Pasar por Entre Ríos al 700 y levantar la mirada hacia el edificio de la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) es, desde hace algunos días, una excursión hacia el detalle. Donde antes había una fachada que mostraba los rasgos típicos del paso del tiempo y el deterioro, hoy hay una obra de arte revalorizada y restaurada por una especialista rosarina que se graduó en la universidad pública, se especializó en el exterior y plantea la posibilidad de encontrar múltiples símbolos en un edificio de más de cien años y, además, establecer a la puesta en valor de construcciones históricas como un dinamizador económico a futuro.
Quien estuvo al frente de la obra de restauración, que quedará formalmente inaugurada hoy, desde las 18, fue la restauradora María Eugenia Prece, graduada en Bellas Artes en la facultad y especializada en restauración arquitectónica en la Universidad de Alcalá de Henares, en España, a partir de un máster que surgió de la propia refundación de esa casa de estudios europea. La obra no solo restauró lo que ya estaba, sino que también descubrió un universo de detalles que no podían apreciarse. Pero para eso, hubo un arduo trabajo que hacer.
Los edificios históricos de Rosario que son de la época del edificio de la Facultad de Humanidades, cuenta Prece, están construidos en símil piedra “tratando de imitar las construcciones de ese estilo”.
Para la restitución de la fachada, utilizaron el método de proyección de micropartículas, que consta en testear áridos de distintas durezas hasta encontrar cuál es el que daña menos la superficie, para limpiar la pintura que se usó sobre la estructura pero sin perjudicarla. En Humanidades se usó bicarbonato de sodio con agua, con el uso de una máquina especial que permite que los elementos se complementen para que el árido salga por un lado y el líquido por otro, en forma secundaria y sin la presión que podría tener una hidrolavadora, según explica Eugenia: “Se va removiendo y enjuagando. Muchas veces, esa salinidad hay que neutralizarla con agua destilada”.
Patologías y diagnóstico
Conocer la composición de los elementos con los que se construyeron los edificios es crucial para que los restauradores puedan definir cómo proceder para hacer su tarea.
“En restauración tenés que estar atento a qué es lo que pasa, porque trabajás sobre algo que ya existe, que tiene problemas y una forma constructiva que hay que entender”, dice Prece, y remarca la importancia de conocer a fondo los elementos sobre los que se trabaja.
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Es así que debe intentar saberse cada detalle, hasta la composición de cada ladrillo o pieza de la estructura. Esto liga a los restauradores, si se quiere, con la medicina: para conocer cuál es la eventual patología a revertir en el edificio, debe conocerse su composición por completo: “La historia de los elementos con los que se construyen las cosas es cómo son esos elementos y cómo se hicieron. A lo largo del tiempo, van expresando su condición original, entonces hay que entender la patología y revertirla. Pero si no la entendés, si no la observás, no podés definir qué hacer. La restauración es un diálogo con el edificio”.
“Acá pudimos entender la forma para reconstruir la fachada”, dice Prece, quien conoce bien el edificio ya que es graduada de la facultad y lleva más de 20 años en el rubro de la restauración arquitectónica, en donde se sumergió gracias a un libro en particular, que la llevó a estudiar junto al autor del mismo.
La experiencia de la reconstrucción
La restauradora rosarina estudió arte e hizo la especialidad en teoría y crítica del arte. Pero fue una invitación a participar de un grupo de restauración municipal lo que la comenzó a interesar en la materia. Y el encuentro con el libro “Conservación de bienes culturales”, un manual sobre restauración arquitectónica desarrollado por Ignacio González-Varas, le hizo ver “que la restauración es un mundo muy complejo, muy profundo y súper interesante”.
Este libro hizo que buscara dónde daba clases el autor: la Universidad de Alcalá de Henares, en España, a donde finalmente fue a estudiar, becada, para especializarse en restauración y rehabilitación del patrimonio.
Prece cuenta que “es una de las primeras universidades de España” y que la maestría surgió a partir del rescate arquitectónico de la propia institución, luego de que tras siglos de funcionamiento decayera alrededor del siglo XIX. Todos los edificios que fueron parte de la universidad se deterioraron y hasta se descubrió que, en la época del franquismo, había un criadero de cerdos donde estaba el claustro más antiguo, en donde, actualmente, se entrega el premio Cervantes todos los años. Luego que España recuperara la democracia, empezó la restauración de todos los edificios.
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La restauradora María Eugenia Prece.
Marcelo Bustamante/La Capital
“Como experiencia de la recuperación y refundación, en la universidad surgió este máster, que es un poco sobre la experiencia de la recuperación de todos esos edificios”, agrega sobre la especialización en la que tuvo como docentes a profesionales que, actualmente, se encuentran trabajando en la restauración de la basílica de la Sagrada Familia, en Barcelona.
“Me encantaría que toda mi experiencia sirva para que otros colegas puedan seguir trabajando en esto”, dice Prece, quien afirma que le gustaría devolver algo de lo que la universidad pública le dio. Entre posibles carreras y la renovación total de la fachada de su facultad, surge otro horizonte: la producción de hidrofugantes.
Protección contra la lluvia ácida
La posibilidad para habilitar carreras o tramos académicos especializados en restauración arquitectónica no es la única posibilidad que surge con la obra en la fachada de Humanidades. Prece trabaja con investigadores del Conicet Rosario para lograr la producción de hidrofugantes específicos que deben importarse y son clave para la protección de cualquier edificio frente a las lluvias ácidas que se dan por la contaminación ambiental.
Prece explica: “Lo más importante para conservar un símil piedra es que no se moje, porque se degrada más rápido. La lluvia de hoy no es la de hace 100 años, sino que es una lluvia ácida que corroe muchísimo más. Los edificios, antes, duraban miles de años porque no teníamos estas condiciones ambientales; lo que antes se deterioraba en 1.000 años, ahora se deteriora en 10”.
Y continúa: “El hidrofugante que usamos no se consigue en el país, entonces trabajamos con el Instituto de Física y el Instituto de Química del Conicet-UNR para analizar los materiales. Se llegó a una fórmula de laboratorio muy superadora de lo que importamos”.
El próximo paso es lograr un escalado industrial, aunque por el momento el proyecto “está en el paso de crear productos de alto valor agregado para la restauración, por las necesidades que hay en la restauración, pero que pueden ser comercializados a un mercado mucho más amplio”.
La obra sobre fachada demandó un año y ocho meses, y estuvo a cargo del Área de Restauración de Edificios de Valor Patrimonial de la UNR y fue coordinado por la Dirección de Infraestructura Humanidades y Artes de la facultad.