Las centenarias palmeras del bulevar Oroño deberán someterse a un exhaustivo examen para determinar qué las está afectando. Un censo preliminar realizado por la Dirección de Parques y Paseos del municipio advirtió que de los 184 ejemplares existentes entre Rivadavia y Pellegrini hay siete muertos y tres que presentan síntomas que demandan una evaluación o seguimiento.
Entre las palmeras sin vida se encuentra la que el viernes ganó atención pública porque quedó completamente doblada sobre sí misma, como si fuera un papel, con la corona desplomada sobre el piso y que ayer fue retirada. Cuando se realizó el relevamiento, hace 45 días, apenas se la veía torcida y tenía algunas hojas verdes, según se apuntó en el registro.
"Si no hacemos algo a tiempo, esas palmeras se van a perder", advirtió Carlos Vannucci, ingeniero agrónomo, jefe del departamento técnico de arbolado del municipio y miembro fundador de la Asociación Nacional de Arboricultura. También uno de los profesionales que el mes pasado recorrió el bulevar para analizar la situación de las palmeras y el resto del arbolado.
El especialista apuntó que la gran sequía, la contaminación y el estrés de crecer en medio de la ciudad, fuera de su hábitat natural, afectan al arbolado urbano. Sin embargo, en el caso de las palmeras existen dos riesgos más: una especie de mariposa (las grandes de cuerpo gordo y alas oscuras, llamadas paisandisia archon) y los cascarudos de caparazón rojo (coraliomela quadrimaculata).
Estos insectos atacan fundamentalmente la corona de la palmera, la parte superior que sostiene las hojas, y devoran además el cogollo, que es el único punto de crecimiento que tienen estas especies vegetales.
"Tanto la mariposa como el cascarudo comen las hojas, perforan el cogollo y arremeten contra la parte más tierna de la corona, las que están en crecimiento y son más verdes y suaves. En esta acción van dejando muchas perforaciones que terminan debilitando a la palmera y permitiendo la entrada de otros patógenos, como hongos o bacterias", explicó el especialista. Aunque aclaró que en el caso del ejemplar de Oroño y Brown aún es prematuro atribuir su debilidad a esos dos insectos, viejos conocidos en Rosario.
Herida mortal
A diferencia de los árboles, las palmeras no tienen tronco sino estípite. Y no se trata solo de una desavenencia lingüística. "El tronco de un árbol tiene vasos conductores que cuando se daña el tronco le brindan defensas, encerrando rápidamente la herida o la enfermedad con sustancias que impiden que se extienda. En cambio, si hay una herida en la palmera rápidamente se desparrama", indicó Vannucci.
Por eso consideró necesario trazar un rápido diagnóstico de la situación de los ejemplares que encontraron en riesgo para tomar medidas de prevención. Los cascarudos en general tienen poca movilidad, por lo cual pueden afectar varios ejemplares solo si están muy cerca o las hojas se tocan, pero las mariposas representan más riesgo ya que pueden volar.
Para combatir estos insectos hay dos posibilidades: ninguno de los procedimientos es muy costoso, pero implican contar con una grúa para acceder a la copa de las palmeras. Uno de los tratamientos consiste en hacer pequeños orificios para aplicar insecticidas, el otro es pulverizar un hongo que resulta inofensivo para los humanos, pero que se adhieren al cuerpo de los insectos.
El ingeniero agrónomo advirtió que estos procedimientos deben realizarse en primavera o verano, para controlar el crecimiento de los insectos. "Antes de la pandemia hicimos algunos en forma experimental, ahora deberían retomarse".
Según señaló, sin esa intervención, las palmeras infectadas se van a perder. "Van a tardar un tiempo, pero se van a morir", pronosticó.
Ejemplares con historia
Las palmeras fénix o canarias que adornan el bulevar Oroño se colocaron durante la construcción del por entonces bulevar Santafesino. La obra se proyectó en 1880 y en 1888 ya estaba completamente forestado y se piensa que las palmeras se plantaron en esa oportunidad.
A diferencia de otras especies, los troncos tienen marcas típicas dejadas por la caída de las hojas, y en la copa suelen verse abundantes racimos de frutos anaranjados pequeños. Además sus hojas son rígidas con los folíolos en dos planos, es decir, salen del eje (raquis) de la hoja en dos sentidos, a 180 grados. Son las típicas que solían plantarse en hilera en las estancias de Argentina.
Algunos ejemplares, los más grandes, alcanzan hasta 20 metros de altura y llevan más de cien años en el bulevar; otros se repusieron en décadas posteriores y son más pequeños.
Hace unos diez años, la Asociación Canaria puso en marcha una investigación para determinar cómo llegaron las palmeras a Rosario, con el objetivo de destacar los aportes que los canarios trajeron a tierras americanas, realizados siempre en "forma silenciosa y con un perfil mucho más bajo" que sus compatriotas sean asturianos, gallegos o catalanes. Pudieron seguirles la pista muy poco: llegaron a determinar que los ejemplares provenían de la provincia de Córdoba, pero no mucho más que eso.
Las palmeras canarias no solo adornan el bulevar Oroño. También se las encuentra en avenida Francia, en la plaza Pringles, en la San Martín y en varios jardines de casonas antiguas de la zona sur.
La idea de construir el bulevar Santafesino ensanchando las calles previstas en la cuadrícula de la ciudad comenzó a formarse en 1868, apenas 16 años después de que Rosario adquiriera el rango de ciudad. Sin embargo, la espera duró 20 años para que la iniciativa comenzara a gestarse.
Por esa época Rosario contaba con unos 110 mil habitantes, la mayoría de familias de inmigrantes que comenzaban a gozar de la prosperidad del modelo agroexportador. El puerto y el ferrocarril crecían, se construían las grandes estaciones de trenes, se instalaban agua corriente y cloacas, había teléfono, telégrafo, tranways a caballo y alumbrado a gas.
Según describe Raquel García Ortúzar en "Rosario, historias de aquí a la vuelta", la transformación urbana que sufrió la ciudad en esa época "no hizo más que seguir el modelo que adoptaron también otras poblaciones latinoamericanas convertidas de la noche a la mañana en puertos de ultramar", inspiradas en la obra que George Eugen Haussmann desarrolló en París.
La dinámica propia de la ciudad en esa época hizo posible que el nuevo bulevar "se consolidara rápidamente, desde el punto de vista edilicio, al ser elegido por el sector de mayores ingresos para construir viviendas representativas".
Aunque adquirieron otros usos, algunas de estas casonas siguen en pie actualmente. Y, tanto como el bulevar y las palmeras, se convirtieron en una postal de Rosario.