Imaginar, para que otros puedan ver con sus manos. Alumnos de la Escuela Técnica Nº 2.076, San Francisquito pusieron en contacto estos dos mundos sutiles. Diseñaron e imprimieron peces en plástico con sus escamas y detalles, en una impresora 3D, para que las personas ciegas, que van al Acuario, puedan conocer las especies que allí se exhiben. La iniciativa formó parte de Ingenia 2018, el programa de creatividad juvenil de la provincia.
¿Cómo es un dorado, un patí o una raya? Los alumnos de informática imaginaron las preguntas que haría alguien no vidente y se aplicaron a encontrar una respuesta. Diseñaron, gestionaron y, con la impresión tridimensional que otorga volumen y textura, hicieron "realidad" estas especies. Ahora las muestran orgullosos y dicen que tienen un destino de inclusión en el Acuario, en agradecimiento al Programa Ingenia, que financia parte de los proyectos.
Pero no es el único proyecto inclusivo. Ya están trabajando para la edición 2019 de Ingenia, en un kit de material didáctico para no videntes que permite "conocer" intangibles y formas geométricas y hasta resolver teoremas. También están trabajando con mapas texturados. En los proyectos intervienen docentes de distintas áreas de la escuela. Y hay un fecundo intercambio con el Movimiento Unidad de Ciegos y Ambliopes deRosario (Mucar), para conocer y aprender cómo sienten.
La escuela ya tiene varios galardones por sus iniciativas, como en País Ciencia (del Conicet), con el proyecto de una bomba para extracción de agua en lugares donde no hay energía. Además, del concurso Energía Solar, del mismo organismo nacional, por armar una cocina con una antena de televisión satelital, dirigidos por el profesor, ya fallecido, Osvaldo Sosa. En 2018, también obtuvieron la mención Olga y Leticia Cossettini a la inclusión. Pero esto es sólo la punta del iceberg de concursos donde ganaron becas y equipamientos.
Pero esto no es todo. Los alumnos de 6º año, arreglan en forma gratuita las salas de informática de los colegios de Rosario que lo necesiten. Además, dan clases de computación a los adultos en el Distrito Oeste. También trabajaron con la Universidad Católica, en un proyecto donde surgió una mesa barrial, que incluye a las organizaciones del lugar.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
La escuela
"Es la única escuela técnica del barrio y la zona", explicó su director Alexis Alsop, en su lugar de trabajo, donde corre el mate y los seis alumnos del proyecto, Tomás Salvo, Julieta Barrio, Stefano Cardillo, Cristian Mendoza, Josefina Chapur y Melani Aranda, trabajan con la impresora 3D y charlan. La escuela que prepara en informática es privada de gestión oficial, pertenece a la parroquia San Francisquito y se fundó en 2007, con la intervención del padre Agustín Amantini, además del profesor Roberto Fleba junto a un grupo de docentes.
El primer equipamiento de la escuela llegó del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (Inet). Pero hace dos años comenzaron los recortes que el Centro de Estudiantes y los docentes cubren a pulmón, con venta de empanadas, pastelitos y pollos, pero también con proyectos que siempre logran posicionarse por la función social que representan.
Así, compraron la impresora 3D, armaron diez equipos Arduinos para robótica, dos metegoles y una mesa de ping pong para que los recreos sean más tranquilos. Los mismos alumnos pintan y cuidan la escuela por la que tienen un sentido de pertenencia que asombra. Cursan 200 jóvenes que vienen de los barrios San Francisquito, Carlos Casado, Alvear, Villa Banana y Bella Vista.
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Foto: Marcelo Bustamante / La Capital
La escuela, que incluye nivel inicial, tiene comedor y copa de leche. El 90 por ciento de las familias de sus alumnos en todos los niveles recibe la Asignación Universal por Hijo (AUH), con lo que pagan una pequeña cuota y tienen un alto compromiso con la institución, conscientes de que sus hijos superarán las posibilidades de educación que ellos tuvieron. Imaginar para incluir
Hacer los peces en 3D no es el único acto creativo de carácter social de la escuela. "Estos proyectos son normales para nosotros, trabajamos mucho con valores, preocuparse por el otro, observar las necesidades para cambiar el mundo que tenemos", dijo el grupo que también integran los docentes Ernesto Slutzky y Edgardo Fernández. "Fue emocionante ver cómo los no videntes tocaban los peces, era como descubrir un mundo", contaron los profesores.
Para los alumnos, poner en las manos de no videntes los peces para que puedan ver con el tacto, es un acto de la inclusión que necesita más hechos concretos que declamados. "Ellos se entusiasman y hacen cosas que cambian la realidad, trabajando dentro y fuera del horario escolar", explicaron los docentes.
"Al crear, el único límite es tu imaginación", dijeron los alumnos lúcidos, apasionados y felices. Tienen plena consciencia del valor social de la escuela, de la entrega de sus docentes y de que son capaces de generar cambios en realidades duras y esquivas.
"Por más que seamos una escuela barrial, sin importar la posición social, tenemos la capacidad de hacer muchas cosas", dijeron los alumnos, mientras mostraban los peces para las fotografías.