tío Rico en Hollywood. Muchas veces la gente dice "¿cuánto quieren tener los Rossetti?". Y no se trata de dinero, es filosófico. Es hacer cosas.
— Parece que ya está pensando en su legado.
— Exacto. Todo lo que hago es por interés personal, pero también beneficia a muchas otras personas. El dinero es la consecuencia de hacer las cosas bien. Mi libro de cabecera es "La rebelión de Atlas", de Ayn Rand, filosofía objetivista hecha novela. Allí se destaca al individuo y a la gente que creció en base a su capacidad y a la vez benefició a la sociedad.
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Foto: Angel Amaya / La Capital
Emprendedor y visionarioA los 19 años, Juan Félix Rossetti quedó junto a su madre al frente de la empresa familiar. Su padre Juan Carlos murió de un infarto en 1985. Tenía 50 años.
La sociedad tiene más de medio siglo de vigencia. El patriarca familiar, su abuelo Juan Félix, marcó el camino. Fue el creador de la Lotería de Santa Fe y de la Lotería Chaqueña. En ese momento, la lotería era privada y se hacía cargo de pagar los premios; después la tomó la provincia. Muchas de las agencias tradicionales de Rosario, como Dionisio Rodríguez y Tedeschi, trabajaron con él. En 1963 puso en marcha la sociedad Rossetti SACIFI y allí empezaron a volcarse las inversiones inmobiliarias y agropecuarias. Su abuelo murió en 1983.
"Teníamos patrimonio y un nombre", recuerda, pero había que empezar de nuevo. Allí nació la empresa Sucesores de Juan Carlos Rossetti, que construyó una planta de silos y lanzó una compañía de corretaje de cereales.
Juan Félix se casó a los 27 años con Florencia Renzi, quien actualmente se desempeña en la empresa. Tienen cuatro hijos.
"Siempre busqué la autosuficiencia económica y los desafíos", recuerda. A los 13 años incursionó por primera vez en el mundo de los negocios, y ya nunca lo abandonó. A escondidas de su padre y con la complicidad del capataz del campo, compró 13 novillos en una feria en Pujato.
Siendo muy joven abrió algunos de los boliches emblemáticos de Rosario: Lips, Lennon, La City y La Casa del Bajo. También instaló la primera cancha de pádel, Ambrossio, que estaba en Fisherton. A la par comenzó emprendimientos con cerdos y gallinas ponedoras.
La empresa familiar tuvo problemas durante la crisis del Tequila, pero salió adelante "sin juicios y afrontando todos sus compromisos".
Además de ser el creador de Kentucky, junto a su amigo Antonio Croatto puso en marcha los barrios de Funes Hills (San Marino, Cadaques, Miraflores y Cantegril), tras comprar las tierras a los históricos propietarios. Entre todos sus barrios suman más de dos mil viviendas. "La gente invierte porque se siente identificada", asegura. Fue el administrador de todos ellos, aunque ahora sólo lo sigue haciendo en Kentucky, su obra cumbre.
Su oficina es casi una recorrida por sus ideas. Prolija y sobria, sin estridencias. Siempre trabaja los días de su cumpleaños. "¿Por qué voy a dejar de hacer lo que más me gusta en mi cumpleaños?", cuenta que les contesta a sus amigos cuando lo llaman para saludarlo y organizar algo.
En los estantes hay fotos familiares, adornos, libros y pequeños muñecos de personajes de historietas y películas. Conviven allí su libro favorito, La rebelión de Atlas, con los muñecos de Iron Man y Tío Rico. Tiene una explicación para esas elecciones. "En una de las películas, el Estado quiso quedarse el traje de Iron Man, pero él se negó: «Nunca te voy a dar el traje porque es darte mi mente»", dice el personaje. Para Rossetti, esa frase sintetiza buena parte de sus pensamientos sobre el intervencionismo estatal y las libertades individuales.
Si bien asegura que se está retirando de a poco, integra la Asociación Empresaria de Funes, es delegado de la SRA, miembro del Foro Regional Rosario, del consejo empresario de la Fundación Libertad y presidente del Kentucky Club de Golf.