Texto: Manuel López Berardi. Fotos: Jerónimo Sargaduy
Un periodista de BrindisTV y La Capital pasó la noche en la facultad de Entre Ríos al 700, tomada como parte del plan de lucha contra el desfinanciamiento universitario, y lo cuenta
Texto: Manuel López Berardi. Fotos: Jerónimo Sargaduy
Por algún equívoco, suyo o del pronóstico, la inefable ciudad de Rosario concedió, el martes quince de octubre, una perfecta noche de primavera. La lluvia que nunca llegó dejó en su lugar un microcentro estrellado y tibio como un vientre. Tan generoso fue el error que, cerca de las diez de la noche, permitió ver cómo la luna asomaba entre las cúpulas de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR. Debajo, sobre la puerta de entrada de calle Entre Ríos, una bandera anunciaba en letras toscas: “Facultad tomada”.
“En realidad esto arrancó el ocho… ¿ocho?”, afirmó y dudó luego uno de los estudiantes. “Ocho, martes ocho”, afirmó nuevamente. En efecto, exactamente una semana antes, se realizaba la primera vigilia, a la espera de la sesión de diputados que acabaría por ratificar el veto a la Ley de Financiamiento Universitario. Muchos alumnos coincidieron en que este fue un punto de inflexión, que culminaría con la toma del edificio por tiempo indeterminado desde el pasado lunes. “Es mucho tiempo durmiendo en el piso”, resumió el joven, sonriendo bajo sus ojeras. No era el único. El ambiente en los pasillos era el de un cansancio jubiloso. Algunos chicos conversaban entusiasmados, otros se dedicaban a escribir afiches de rodillas en el suelo, tocar la guitarra o vender rifas y café, tras mostradores improvisados con pupitres.
El corazón de la toma, sin embargo, se ubicaba en el patio central. Allí, cerca de las once, la mayoría de estudiantes compartía sus bulliciosas, sonrientes sobremesas. En los pupitres y tablones reinaban las bandejas de rotisería con restos de guiso, panes a medio comer y colillas de cigarrillo. Entre las luces de cuarzo que iluminan el espacio, se veía pasar, apurado, siempre a algún chico con aire atareado. “Estamos siempre haciendo algo” confesó uno de ellos en tren de llenar su termo. Pero, ¿qué se hace en la toma de una facultad?
“No es que los estudiantes nos juntamos a escuchar música y dormir”, explicaba Violeta Finocchiaro, presidenta del centro de estudiantes de la Facultad de Humanidades y Artes. “Tiene que ver con llenar de contenido político la toma de la institución. Que las clases se dicten de manera pública: en el patio, en el hall, en la calle…”. Según uno de sus compañeros, Humanidades y Artes llegó a dictar veinticinco clases en el día de la toma, a pesar de que esta implica el cese de actividades. Muchos de los asistentes confesaron que éste es un punto sensible para la medida de fuerza. Si bien perciben un apoyo mayoritario de parte de la comunidad universitaria, reconocen que es vital entorpecer la vida académica lo menos posible para mantenerlo. “La mayoría de docentes apoyó, sobre todo los de las carreras humanísticas,” afirmaron en los pasillos.
Alrededor de la medianoche se cerraron las puertas del edificio. Tras ellas montaron guardia cuatro alumnos en sillas de jardín cuyos turnos rotaban cada cuatro horas. Ya se preparaban los primeros salones para dormir. En el salón de actos se dejaba ver un parquet minado de bolsas de dormir, frazadas, almohadas y bolsos. Una suerte similar corrió la fotocopiadora, cuyo mostrador brindaba algo de intimidad a quienes dormían tras él.
A medida que la noche avanzaba, el ruido disminuía en el edificio. A las tres de la madrugada el número de presentes en el patio era casi la mitad. Los que aguantaban aún, se entretenían con juegos de cartas remanidos y mates lavados hasta lo irreconocible. Desde los salones oscuros algunas cabezas asomaban y volvían a dormir. Así fue como la mañana encontró una facultad en casi completo silencio. “Ahora viene el recambio”, explicaba uno de los últimos en pie. “Los que estamos ahora nos vamos a casa y llegan otros chicos”. A las siete y media las puertas se abrieron nuevamente, y la facultad volvió a su murmullo habitual. A las nueve, el día ya parecía como cualquier otro.
Los pronósticos de los estudiantes que participan de la toma son muy distintos entre sí. Algunos confían en que la medida logre condicionar al Poder Ejecutivo, otros temen que el conflicto siga escalando. Todos coinciden, sin embargo, en que la resolución del mismo es aún lejana.
¿Cómo continuará? Este miércoles, a las cinco de la tarde, habrá una asamblea interfacultades que tiene como propósito definir las medidas de fuerza a adoptar en adelante. “Hoy se define si tomamos Rectorado o si hacemos una vigilia ahí”, explicaba una joven mientras ella y sus amigas desarmaban su campamento en la fotocopiadora: “Esto no termina acá. Vengan y miren”.