>> Leer más: Funes: la conmovedora historia de la chaqueña que da de comer a 30 familias
Nacido el 29 de agosto de 1949 en una casilla del pasaje Lejarza y Magallanes, en el corazón del barrio Triángulo, en el sudoeste rosarino, Eduardo Ramón Aguirre es hijo de Palmira Acosta y del trabajador portuario Ramón Aguirre, cuando era una zona de quintas, calles de tierra y zanjas, cercana a la Estación Triángulo del ferrocarril, que le dio su nombre.
–¿Cómo era el barrio en tu infancia?
–Fue tan lindo... En ese tiempo jugábamos a los comboy, a las bolitas, me hermano el más chico nos robaba porque sabía jugar, nosotros éramos unos crotos.
–¿Te peleabas en la calle?
–Sí, era de pelearme enseguida porque a lo mejor no me gustaba que me miraran.
–¿En la cancha también?
–Sí, jugaba de arquero y no me gustaba que me pasaron por arriba o que nos robaran el partido, así que enseguida saltaba.
tito 4.jpg
Sebastián Suárez Meccia / La Capital
–¿Qué trabajos hiciste antes de llegar al boxeo?
–Hice de todo, fui verdulero, panadero y después trabajé en la fábrica de la Coca Cola, en Casilda y Garzón.
–¿Enfrente de la casa del Trinche Carlovich?
–Claro. El Trinche conmigo fue un espectáculo. Un día fui a ver un torneo en Paulo Sexto (la vieja cancha de avenida Pellegrini entre Crespo y las vías), donde él estaba de juez de línea, y le caí bien y nos pusimos a hablar. El Trinche era un fenómeno.
tito 2.jpg
Sebastián Suárez Meccia / La Capital
–¿Cómo llegaste al boxeo?
–A los 20 años dejé la Coca Cola, me puse a trabajar por mi cuenta, con un carrito de mano, y como le caí bien a la gente me pude comprar un carro y un caballo. Algunos me preguntaban cómo hacía eso. “¿Y qué querés que haga? Tengo que comer”.
–¿Dónde empezaste a practicar boxeo?
–En un gimnasio de Oroño y Urquiza, de Mario Piseda, un exboxeador rosarino que era representante de muchos boxeadores. El no me atendía mucho porque no le caía bien, pero su ayudante, el Petiso Molino, me dijo que hiciera guantes con un boxeador y después con otro, y ya me vio que tenía pasta de boxeador.
"Pibe, ¿por qué no probás con el boxeo?"
–¿Quién te propuso probar suerte en el boxeo?
–Un día Mario Piseda me dijo: “Pibe, ¿por qué no probás con el boxeo?”. Como en todas las canchas me peleaba, no aguantaba a nadie y enseguida arrancaba. Yo buscaba dónde podía entrenarme y encontré un gimnasio abajo de la Jefatura (de Policía).
–¿Te pidieron que te cortaras el pelo para ir a entrenarte al gimnasio del sótano de la vieja Jefatura?
–Mirá, todos querían que me cortara el pelo, pero en el pelo tengo la fuerza.
–¿Siempre usaste el pelo largo?
–Siempre usé el pelo largo.
–¿Cómo empezaste a boxear?
–Me probé y anduve bien. Así que me dijeron: “Mirá que tenés que pelear con Alvarenga”. Alvarenga era un rosarino que les ganaba a todos por nocaut y tenía el titulo. Peleé y le gané el titulo de los Guantes de oro. Y así le gané a uno, le gané a otro y a otro.
–¿Cómo fue esa pelea contra Alvarenga?
–El les ganaba a todos por nocaut, pero yo le gané y lo paseé. Cómo es el destino de uno, que mi cabeza ya estaba metida ahí. Le gané, lo tumbé y ahí empezó mi carrera, todo para arriba.
–¿Cómo siguió tu carrera?
–Me fui a Salta, a Tucumán, al Chaco, a Mar del Plata, a Córdoba. Gané en Salta. Acá ganaba 200 pesos y en Mar del Plata gané siete millones. Gané esa plata cuando yo no conocía los millones. En Mar del Plata me fue bien, gané y vino uno y me dijo: “Choco, te conseguimos una pelea en Córdoba, hay nueve mllones. ¿Sabés lo que eran nueve millones? Eran mucha plata. Yo quería pelear todos los días.
