Desesperación, impotencia, bronca. En este torbellino de emociones transitó la última semana Sol, una joven que vio perder el esfuerzo de toda su joven vida en tan sólo un par de días cuando usurparon y robaron su casa, y su tranquilidad, en la zona oeste. Fueron seis días de dolor que terminaron este viernes, cuando, con la ayuda de los vecinos, pudieron recuperar la vivienda.
La mujer salió de su casa como todos los domingos para trabajar. Dedicada a su labor, no miró su celular en toda la tarde hasta su horario de descanso, cuando se le desplomó la realidad. Un mensaje de su madre alertó la presencia de desconocidos en su casa y describía cómo la estaban desvalijando.
Remís de por medio, llegó a su hogar ubicado en el Fonavi de Rivero y Rouillon. La policía ya estaba en el lugar, pero en su casa estaban un hombre, dos mujeres y varios niños, por lo que los esfuerzos por echarla fueron en vano. La desesperación invadió a Sol, que veía cómo el esfuerzo de los últimos diez años se disolvía.
Dolor y bronca
Sol se había mudado los primeros días de septiembre a la casa de Rivero al 5700, casi avenida Rouillon. Los grandes costos de alquiler la llevaron a optar por el lugar que había comprado su abuela hace 25 años. Y poco a poco, lo transformaba en su hogar junto a su hija de 10 años. Tenía pensando, además, recibir a su madre y a un hermano.
Pero el domingo todo se le vino abajo cuando llegó a su casa alertada por su mamá y se encontró con sus pertenencias arrojadas a la calle. Subió las escaleras como pudo y en el pasillo vio a policías.
Se acercó y quiso entrar, pero no pudo. Un forcejeo y disputa con las usurpadoras fueron detenidas por la policía, que le exigieron la documentación a la joven.
La mujer mostró todos los papeles, los uniformados constataron cada línea, “pero su respuesta fue que las usurpadoras tenían hijos, estaban embarazadas y que la orden de desalojo la tenía que dictaminar la Justicia”, contó Sol en un video al exponer el hecho.
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A Sol le prestaron un colchón para pasar la noche
Destruida, ese domingo no pudo dormir en su casa. Sólo pudo rescatar a dos de los tres gatos que estaban allí y se retiró del lugar con la ropa del trabajo, un jean y las zapatillas. Realizó la denuncia ante el Ministerio Público de la Acusación (MPA) y en el Centro Territorial de Denuncias del barrio. Éste último reconoció situaciones similares por la avenida Rouillon y aseguró que solicitaron una ronda policial estricta para cuidar al barrio. Ambas instituciones verificaron los documentos que indicaban que la vivienda pertenecía a la familia de Sol.
Al panorama oscuro, se sumó, al día siguiente, una sorpresa al encontrar el inmueble ofrecido en el grupo de Facebook “Venta de casas fiscales en Rosario”. Allí estalló: “Mi abuela se rompió el culo laburando para comprar esa casa. Puede ser de mierda, pero es mio y de mi familia. No la querían para vivir sino para hacer «manejes» y quedarse con plata. Son personas que se encargan de hacer eso. Ya estuvieron detenidas”.
En diálogo con LT8, Sol señaló: "Mis cosas estaban todas tiradas. Todo en el suelo, la ropa de mi hija, todos los recuerdos. Todo lo que tenía, en la calle”.
Vecinos al rescate
Sol contó que todos los días visitó el barrio para recuperar su casa. Lamentó los lentos tiempos de la Justicia y que eso permitió que sus cosas desaparezcan poco a poco. Además, reconoció que fueron amenazadas mientras trataba de recuperar su espacio.
En seis días destruyeron diez años de trabajo y esfuerzo de la joven, que halló un poco de tranquilidad este viernes cuando los propios vecinos rescataron la vivienda el jueves por la tarde.
Esperaron que se vayan todas las personas e ingresaron al lugar, cambiaron cerraduras y colocaron candados para evitar que vuelvan a entrar. Dieron aviso a la familia de Sol, que rápidamente se dirigió al Fonavi.
En el lugar se encontraron con lo peor: una casa destruida, rotura de ventiladores y un caloventor, el robo de heladera, microondas, televisor, la bacha de la cocina y el calefón. No quedó ningún mueble, pero dejaron objetos que trajeron para instalarse allí, como una mesa.
Al momento de regresar al hogar, revisaron cada esquina y en el baño se toparon con un maullido y su tercer gato, escondido en un recoveco esperando por sus dueños. Ahora la familia piensa en irse, "ya no se puede vivir acá", reconocen con desazón.
En comunicación con La Capital, Sol agradeció la ayuda de los vecinos y dejó un alias en donde ayudar a reconstruir su vida: solci.amaya.97.mp