–¿Quién era tu representante?
–Humberto Natale. Un manager que tuvo campeones argentinos y latinoamericanos.
–¿En el Chaco también ganaste una pelea?
–Sí, en el Chaco me pusieron a uno que me decían que “me iba a matar”. Vino uno y me dijo: “No peleés con ese pibe. A los pesados los tira. No peleés”. Yo los escuchaba y de los nervios que tenía me iba a bañar a cada rato. A las siete de la tarde vienen dos muchachos bien vestidos y preguntaron quién peleaba con su boxeador: “Este”, le dijeron. Y de nuevo me dijeron: “No peleés, pibe. Vos sos un juguete para él”. Entonces les dije: “Les juego un asado para cuatro personas”. “Eh, ¿tanta fe te tenés?”. “Yo vengo acá a pelear para ganar y les juego si quieren”. Jugamos, lo tumbé y le gané por nocaut técnico, entonces vinieron los muchachos, que eran tipos de guita, y me pagaron con ropa. Gracias a Dios me fue bien.
tito 3.jpg
Sebastián Suárez Meccia / La Capital
–¿Cuál fue tu mejor pelea?
–La de Alvarenga, cuando le gané la pelea por el título Guantes de Oro, que fue mi época de furor.
–¿Por qué dejaste el boxeo?
–Un día dije: “No va más”. Yo solo dejé. No me habían pegado, ni nada. Nunca me noqueraon y jamás tiré la toalla. Dejé porque me cansé de entrenarme. Tenés que entrenarte y no quería ir más. Vivía con mi mujer, que era un espectáculo, y mis cinco hijos en barrio Triángulo, así que agarré el carro y salía a cirujear porque mis hijos eran todo para mí. No sabés mi mujer cómo los cuidaba. Un día un muchacho paró en un auto y me dijo: “Pibe ¿qué hacés vos acá?”. “Estoy buscando algo para comer”. “No, con lo que vos sabés de boxeo tenés que salir a boxear, seguí boxeando”. “No, para mí ya está. Lo que hice lo hice”. Así que dejé de pelear.
–¿Qué le dirías a un pibe que empieza a boxear?
–Que hay que cuidarse. Si no te cuidás es al cuete.
–¿La bebida es el peor enemigo del boxeador?
–Sí... Yo era muy borracho. Hasta que un día dije: “No va más y no va más”. Lo digo de corazón: gracias a Dios mi mujer crió a los chicos porque yo era un croto bárbaro. Eran las dos de la mañana y había que llevar a los chicos al hospital y yo me levantaba y los llevaba, pero ella los cuidaba. Antonia era una mujer bárbara.
"La gente de Funes es de primera"
–¿Cómo llegaste a Funes?
–Cuando trabajaba en la Coca Cola mi cuñado había comprado un terreno en Villa Golf, en la otra cuadra, donde vine dos veces a pasear, y me ofrecieron comprar este terreno en cuotas, y otro más al lado. Compré este terreno y ese. Yo vivía en u n rancho de chapas en el barrio Triángulo y mi hermano Carlos mayor venía los sábados y me hizo esta casa.
–¿Cómo es tu vida en Funes?
–Yo hice plata con el boxeo, no te voy a mentir, pero en Funes hice el doble porque le caí bien a la gente, a todo el mundo, no sé si por la simpatía o porque soy negro, pero les caí bien a todos.
–¿Cómo es tu día en Funes?
–Estoy jubilado, gracias a Dios, y tengo esta casita. Ahora salgo a las 10 de la mañana en bicicleta porque me robaron la moto y voy a la carnicería y a la Panadería Suiza, que me dan el pan y las facturas, y ya me vengo a desayunar. La gente de Funes es de primera. Ya no cartoneo más, voy a buscar algo para comer y me vengo, nada más.
–Ringo Bonavena decía que en la vida estás solo como en el boxeo, donde cuando suena la campana te sacan hasta el banquito. ¿Es así?
–Arriba de un ring sí, pero gracias a Funes yo no estoy solo. Hice mi última pelea en el Club Funes contra uno de Roldán. Yo me había entrenado 15 días y en la pelea le amagué con la zurda varias veces y le pegué con la derecha. No sabés la gente cómo hacía. Se volvió loca.